De pequeños aprendemos que existen dos bandos. Policías y ladrones. Héroes y villanos. Conservadores y liberales. Pero no es claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos. La figura del héroe se volvió trágica y la del villano, compasiva.

Parece necesario asumir una postura para granjearse el tan anhelado fin último: la felicidad. La promesa fue que la especialización de la técnica sería el medio para obtenerla, pero entonces Alemania acometió la empresa del asesinato en serie. El hombre dominó a la máquina, pero el sistema terminó por someter al hombre.

En este libro, los doctores Llano y Zagal invitan a reflexionar sobre la necesidad de la ética en los negocios. Las personas no son activos fijos. Son valores para la empresa. La ética no es “moralina”, ni un recetario para sacudir la conciencia. Lo dicen sin miramientos: “Vamos a hablar de virtudes, valores, formación, compromiso y libertad”.

Ahora que vivimos años de tolerancia (a veces traducida en indiferencia), hechos como el aborto, la pornografía infantil, matrimonios homosexuales, pena de muerte, guerras… son susceptibles de convertirse en “negocios” redituables. La verdad es una quimera y cualquier opinión es válida. Los puntos opuestos conviven. Es la nueva Babel.

Para Llano, en el mundo de los negocios no posee valor la máxima business is business. Tampoco es rentable, ya que la empresa consistiría en descubrir los puntos débiles del otro y a manera de Dalila, cortar cabelleras. La figura paradigmática de esta visión es Don Corleone y el principio es el del honor entre ladrones. El Padrino no propone, ni cede, ni  confía. Quién no está con él está en su contra y elige su aniquilación. Trato cerrado.

¡Qué concepción tan lejana de la auctoritas griega! Alejandro Magno representó la autoridad porque encabezaba su ejército y blandió su espada al frente de la batalla. Asestó el primer golpe contra el enemigo. Como consecuencia, los soldados los seguían hasta la muerte.

¿A QUIÉN SEGUIR?

Ahora bien, para nuestro tiempo es indudable que se requiere un nuevo modo de ser del hombre y, en concreto, un nuevo paradigma del empresario. Con este libro, los autores invitan a reflexionar sobre la misión del hombre de negocios. ¿Quién es empresario?, ¿es vocación?, ¿es técnica? Y si lo es, ¿dónde y cómo de aprende?

No cualquiera puede ser empresario. Se requiere vocación de servicio, gusto por la crisis y resistencia para los obstáculos cotidianos porque el trato diario con personas produce fricciones. Además, no debe caer en la seducción de añadiduras como la fama o el lujo.

Ser empresario implica un gran poder: la responsabilidad. El empresario es quien ejerce la autoridad y está a la cabeza del negocio. Por ello, sus grandes virtudes habrán de ser la resistencia y su capacidad de riesgo.

La ética no es una destreza, sino un aspecto del carácter. Saber ética es saber la singularidad de cada caso. La ética transforma a los individuos y los individuos transforman a las organizaciones.

El único modo de saber ética es vivirla. La propuesta de los autores es la reflexión sobre la ética como cuestión del carácter de las personas.

Ciertamente es un libro que habla de valores. Gozar de libertad es elegir el cumplimiento de los compromisos. La persona debe hallar el modo de conciliar su ámbito privado con el público. El ser humano es un fin, no un medio. Es sujeto de derechos y obligaciones, no un engranaje del sistema.

Si somos miopes sólo tendremos dos opciones: el capitalismo salvaje o una economía social de mercado. Lo medular de este libro es la libertad. No es pretencioso, es propositivo. El empresario debe tener la disposición a escuchar y no sólo asumir, proponer y no buscar conflicto. Así, la inteligencia emocional, la empatía y la ecuación constante son tácticas para lograr el rescate ético de la empresa.

 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             Ismael Juárez