La distinción fundamental entre apertura y conciencia es que la primera es aplicable tanto para casos de percepción verídica como para casos de percepciones no verídicas; de ahí que la definición de apertura posea la sutiliza de “(como) de objetos ordinarios independientes de la mente”, pues en casos de alucinación, por ejemplo, no estamos perceptualmente abiertos a algún objeto ordinario independiente de la mente (Crane and French 2016). En cambio, que en ocasiones tengamos conciencia perceptual de objetos ordinarios independientes de la mente y sus propiedades se limita a los casos de percepción verídica, porque en otros casos no somos conscientes de objetos ordinarios independientes de la mente. Esta manera de entender la conciencia perceptual es una de las tesis centrales del realismo directo, la cual entra en problemas cuando tropieza con los argumentos de ilusión (argument from illusion), de alucinación (argument from hallucination) y de relatividad perceptual (argument from perceptual relativity). En esta primera entrega me concentraré en exponer cada uno de estos argumentos.
El argumento de ilusión comienza considerando que en los casos de ilusión un objeto aparece como portador de una propiedad P que de hecho no tiene. Si parece que el objeto posee P, entonces hay un objeto del cual somos conscientes que sí tiene P. Si del objeto que estamos percibiendo de manera consciente no tiene P, entonces en ese caso específico no somos inmediatamente conscientes de un objeto ordinario. Ahora, la percepción verídica y la ilusión tienen la misma explicación porque no hay una diferencia cualitativa entre percibir verídicamente y tener una ilusión. Por tanto, en casos de percepción verídica, uno no es inmediatamente consciente de un objeto ordinario. En este orden de ideas, si uno es perceptualmente consciente de cualquier objeto ordinario, entonces el agente que percibe tiene una percepción verídica o se encuentra en un caso de ilusión. Por tanto, uno nunca está perceptualmente consciente de objetos ordinarios (Crane and French 2016; Sosa 2011: 295).
El argumento de alucinación expone que en casos de alucinación uno no es consciente de un objeto ordinario. Pero, como los casos de percepción verídica y alucinación pertenecen al mismo tipo mental, entonces la percepción verídica y la alucinación deben tener la misma explicación. Por tanto, uno no es perceptualmente consciente de objetos ordinarios ni en la percepción verídica ni en la alucinación (Crane and French 2016).
El argumento de relatividad perceptual se rastrea desde la filosofía helenística[1]. Consideremos un ejemplo para entender mejor este argumento. A cierta distancia percibimos una mesa de superficie rectangular como si tuviera una figura en forma de trapezoide. Sin embargo, a la hora de tomar una distancia más cercana percibimos que la mesa tiene una figura totalmente distinta y distinguible de la que percibimos anteriormente. Si se alega que de hecho se percibió visualmente la figura de trapezoide y en nuestro campo visual no aparece un objeto ordinario que tenga esa figura, entonces el objeto percibido visualmente tuvo que ser un objeto distinto a los objetos materiales ordinarios (L. BonJour 2010: 103).
[1] Véase: Ierodiakonou 2011: 65-6.
Datos sensoriales
El sucedáneo que ofrecen los promotores de este género de argumentos son los datos sensoriales. Tanto en el argumento de ilusión como en el de relatividad perceptual el postulado de los datos sensoriales aparece como un resultado de la aplicación de la Ley de Leibniz: objetos que tienen propiedades distintas e incompatibles no pueden ser idénticos. En cambio, el postulado de los datos sensoriales en los casos de alucinación resulta de una concepción relacional de la experiencia perceptual con algo ajeno al agente y del principio de que toda relación implica la existencia de las cosas que se relacionan (BonJour 2010: 101-3; Crane and French 2016).
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