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El diagnóstico en la acción directiva

Escrito por Víctor Manuel Torres Pérez | 19-ago-2019 16:37:00

 

El progreso científico permite un desarrollo cada vez más sofisticado de la técnica y, por lo tanto, una mayor eficiencia; pero esto no implica necesariamente un desarrollo ético ni prudencial. “El pensar de un modo concreto coloca al hombre en potencia próxima para la acción; pero, por ello mismo, puede detenerse en la perplejidad”.[1] La razón, por más profundos que sean sus alcances, es incapaz de abarcar a plenitud la realidad. De ahí que no sea legítima la pretensión de fundar las decisiones solamente en el conocimiento científico.

Recordemos que el diagnóstico -aunque ciertamente exige objetividad y humildad- es el primer paso de la acción directiva. La voluntad ejerce un imperio determinante. La razón explora las posibilidades; la voluntad decide sobre ellas; ya sea para aceptarlas, ya para rechazarlas. Y solo la conjunción de ambas facultades -es decir, el carácter- puede transformar exitosamente las ideas en acciones.

El diagnóstico puede darnos alguna certeza, pero solo sabremos si la acción fue acertada o no cuando ésta ya se ha realizado. Queda claro que no hay forma de garantizar que una meta será alcanzada. Sin embargo, se pueden fijar metas magnas bajo ciertas ponderaciones; es decir, los criterios de la acción directiva que ya hemos señalado.

Ahora bien, el carácter permite que las facultades superiores -inteligencia y voluntad- imperen sobre las potencias inferiores. Pero para que este imperio pueda llevarse a cabo es necesario que la inteligencia, la voluntad y el carácter se ejerzan. Y para fomentar las virtudes tanto intelectuales como morales, estas tres facultades deben formarse adecuadamente.

Entre las ideas y las acciones siempre habrá un salto, señalado por Carlos Llano. Pero el espacio entre ambos terrenos puede reducirse por medio de la deliberación y el autoconocimiento. No es coincidencia que los tres elementos de la acción directiva (diagnóstico, decisión y mando) impliquen una dimensión interna y una externa. Esta bidimensionalidad de la acción responde a que el resultado depende de las condiciones externas y, quizá en mayor medida, del agente.

Artículo extraído de la tesis doctoral del Dr. Víctor Torres Pérez, terminada en el año 2016, titulada “De la idea a la acción. Un estudio sobre los principios operativos de la empresa con sentido humano en el pensamiento de Carlos Llano”, y adaptado, con permiso del autor, para su publicación en este blog.


[1] Carlos Llano: Análisis de la acción directiva, Limusa, México, 2012, p.82.