La creciente desconexión entre familia y negocios ha llevado a ambos pilares de la sociedad a ocupar posiciones de insalvable antagonismo.

A pesar de los esfuerzos por defender las diferencias, seguimos viendo un abismo entre ambos. La empresa echa en saco roto la imprescindible aportación educativa de la familia y se preocupa solo por la educación formal.

VALORES QUE PARTEN DE LA FAMILIA

Las empresas olvidaron el papel de la familia en la formación del carácter. Toda persona llega a la empresa con la estructura de carácter y personalidad definida por su genealogía familiar.

En la familia se adquiere la experiencia de ser parte de una sociedad; allí nace la confianza que se exporta a otros ambientes. Cuando se precisa un comportamiento generoso, se requiere forzosamente de un sentido de pertenencia. Carlos Llano busca dejar muy claro que sólo un individuo proveniente de una familia con valores será digno elemento del tipo de empresas a las que aspiramos; quien es egoísta en el entorno familiar no puede ser generoso en el ambiente empresarial. Llano sostiene que quien practica la verdadera amistad, el sentido genuino de pertenencia y la generosidad familiar está habilitado para ejercer este comportamiento en otros ambientes. Lo realmente básico es el hombre y sus características, de donde emanarán los modos de ser y hacer de la empresa. Palies Boera argumenta: “la empresa no puede tener personalidad si su gente no tiene carácter”.[1] Y señala también que no es extraño ver empresas carentes de todo espíritu y en general cualquier virtud humana… salvo en lo que afecta directamente a los estados de resultados. Volver a los básico es valorar al individuo por encima de las cosas, ver florecer los valores familiares y las relaciones de verdadera amistad.

Las personas sin carácter no toman decisiones, se dejan llevar y manipular por el entorno. Llano concluye que éste se forma en la medida en que adquirimos las siguientes capacidades: compromiso, renuncia y don de sí.

LA AMISTAD VIVIFICA LA EMPRESA

“La virtud hace que los bienes sean comunes entre los amigos”[2] La virtud familiar es la magnanimidad, que se manifiesta en una triple faceta: entusiasmo para empezar, tenacidad para seguir y desprendimiento para buscar el bien de los hijos. Leonardo Polo señala que el futuro de la sociedad se fundamenta en la familia, la empresa y la universidad. La sociedad funcionará en la medida en que estas entidades intensifiquen sus relaciones.

UNIVERSIDAD. ¿SOBRE QUÉ TERRENO CONTRUYE?

Al detectar el deterioro ciudadano en Estados Unidos y concluir que se da mayor importancia a la formación intelectual que a la del carácter, un grupo de universidades se reunió en Aspen para determinar el tipo caracterológico que desearían formar en sus ciudadanos.

Integridad, respeto, equidad, atención y ciudadanía fueron reconocidas como las virtudes básicas. Sinceridad, lealtad y compasión se consideran implícitas en las primeras. Ambos grupos de virtudes son constituyentes básicos de las relaciones amistosas.

A modo de conclusión: las empresas no requieren acumular horas y horas de trabajo; precisan de gente sana, equilibrada y feliz. Nadie cuenta con estas características si no se sabe amado por la gente más cercana y si no se preocupa por ella haciendo de su bien el fin de su vida.

Alfonso Bolio

 

[1] Palies Boera, José Ramón. “La gestión en tres dimensiones”, en servicio de documentación del Instituto de Empresa y Humanismo, Universidad de Navarra. Pamplona, 1998. Pág.7

 

[2] Aristóteles. Política. II,2,1263 a 33.