Era la última clase de la semana, con un horario un tanto desfavorable. Los alumnos estábamos listos para el fin de semana, el estómago ya empezaba a quejarse con los ronroneos típicos del hambre, sin embargo, no había faltas a menos que fueran emergencias. Carlos Llano llegaba al aula entre 5 y 10 minutos antes de la hora de inicio.
A principios de los 90´s no había power point, YouTube o proyector; llenaba las dos horas con su voz. Se sentaba muy serio y concentrado a repasar sus apuntes; como si estuviera recordando en el mapa un importante trayecto.
Saludaba al grupo con una gentil sonrisa. A veces, antes de iniciar, pasaba la mirada rápida y profundamente por cada uno de nosotros, como si estuviera escaneando la mente (y alma) de todos. En otras ocasiones, hacía referencia a algo nuevo o distinto en sus alumnos:
Por la ventana del salón de clases se podía observar un limón en flor bailando con el viento; los alumnos de derecho discutían la legalidad y la moralidad del caso a resolver mientras se dirigían a la cafetería… pero… ¡no había espacio para distraerse! Uno no podía perder la lógica y relación de las ideas y argumentos, todo era importante.
“A qua: Causa eficiente, por la cual se hace algo. Secundum quam: Causa formal, según la cual se hace algo. Ut quod: Idea práctica o ejemplar o causa ejemplar. Es la idea o forma a la cual se imita…”.
Los alumnos presentes recibíamos más que una clase de filosofía en el Seminario de la Idea práctica o ejemplar. Entre las causas de la metafísica y la relación de la idea y la materia, nuestro profesor iba modelando nuestro criterio y retando intención de vida clase tras clase:
Después de fijar las bases teóricas de la antropología filosófica a través de su peculiar estilo de cordialidad, sorpresa, cultura, cercanía, presencia y continuidad, estas frases tan suyas, tan retadoras, quedaban resonando como eco permanente en la conciencia imperando hacia la acción.
Reconoció en su misión de vida el interés de construir una institución de educación superior que llevó a cabo con gran liderazgo y humildad, excediendo cualquier la expectativa. Fue el constructor fundacional de una estructura de estudios superiores.
Esa estructura nunca se limitó a los edificios o a los procesos administrativos. La estructura fundacional está en la gente que la conforma, en los alumnos que han pasado por esos salones; por los alumnos que compartieron su espacio de sabiduría invitados constantemente a “emprender algo en la vida con carácter valioso”, quienes hoy honran su legado con gratitud.
Carlos Llano repetía en clase que “Para revolucionar a otro te debes revolucionar a ti mismo” en un todo que combinaba la autoridad y el servicio, contagiando la misión de sumarse a la revolución que él había provocado: desarrollar liderazgo (social) con sentido humano.
Cuando asistí a esa clase de 12 a 2, no imaginé que a través de “la idea ejemplar” de Carlos Llano, encontraría mi vocación profesional a través del vínculo humanismo – empresa.
Desde el 5 de mayo del 2010 nuestro profesor no está físicamente entre nosotros, no obstante, la revolución que inició ha dado frutos que continúan su legado y misión.