Las universidades surgieron en el siglo XII con la finalidad de sistematizar y difundir el conocimiento que hasta ese momento se tenía. Bolonia y París fueron los primeros lugares en verlas nacer. Recordemos que Italia y Francia eran, en ese entonces, dos de los países más importantes en términos políticos, religiosos y filosóficos. No es casualidad que una de las primeras carreras en dichas universidades haya sido derecho, la enseñanza universitaria estuvo ligada, desde el principio, a las circunstancias que rodearon a los países y, en general, a los asuntos políticos, religiosos y económicos (en ese entonces muy relacionados) de Europa.
Ya dijimos que una de las primeras carreras fue Derecho. Sin embargo, antes de acceder a dichas “carreras”, las cuales eran consideradas como facultades superiores, la persona debía de estudiar una especie de preparatoria cuyo currículo estaba conformado por el trívium y el cuadrivium. El primero de ellos consistía en 3 materias: gramática, dialéctica y retórica; mientras que el segundo consistía en 4: música, aritmética, geometría y astronomía.
Dicho lo anterior, queda claro que no cualquiera podía acceder a una carrera universitaria. Solamente las personas privilegiadas, que pudieran pasar los difíciles exámenes de “prepa”, eran elegidos para convertirse en las personas preparadas de occidente; lo cual nos dice algo importante sobre el significado de la preparación universitaria en ese entonces: las “materias” como la música y las matemáticas eran un requisito para acceder a una carrera profesional.
Enfocándonos en la época actual, la universidad debe ser más que una escuela de técnicas. Como diría Carlos Llano: debe preparar al hombre en el oficio de ser hombre. La universidad debe de educar en el estricto y radical sentido de la palabra, debe sacar de sus alumnos aquello para lo cual han sido creados, tomar el mármol de primer semestre y esculpir (ayudándoles a que ellos se esculpan a sí mismos) la mejor obra de arte; inculcar valores como la responsabilidad, la honestidad y la caridad. Formar la cabeza para que aprendan a pensar de manera lógica y estructurada. Pero sobre todo: Formar el carácter y la voluntad para que sean personas integras.