Filosofía

Importancia de vivir el momento presente

[fa icon="calendar"] 13/06/17 6:00 / por Héctor Chávez

nostalgia_otro_tiempo_carlos_llano.jpg¿Cuántas veces hemos caído en la tentación de decir “si viviera en otra época, las cosas serían distintas”? La maravillosa nostalgia, misma de las que han hecho tanto uso poetas, literatos, filósofos y psicoanalistas para compartir interminables reflexiones que siempre terminan por atormentar más a uno de lo que pretenden hacerle sentir mejor. ¿Por qué? Primero empecemos por dar una breve descripción de la nostalgia como tal: exceso de pasado. Entonces, entendemos que una persona nostálgica es aquella que tiene su vida siendo pensada en un pasado, tan propio como ajeno.

 

La Época de Oro

Fue el poeta griego, Hesíodo, quien nos heredó esto que conocemos actualmente como el Complejo de la Edad de Oro, mismo que hace referencia a una época en el pasado en el que, se podría llegar a creer, las cosas eran mejores y los seres humanos confiaban y sabían más fácilmente lo que era ser felices. Gran engaño de nuestro ego lastimado. Lo que sucede con ese complejo es que se tiene un anhelo de estar en esa época, como dije propia como ajena, en la que estamos (quién sabe cómo) seguros que viviríamos mejor. La existencia de cada uno de nosotros se ve en constante asedio por las calamidades, por la tragedia, por la asechanza de los lobos de la economía y de la pobreza; herederos de la modernidad, sufrimos la falta de certeza en nuestra vida. Miramos con nostalgia ese pasado del que nos han contado nuestros abuelos, nuestros padres o nuestros maestros, viviendo enamorados de eso que fue, añorando estar ahí. Porque es una parte de la historia en la que todo era (quién sabe según quién) hermoso.

 

¿Pero qué pasa cuando caemos en cuenta que la Edad de Oro nuestra no es la del otro, es decir, cuando descubrimos que para cada cual hay una Edad de Oro propia? Eso lo aborda maravillosamente bien la película de Woody Allen, Midnight in Paris (Medianoche en París), en la que nos encontramos con Gil Pender, un romántico escritor cuya Edad de Oro se desarrollaba en el París de los 20`s, ya que, según él, fue el momento en el que París fue la máxima expresión de cultura, albergando a artistas y literatos de la talla de Salvador Dalí, Hemingway, Picasso, Buñuel, etc., mientras que la lluvia no dejaba de caer. Gil será cuestionado por sus contemporáneos e incluso ridiculizado cuando asegura que ha podido viajar en el tiempo a esa época. Dos realidades e la misma historia. Pero cuando se encuentra en su París de Oro, Gil es indescriptiblemente feliz, incluso encuentra el amor en una mujer francesa y muy relacionada con varios artistas, Adrianne de Bordeaux, misma que le cuenta que para ella la mejor época fue la conocida como La Belle Epoque (la Bella Época), en el París entre 1871 y 1914.

 

El cruel sinsentido

Hablando de Francia, fueron los filósofos existencialistas franceses, tales como Jean-Paul Sartre, Albert Camus (argelino), Michael Emil Cioran (rumano de nacimiento), entro otros, los que denunciaron el sinsentido por el que atravesaban muchos hombres. Después de todo, pensemos que Europa había sido testigo de dos Guerras Mundiales, en los que se desató una terrible crisis de identidad por parte de los más perjudicados en ambos lados del campo de batalla. Estos filósofos, a su manera, proponían cómo lidiar ante ello o cómo aceptarlo, dando paso al existencialismo francés, ese movimiento que originalmente inició Kierkegaard en Dinamarca a mediados del siglo XIX en respuesta a la amenaza del nihilismo. Y es que la filosofía parecía haber “olvidado” la parte subjetiva de su estudio, e ignorar eso tras años de racionalismo e idealismo, no dieron explicación al profundo cuestionamiento de cada uno de los seres humanos sobre su existencia.

