Blogs Carlos Llano Cátedra│Filosofía

La decadencia de la ética en la universidad

Escrito por Carlos Llano Cifuentes | 4/01/18 16:30

 

Escrito en 1988

La formación moral de la Universidad de Harvard sufrió una precipitada decadencia. Discreta y prudentemente, Bok (presidente de dicha universidad en 1988) señala como hito de esta decadencia no la filosofía de Nietzsche, según lo hubiera dicho Allan Bloom, sino la menos profunda aparición de la obra de Darwin (cuyos fundamentos científicos se discuten hoy (1988) acremente) que “asestó un serio golpe a los cimientos de la religión”. A partir de ahí, de otros fenómenos culturales similares, “la confianza en el interior consenso moral comenzó a disminuir”, y las instituciones de enseñanza dejaron de representar su papel de guía de la sociedad: esta tarea pasó de las manos de la universidad a las de los teólogos. Con ello, “cayó en desuso la práctica de tomar en cuenta el carácter personal de los candidatos a formar parte del cuerpo docente”: “el intelecto y la destreza técnica…se convirtieron en las principales metas del profesorado”; institucionalmente, “Harvard abandonó la práctica de calificar a los alumnos basándose en su conducta y en su trabajo durante el curso”: se abrió una separación entre la formación de la mente y la formación del carácter, tareas que se depositaron en diferentes manos.

Al mismo tiempo, se inducía a los estudiantes “a ser menos diplomáticos, más inclinados a cuestionar los preceptos de los padres y de la iglesia, más tolerantes con perspectivas y puntos de vista diferentes”; el libro de las reglas de conducta se redujo de cuarenta páginas a cinco, y es 1886 se abolió la asistencia obligatoria a la capilla. La enseñanza se concentraba en trasmitir conocimientos y desarrollar habilidades, dejando que los estudiantes moldearan sus propias convicciones y compromisos.

La filosofía educativa de la universidad sufrió entones un cambio radical. Apartándose de la tradición anterior, se pensó que “un cuerpo docente comprometido con los niveles más altos de la verdad y de la integridad intelectual, automáticamente inculcaría un conocimiento de la virtud y un respeto hacia los principios morales”. Según el famosos “Libro Rojo” de Harvard, la mejor manera de contagiar al alumnos del gusto por la integridad intelectual sería poniéndolo cerca de un profesor que abnegadamente esté consagrado a la verdad. La formación del carácter queda sustituida así por la enseñanza de los valores, mediante el mero estudio de las humanidades, las ciencias sociales y las ciencias experimentales, confiando socráticamente que el conocimiento del bien conduciría a un compromiso con el bien. Por esto –resumimos nosotros– si antes se exigía del cuerpo docente la bondad moral como factor príncipe de selección ahora se le pide sólo el conocimiento científico de lo que ha de enseñar: la universidad deja de representar, así, una incidencia duradera en la orientación moral y ética de sus estudiantes.

Este es uno de varios extractos que publicaremos del e-Book “Ética en la universidad”.