Vivimos en tiempos de posverdad, cuando los hechos son menos importantes que lo que sentimos acerca de ellos. Hay formas de combatir esta salida falsa.
Cada doce meses, el Diccionario de Oxford elige <<La palabra del año>>, en función del incremento en el empleo que el término haya tenido en ese periodo. Las palabras escogidas en los últimos años han sido: selfie (2013); vapear (2014); emoji carita sonriente con lágrimas (2015); posverdad (post-truth, 2016) y en 2017 fake news, esta última expresión muy relacionada con la posverdad.
Steve Tesich, dramaturgo serbio-estadounidense, utilizó el término posverdad en 1992 y el bloguero David Roberts, en 2010 empleó la palabra en una revista electrónica. Pero fue en 2016 cuando su uso aumentó 2,000% en comparación con el año anterior, debido sobre todo a las campañas de Trump y del Brexit.
El Diccionario de Oxford definió posverdad como <<lo relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales>>. Por su parte, el Diccionario de la Real Academia Española incluyó y definió así el término a finales de 2017: <<distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales>>.
La definición de la RAE enfatiza la intencionalidad y el Diccionario de Oxford se reduce a consignar el hecho, pero en ambos casos lo relevante es que la verdad -entendida como el conocimiento objetivo de lo que ocurre en la realidad- aparece devaluada, con una importancia secundaria, mientras que prevalecen las emociones y creencias personales. Aunque la posverdad coincide en parte con la tradicional mentira –por ser una falsificación de la realidad–, difiere de ésta en cuanto a su valoración: la mentira se considera como algo negativo (por ser contraria a la verdad); la posverdad resulta indiferente: poco importa que sea verdad o mentira. El término posverdad se aplica también a una época –la era posverdad– que se encuentra más allá de la verdad, de manera que, sin negar que la verdad pueda existir, se sostiene que resulta irrelevante.
El fenómeno del Brexit refleja con claridad lo anterior. Sus partidarios apoyaron la campaña con el argumento de que el Reino Unido enviaba diariamente 50 millones de libras a la Unión Europea, y proponían que ese dinero se empleara mejor para favorecer la salud pública de los ciudadanos de la nación. Una vez que ganaron, reconocieron que no era cierto que se estuviera destinando tal cantidad de libras a la UE, pero la aclaración importó poco a quienes votaron a favor del Brexit, por haber conseguido el resultado deseado. Las creencias y los intereses personales prevalecieron sobre la verdad objetiva.
Otro ejemplo de posverdad sería el histórico juicio penal de O.J. Simpson, acusado de asesinar a su exesposa y al amigo de ésta. Los hechos demostraban su culpabilidad, pero la defensa presentó el caso como un asunto racista; la mayoría de los miembros del jurado eran de raza negra –como Simpson– y lo declararon inocente, a pesar de que las circunstancias apuntaban lo contrario (después del juicio penal hubo una demanda civil contra Simpson y el jurado lo declaró responsable de las dos muertes y fue llevado a prisión). Este ejemplo manifiesta en qué medida las emociones prevalecen sobre los hechos reales. Por eso a la posverdad se le ha llamado también <<mentira emotiva>>.
Aunque históricamente puedan hallarse diversas causas que han dado lugar a la posverdad, parece indudable el predominio que internet y particularmente las redes sociales han asumido en este fenómeno. Cabe tener en cuenta que los instrumentos del conocimiento y de la información configuran la mente y, por tanto, influyen en la forma de pensar y razonar. En la actualidad, alrededor de 3,000 millones de personas acceden a la red diariamente. ¿Qué efectos poseen estos nuevos hábitos informativos sobre la posverdad? Sin dejar de reconocer los grandes beneficios que internet ofrece a la humanidad, se destaca a continuación solamente los efectos negativos, relacionados con el tema de este artículo.
1.- El inmediatismo. La facilidad para obtener informaciones inmediatas –tanto de hechos pasados como presentes– estimula una inclinación a adquirir conocimientos sin reflexión: el resultado está, literalmente, a la mano. Esto provoca un modo de pensar reducido a los datos obtenidos, sin proceso racional, lo cual genera superficialidad (por no profundizar ni valorar con serenidad las informaciones recibidas). El resultado es que la verdad se vuelve cada vez más volátil y carece de consistencia, favoreciendo a la posverdad.
2.- La sobreinformación. Existen demasiadas fuentes y exceso de noticias sobre cualquier tema, de manera que resulta difícil procesarlas y discernir cuáles son relevantes y apegadas a la realidad. Además, esta abundancia de información produce dispersión, por la dificultad de concentrarse en algo concreto y analizarlo con detenimiento. La consecuencia es que la verdad se oculta o se pierde: acaba careciendo de relevancia, lo cual es característico de la posverdad.
