Hay muchas cosas que nos unen con Sor Juana Inés de la Cruz. Como ella, hablamos español, comemos mole, bebemos chocolate. Pero en estos tiempos, como ella, vivimos en clausura, y con un contacto intermitente con la realidad, o a través de una cortina: ella, la del locutorio; nosotros, la del internet. Somos más parecidos a Sor Juana que nunca antes. Por eso, hay muchas cosas que aprender de ella, a fin de que podamos hacer más llevaderos estos meses.
Sor Juana fue profundamente inteligente. Pero más profundamente curiosa. Conoció el mundo desde el convento, incluso si ya antes lo había conocido. Discutió grandes temas a través de las cartas. La capacidad de Sor Juana, podemos decir, está más en sus hábitos y prácticas para aprender constantemente, que es un genio natural. ¿Cuáles hábitos podemos aprender de ella? Podemos centrarnos en estos cinco puntos muy concretos:
Sor Juana estuvo siempre dispuesta a aprender. Desde pequeña fue a clases particulares junto con sus hermanas, y ella continuaba sus lecciones cuando estaba sóla. Aprendía y profundizaba por sí misma, en función de lo que le habían transmitido. Sin embargo, esta disposición a aprender con sus medios la supo cultivar Sor Juana con incentivos: ya fueran un reto, como cortarse el cabello si no aprendía, o ya fueran premios para sí misma. La clave de ser autodidacta está en la disciplina, y en la honda convicción de que podemos aprender si ponemos amor a lo que estudiamos.
Existe el mito de que Sor Juana se disfrazaba de hombre para ir a la universidad, pero esto es falso. Al contrario, Sor Juana se ufanaba de no haber ido a clases y encuentra una ventaja doble en ello: no tenía que luchar por obtener un grado académico y podía ir a su ritmo en los temas que quisiera: ya fuera para avanzar o para regresar a donde tuviera dudas. Pensemos como Sor Juana: lo que aprendemos no tiene que ser siempre a nivel profesional. Basta con que avancemos a nuestro ritmo y que amemos lo que estudiamos. La educación no siempre tiene que ser formal, sino enfocada a nuestro desarrollo personal y nuestra ilustración constante.
Todos podemos aprender, sin importar que seamos hombres o mujeres, pues el aprendizaje es una actividad humana, que no implica un género. Piensa Sor Juana que en la humanidad, el intelecto es universal. Todos podemos tener acceso a la vida intelectual. Todos los seres humanos pueden ser nuestros maestros, si nosotros nos dejamos enseñar por ellos. En el mundo de la educación no hay lugar para diferencias de género o de edad. Todos somos iguales en la república de las letras.
Sor Juana estuvo en discusiones teológicas con las mentes novohispanas más brillantes de su tiempo. Durante ocasiones si ganó el disgusto de varias autoridades. Sin embargo, Sor Juana tuvo la capacidad de enfrentar a sus interlocutores. No hay aprendizaje sin diálogo, y para ello es conveniente tener valentía para expresar nuestras ideas. Claro está que se puede usar un lenguaje prudente y un tacto amable. Lo importante es ser valiente para entrar en la discusión, y con ella, avanzar y disfrutar en el conocimiento de la verdad.