 

Friedrich Nietzsche, conocido por ser profeta del nihilismo (la profunda negación de cualquier sentido en la vida), más no su represente, nos regaló a los hombres un pensamiento, de origen griego pero llevado a nuevas proporciones tanto éticas como teológicas, que vino a incrementar la nostalgia de los modernos: el Eterno Retorno de lo Mismo. Esta tesis daba paso a una profunda reflexión, misma que encontraba como enemiga a la concepción de la vida eterna impulsada por el cristianismo. ¿Qué pasaría si les dijera que todo lo que han vivido, y que están por vivir, están condenados a vivirlo una, y otra, y otra vez sin alcanzar un fin? ¿Pueden pensar en aquellas tristes experiencias, así como dolorosas, que han tenido que pasar y que ahora resulta que deberán volver a vivirlas incontables veces? Es una idea aterradora y en demasía escalofriante, porque quien ha vivido una vida (valga la redundancia) con demasiadas cosas tristes, no podrá escapar de ellas nunca. Aunque también está el otro lado de la moneda, en la que se repetirían todos los hermosos y sublimes momentos.

 

La invitación de Nietzsche

El Eterno Retorno de lo Mismo, no sólo garantizaba un auténtico tormento al pensar en esa cadena perpetua, sino que también brinda la oportunidad de repensar nuestras vidas, de ser todavía más conscientes de nuestra participación en cada elección que tomamos; una invitación a querer vivir, a liberarnos de las cadenas que nos prohíben vivir. Con todo, ese pensamiento resulta ser una excelente herramienta para enfrentarnos al complejo de la Época de Oro. ¿Por qué es que cada vez que pensamos en esas épocas, siempre nos pensamos en las mejores condiciones? Hace años platicaba con un querido amigo sobre ello, ya que él estaba convencido (hasta la fecha) de que la mejor época fue durante la Edad Media. Le preguntaba si estaba dispuesto a pasar por las carencias que eso supondría vivir ahí, a lo que me decía con firmeza que sí. Pero una vez que le comenté que si estaría dispuesto a vivir en esa época siendo una minoría perseguida, o quizá un esclavo o un simple pordiosero, porque habría que arrancarse la idea de que se viviría en esa época con los lujos de los grandes señores feudales, reyes, emperadores o incluso miembros del clero. ¿Por qué en vez de vivir pensando en el ayer “maravilloso” que “fue”, no nos empeñamos en vivir lo mejor posible en lo que estamos deviniendo?

 

Todo tiene un fin

La Época de Oro, la existencia precaria que nos hace tener tal complejo, siempre se cuenta sin tomar en cuenta un factor muy importante: si era tan hermosa, ¿por qué se acabó? Es decir, en nuestra nostalgia abrazamos las cosas bellas de nuestra propia especulación, pero no somos capaces de advertir que todo tiene un fin, y que la belleza de las cosas es precisamente eso: nada dura, todo se acaba. Pero hasta que no valoremos nuestra vida, tratando de dar un giro radical en cuanto a nuestra forma de hacerlo realmente, viviremos atrapados en esferas imaginarias donde nada pasa, todo está bien, y nos veremos severamente perjudicados a la hora de que salgamos a la realidad y no podamos hacer nada con ello. Y la desesperación será nuestro único destino.

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Héctor Chávez

Escrito por Héctor Chávez

Egresado de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana, asistente de tesis del Dr. Javier Duarte Schlageter (profesor del área de dirección financiera en el IPADE), Psicoanalista por parte del Círculo Psicoanalítico Mexicano, Subdirector General de la Revista Kya! (Arte.Cultura.Entretenimiento), Conductor del programa de radio por Internet In.Cultura en Digital Media Radio, Miembro Asociado de la Sociedad Académica Kierkegaard, colaborador invitado en Estudios Latinoamericanos por la Wichita State University (Kansas).

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