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Importancia del teatro en la cultura

Escrito por Joaquín Cruz Lamas | 08-sep-2017 10:00:00

Quien alguna vez haya hecho teatro en su vida no podrá negar que hay algo en los escenarios, un no sé qué (je ne sais quoi), que los hace adictivos.

Pero no sólo el escenario sino la misma labor del actor, que no se reduce a la aparición frente a un público, tiene algo de atractivo que hace que una vez que hemos ingresado en ese mundo ya nunca lo dejemos, aunque no estemos actuando. De entrada sí podemos hablar sobre la atención del público como un ingrediente fundamental de esta experiencia. No hace falta ser actor para saber que el hablar frente a otros produce una buena carga de adrenalina; hay quienes la disfrutan y hay quienes la aborrecen. Los políticos, por ejemplo, viven de ella. Pero el actor no es, en estricto sentido, un orador, si bien muchas veces un orador puede ser un actor. Un actores un comunicador, pero puede hablarle al público sin pronunciar una palabra y en ese sentido su labor, a diferencia de la del orador, es capaz de tocar el terreno de lo inefable.

Origen y etimología de la palabra persona

Para entender mejor cómo es esto posible habría que remontarnos a los orígenes mismos del teatro occidental. Éste surge en la antigua Grecia, donde los actores usaban unas máscaras especiales que, además de mostrar al público las facciones de los personajes, dotaban a la voz de resonancia para que ésta pudiese llenar el espacio. De hecho el origen etimológico de la palabra persona (prósopon) viene de estas máscaras que proyectaban la voz del actor, la cual era su principal instrumento. La máscara, asimismo, comenzó teniendo una función ritual ya que el actor, al usarla, dejaba de ser él mismo y se convertía en el personaje que estaba interpretando. El teatro como espacio físico solía estar construido en la ladera de una montaña ya que la disposición del terreno se usaba para construir las gradas. Éstos se construían de manera semicircular y en el centro de la circunferencia había un espacio denominado orquesta, donde se desenvolvía la acción. Detrás de ésta última estaba la escena, que era una pared que cubría el espacio donde los actores se personificaban poniéndose las máscaras y el vestuario.

Los ritos órficos en el mundo griego

Ahora bien, eso en cuanto a los elementos generales que componían el teatro. Pero aquello que hace de éste algo tan atractivo está más bien relacionado con la función que cumplía dentro de la sociedad griega. En un inicio la función de la representación teatral era religiosa y ritual, éste formaba parte de los ritos órficos y las ceremonias dedicadas a Dionisio. Desde entonces la narración iba acompañada de música cantada por un coro. De hecho, la música y la literatura son artes que en un inicio no se distinguían una de la otra. Esta función religiosa y ceremonial iba de la mano de un elemento que Aristóteles distingue en “La Poética”: la catarsis.

Aportaciones de Aristóteles al teatro

Parte de la función religiosa del teatro era ser un lugar donde se podía dar el aleccionamiento moral de la audiencia. Contemplando las desgracias de los personajes en las tragedias el espectador podía conocer que las acciones viciosas llevan a la desgracia. Aristóteles desarrolla esta idea a través de la noción de catarsis: ésta significa purificación, en concreto de las pasiones bajas. El término es de origen médico y apela también a la curación, en este sentido la purificación o curación sería de un mal que debe ser eliminado y ese mal serían, justamente, las pasiones bajas. Se da una especie de redención de los vicios a través de los personajes. Sin embargo esta función purificadora no afecta solamente al público, sino también a los actores e incluso a los autores de las obras. En la edad moderna, empero, ese sentido de curación parece no estar tan claro, ni parece ser lo que nos llama la atención del teatro. ¿Qué es entonces lo que nos atrae con tanta fuerza, no sólo a las butacas, sino a los escenarios mismos?

Edmund Burke y los sublime

El filósofo irlandés Edmund Burke se hace una pregunta muy similar, pero él lo refiere a la categoría estética de lo sublime. Él se pregunta qué es eso que nos atrae tanto en autores como Milton y Shakespeare y, en concreto, qué es lo que nos atrae tanto de lo sórdido y obscuro de los personajes de los que estos autores nos hablan. Tanto las grandes tragedias de Shakespeare (Othello, Macbeth, King Lear y Hamlet), como la principal obra de Milton (Paradise Lost) nos hablan sobre esas pasiones bajas que Aristóteles y el mundo griego buscaban depurar mediante la representación dramática. El fenómeno está en el hecho de encontrar deleite en la oscuridad de dichas narraciones. Quizá sea porque la tragedia logra alcanzar la belleza mostrando la condición humana en su estado caído. Quizá sea porque, como dice Aristóteles, depuramos nuestras propias desgracias y pasiones bajas viéndolas en alguien más. Sin embargo el actor no las ve en alguien más, sino que las vive en carne propia en el escenario. Los celos de Othello son sus celos, el rencor de Hamletes su rencor, la locura de Lear es su locura y la ambición del escocés maldito es su ambición.

Aportación de Kierkegaard

Quizá lo que nos ofrece el teatro es la oportunidad de hablar de esas realidades, no porque sea un espacio seguro, sino uno en que uno, mediante la ficción, logra crear su propia realidad donde la obscuridad y la belleza se tocan redimiendo a la primera y alcanzando así la reconciliación. El ser humano es capaz de tener grandeza aún en lo más profundo de su desesperación; es más, quizá, como dice Kierkegaard, es gracias a la desesperación (a tocar fondo) que logra la grandeza, no la de los honores de este mundo, pero sí la de espíritu.

Importancia del teatro antiguo

¿Y lo que decíamos del público al principio? Se preguntará usted. Éste tiene un papel central, es necesario para que haya teatro, porque no sólo son los testigos de la acción sino, en parte, quiénes la hacen posible. Hay una gran emoción en hablar en público, pero en el teatro esa emoción siempre tiene un carácter más íntimo por la naturaleza del mensaje que se transmite: se trata de compartir esa reconciliación de la que hablábamos y de la que el actor y el autor son parte. Se trata de consumar la función ritual del teatro haciendo partícipe a la comunidad del proceso catártico y construyendo un vínculo social. A través de la creación de cultura se establecen puntos en común entre un grupo de personas y esto les da unidad y sentido de pertenencia. Más importante aún, se abordan los grandes temas que han ocupado la mente de los pensadores desde los inicios de la historia. Lo que mueve al teatro desde sus inicios no es la obscuridad de sus narraciones, ni la adrenalina que éstas pueden producir, sino el poder alcanzar una especie de redención en ellas y, principalmente, el poder compartir ese mensaje.