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Dos potencias para conocer la realidad y dos para apetecer o tender a ella.

Escrito por Laura Cremades Granja | 11/03/20 16:16

 

Un esquema que resulta de gran utilidad para adentrarse en la formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter es el que describe a continuación: “Son cuatro las grandes potencias de las que el espíritu humano se sirve para su propio desenvolvimiento, ya que no puede hacerlo de manera directa. La vida humana se mueve en dos grandes líneas, las cuales clasifican sus cuatro potencias o facultades. Por una parte, el alma humana lleva a cabo el trabajo de aprehensión de la realidad: a ella pertenecen sus potencialidades aprehensivas, es decir, las que se posesionan cognoscitivamente de la realidad exterior: el entendimiento también llamado inteligencia y los sentidos. Con las potencias aprehensivas (entendimiento o inteligencia, y sentidos) se corresponden las potencias tendenciales, esto es, aquellas que llevan a cabo la acción por la que el espíritu se dirige hacia las realidades que aprehendió́ cognoscitivamente. De esta manera, si tiende a la realidad conocida o aprehendida por el entendimiento, la tendencia es ejercida por la voluntad, también llamada apetito intelectual. Si, en cambio, la tendencia se dirige a la realidad captada por los sentidos, lo hace mediante el apetito sensible denominado, más simplemente, apetito. Las facultades tendenciales son, pues, la voluntad y el apetito sensible. En consecuencia, el hombre lleva a cabo cuatro tipos generales de actividad: entiende y siente con sus potencias aprehensivas; quiere y apetece con sus potencias tendenciales. Pero, al mismo tiempo, existe otra línea que puede trazarse a lo largo de las actividades humanas en cuanto tales: la línea que señala si estas acciones tienen como objeto lo universal de la realidad o lo concreto de ella. Esta segunda línea ubica, con la primera, el lugar propio de cada facultad”[1]:

a) Si el hombre aprehende la realidad en lo que tiene de universal, lo hace mediante la facultad o potencia que llamamos entendimiento, y que recibe también el nombre de inteligencia. Tal es el caso cuando el ser humano aprehende la realidad mediante ideas generales o universales: bondad, humanidad, arma.

b) Si el hombre aprehende la realidad en lo que tiene de concreto, lo hace mediante los sentidos: este alimento que es placentero para mi gusto; Pedro que es un hombre de aspecto fornido y talante agradable; esta pistola, que es un arma elegante y cómoda.

c) Si el hombre tiende a la realidad en lo que posee de universal (es decir, a la realidad aprehendida por el entendimiento o inteligencia) lo hace mediante la voluntad o apetito intelectual: tiende a este alimento porque es bueno para su organismo y no solo porque le resulta placentero; quiere a Pedro por ser un hombre con su dignidad humana propia, independientemente de sus cualidades físicas; quiere esta pistola por ser un arma apropiada para defenderse o atacar, que es la idea universal de arma.

d) Si en cambio tiende a la realidad por lo que tiene de configuración concreta (el tamaño o color de esta arma individual), tal tendencia caracteriza al apetito sensible en donde se ubican precisamente la sensibilidad y los sentimientos”[2].

El Dr. Llano refuerza la importancia de pensar adecuadamente, porque la inteligencia “no tiene como oficio primero el de acumular conocimientos sino el de pensar. [ ] La inteligencia se aprende cuando aprende a pensar, cuando descubre por sí misma, cuando lee el interior de las realidades, no sólo cuando escucha y circula lo leído por otros. Sólo merecen el nombre de conocimientos propios, formativos, los que son fruto de la personal tarea de pensar, descubrir, mostrarse a sí mismo, entender, vislumbrar sus alcances, conectar unos conocimientos con otros, comunicar claramente a los demás. Solo como material sobre el que pensamos o como fruto de nuestro pensamiento el conocimiento es formativo. De otra manera podría ser útil –no ya pragmáticamente, sino también existencialmente- pero no formativo”[3].

Artículo escrito bajo la dirección de Arturo Picos, director de la Cátedra UP-IPADE Carlos Llano.

 

[1] Llano Cifuentes, Carlos. Formación de la Inteligencia, la Voluntad y el Carácter. ps. 13 y 14. Editorial Trillas. 1999.

[2] Ídem, p. 14.

[3] Ídem, ps. 12 y 13