3.- Las fuentes al mismo nivel. En las redes se mezclan noticias procedentes de fuentes serias con otras de poco sustento y fiabilidad. Pero a todas se les otorga la misma importancia, con lo que resulta complejo distinguir lo verdadero de lo falso. ¿Resultado? La confusión. La verdad acaba perdiendo valor al no percibirse claramente, con el consiguiente paso hacia la posverdad.
4.- Fake news. Como se sabe, son noticias falsas transmitidas en las redes sociales con cierta intención (ordinariamente buscando algún beneficio personal –muchas veces económico- o procurando dañar a un tercero). Resulta un tanto sorprendente que se compartan en proporción semejante a las noticias verdaderas. Su efecto consiste en producir emociones –favorables o desfavorables– que prevalecen más allá del contenido a transmitir. La verdad es, así, sustituida por la emoción. Importa el resultado; lo cual es propio de la posverdad.
5.- Burbujas de opinión. Las plataformas tecnológicas (redes sociales o motores de búsqueda) están sujetas a algoritmos cada vez más sofisticados, que personalizan los contenidos de acuerdo con las preferencias de cada uno. Esto provoca que se unan en las redes personas afines, con lo que se evita el contraste del propio modo de pensar con el de otros y se refuerzan así los puntos de vista personales. De esta forma, la comunicación en las redes no supone un enriquecimiento derivado de diversas aportaciones, y puede convertirse en un camino cerrado y pobre. Al final prevalece <<mi verdad>> sobre la verdad, mis creencias personales sobre los hechos objetivos, lo cual también califica de posverdad.
6.- La dictadura del click. Las noticias se valoran en función del número de cliks, likes y reenvíos. Esto favorece la publicación de contenidos que llamen la atención, aunque en muchos casos sean irrelevantes, morbosos o simplemente divertidos (infotainment). Se potencia el afán de reconocimiento y autoafirmación en los usuarios por encima de la realidad, que es sustituida por el ego. La relación de este fenómeno con la posverdad es también muy obvia por el lugar secundario al que se acaba relegando la verdad.
Gracias a la estrecha relación que las redes sociales guardan con la posverdad, resulta oportuno preguntarse por los efectos que este fenómeno suele producir en las personas, en su forma de pensar y de vivir; en una palabra, en su conducta.
¿Existe, de alguna manera, la posibilidad de controlar o frenar la influencia del mundo digital en la promoción de la posverdad? ¿Se trata de una batalla perdida o cabe aún tomar algunas medidas? Ciertamente el reto es grande y seguramente no existen soluciones absolutas, pero afortunadamente ya se practican algunos recursos que pretenden mitigar, al menos, esas influencias y efectos negativos, como se señala a continuación.
1.- Sancionar las noticias falsas. En la medida que se desarrollen algoritmos que privilegien las noticias verdaderas sobre las falsas, e incluso se penalicen las páginas que comparten las fake news, podrá esperarse una reducción en su difusión. Un ejemplo análogo en esta línea son los llamados fact checkers, medios dedicados a comprobar la veracidad de las declaraciones realizadas, sobre todo, por los políticos.
2.- Garantizar las noticas verdaderas. Una iniciativa interesante para contrarrestar las posverdades y las fake news es WikiTribune que Jimmy Wales, fundador de Wikipedia, está comenzando a promover. La idea es contar con un grupo reducido de periodistas muy cualificados y un elevado número de colaboradores voluntarios, que difundan noticias verdaderas. La página no incorporará anuncios. Los artículos se redactarán por esos periodistas profesionales, vigilando que las noticias respondan a hechos y datos comprobados, y actualizados.
3.- Que los profesionales y los medios serios recuperen o adquieran prestigio. Resulta razonable que, con el paso del tiempo, vivir en la mentira o en la posverdad acabe cansando y se ansíe el acceso a la verdad. Cuando esto ocurra, la gente buscará aquellas fuentes que le ofrezcan noticias fiables. En la medida en que los profesionales y los grandes medios recuperen su prestigio o lo adquieran (porque gocen de la necesaria independencia de otros intereses y proporcionen informaciones objetivas), se contrarrestará el mundo de la posverdad. El papa Francisco, en su mensaje para la 52 jornada mundial de las comunicaciones sociales (24-1-2018), que lleva por título Fake news y periodismo de paz, ha dicho que: <<Si el camino para evitar la expansión de la desinformación es la responsabilidad, quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias>>.
La inteligencia humana está naturalmente orientada a conocer la verdad y, aunque es fácil que sufra deformaciones por influencias contrarias a esta inclinación, no suele desaparecer en ella el afán de alcanzar su objeto propio. Las soluciones de fondo para superar la influencia de la posverdad, más que medidas técnicas, han de ser personales y consistirán en encauzar esa inclinación natural hacia la verdad, mediante una formación adecuada, apoyada en algunos medios como los sugeridos sintéticamente a continuación.
Publicado originalmente en la revista ISTMO el 4 de abril del 2018