En su ensayo Las tres Electras Reyes realiza un análisis de tres tragedias griegas que versan sobre el mito griego de Electra, cada una escrita por uno de los tres grandes trágicos griegos: Esquilo, Sófocles y Eurípides. En el mito tradicional griego, como lo reconstruye Esquilo en su obra, Electra reconoce la presencia de su hermano Orestes por el descubrimiento de una trenza de cabellos en el sepulcro de su padre Agamenón. Reyes señala que esta anagnórisis experimentada por Electra causa que el espectador quede a veces «como poseído de real emoción dramática, otras, con ansia de llorar, y otras aún, con grata placidez risueña, como inspirada por un vago y perdido concierto de arpas»1. Una noción como esta manifiesta una influencia claramente aristotélica, pues resalta el efecto psicológico y emocional de los eventos trágicos sobre el alma del espectador.
Al analizar las distintas formas de caracterizar a Electra por parte de Esquilo, Sófocles y Eurípides, Reyes pretende subrayar los aspectos universales que apelan a todo ser humano en el carácter de la heroína: Esquilo la presenta como una abstracción psicológica, Sófocles hace de Electra una alegoría, y Eurípides la convierte en un ser real, llena de contradicciones.
En la breve frase en que Reyes expresa su interpretación de la catarsis trágica quedan involucrados de manera efectiva los elementos de la doctrina aristotélica de la Poética: el papel central de las emociones trágicas para causar la catarsis, la necesidad de recurrir a elementos estructurales para evocarlas, como la anagnórisis y el páthos, el aspecto mimético de la tragedia, que permite involucrar al espectador en la esfera tanto emocional como intelectual, etcétera. Sin embargo, la argumentación de Reyes no se quedará en el mero traslado de las nociones aristotélicas al ámbito de la crítica literaria, tarea cuya realización exitosa ya de por sí es meritoria. En su ensayo, Reyes logra también reconciliar la tradición idealista de Lessing y Goethe, con sus interpretaciones estética y moral de la tragedia, con la doctrina aristotélica de la potencia y el acto aplicada a la esfera del arte poético. Además, Reyes consigue exponer su propia noción de la tragedia, una que no se reduce sólo al teatro clásico griego, sino que envuelve también las obras de dramaturgos posteriores, como Shakespeare o Ibsen. Reyes, entonces, logra algo que pocos autores consiguen por la excesiva especialización de sus disciplinas: la aplicación efectiva de principios de distinto origen en el tratamiento de un problema, logrando una perspectiva integral y accesible al tema que trata. En el caso de Las tres Electras del teatro ateniense, Reyes realiza simultáneamente la tarea de la crítica literaria; acudiendo con versatilidad a nociones filosóficas, en este caso del pensamiento aristotélico y del idealismo alemán; y desplegando las dotes filológicas necesarias para tratar una cuestión como el teatro griego clásico. Todo ello evidencia de manera fehaciente la erudición, flexibilidad y vigencia del pensamiento de Alfonso Reyes.
1. Alfonso Reyes, ‘Las tres Electras del teatro ateniense’, en Cuestiones estéticas. Obras completas Vol. I (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1955), pp. 15–48., p. 18.
2. Reyes., p. 44.
3. Ibíd.