Sabemos que un líder es una persona a la que la gente respeta y sigue porque sabe motivarlos y hacer que hagan lo que es correcto para la finalidad que se busca, así como para ellos mismos.
Pero ¿en qué se distingue el liderazgo cristiano del liderazgo “común y corriente”? esta pregunta es la que trato de resolver en este artículo.
En qué consiste ser un buen cristiano
Esta pregunta es difícil de responder, pido al lector comprensión y apertura para leer lo que a continuación escribiré, pues me encuentro en una posición en la que resulta más fácil ser juzgado que comprendido.
Ser un buen cristiano consiste, desde mi experiencia y desde el suficiente conocimiento que tengo de esta religión, en amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Pero ¿y esto qué significa?
Significa, en primer lugar, qué debo tener una relación de amor, cercana y filial con Dios. Considerándolo a Él como mi padre y a Cristo como a mí hermano. Un hermano al que debo ver reflejado (a) en cada uno de los seres humanos con los que me “tope”.
Significa, en segundo lugar, que soy fiel a lo que su hijo dice. Qué sigo sus enseñanzas y las pongo en práctica, fortaleciendo mi fe y mi espiritualidad a través de los medios qué Él nos dejó.
Un buen cristiano consiste, como conclusión, en practicar la justicia y la caridad con las personas que nos rodean.
Cualidades y virtudes de un líder cristiano
Un líder cristiano debe tener en cuenta que las personas a las que dirige son fines en sí mismos y no medios, los cuales pueden ser utilizados y después desechados.
La finalidad de este tipo de líder debe ser el servicio y no el aprovechamiento de las personas que tiene a su cargo. La enseñanza y no el castigo, el perdón y no la venganza.
Este tipo de liderazgo, desde luego, no es fácil de ejercer. Se requieren virtudes tales como la paciencia, la constancia y la fortaleza. Es necesario forjar el carácter para no sucumbir ante el egoísmo y el camino fácil, cuyo sendero está pavimentado por la soberbia, la corrupción y el autoritarismo.
La paciencia es necesaria, porque el ser humano es un ser falible y muchas veces los cambios se dan a lo largo del tiempo. Un tiempo en el que es necesario esperar, para ver los frutos de las acciones que llevamos a cabo y que en un principio parecen imposibles de lograr.
La constancia es necesaria porque debemos ser misericordiosos y caritativos una y otra vez, nuestra forma de vivir el cristianismo no puede depender del humor con el que me desperté el día de hoy; debe estar basado en un ejercicio de actos buenos, repitiéndolos una y otra vez hasta que los asimilemos.
La fortaleza es necesaria para no sucumbir y mantenernos firmes ante las seducciones de este mundo: el egoísmo, el relativismo y el consumismo. Pensar en servirnos de los demás, en vez de ayudarlos a crecer y desarrollarse como seres humanos, es una de las mayores tentaciones que enfrentan los líderes que desean seguir los principios cristianos dentro de su vida y en la forma de ejercer el liderazgo.
Reflexión para líderes cristianos
Invito a los hombres y a las mujeres que sean líderes, a reflexionar qué tipo de liderazgo están ejerciendo en sus vidas, en sus familias y en su trabajo.
Pregúntense:
- ¿Soy líder de mi propia persona?
- ¿Me perdono a mí mismo cuando cometo errores?
- ¿Estoy sirviendo a las personas que se encuentran bajo mi cargo, o me estoy sirviendo de ellas?
- ¿Soy humilde para aceptar los errores que mis subordinados me señalan?
- ¿Soy misericordioso frente a los errores que comenten mis subordinados? O no tengo paciencia para con ellos y los reprimo constantemente, humillándolos frente a las otras personas.