La obra muestra un tono familiar, de cercanía y admiración a su maestro. Llano no se limitó a una mera exposición de las ideas de Gaos, sino que las comparó y juzgó desde otras perspectivas filosóficas, mostrando los límites que a su juicio dichas ideas encontraban.

El libro se compone de cuatro capítulos. Los tres primeros son más apegados a las ideas originales de Gaos y el cuatro presenta una lectura más bien crítica. El apartado “Objetos ideales y entes metafísicos” ofrece algunas distinciones que deben tenerse en cuenta, según Gaos, para el acceso filosófico al ser, el cual nunca se reduce únicamente a una objetivación teórica, sino que siempre se encuentra vinculado con lo que Llano clasifica de un “personalismo existencial”, que supone la incidencia de las circunstancias y la dimensión trascendente en nuestro conocimiento de algún ámbito del ser.

Llano recoge de Gaos la irreductibilidad entre lo ideal y lo propiamente metafísico. Es desde esta diferencia que puede hacerse una “metafísica del hombre” o una “fenomenología humana”. Gaos opta por una perspectiva más vitalista que agnóstica y por eso su pensamiento logra reanimar, según Llano, la vigencia de la metafísica.

El siguiente capítulo se ocupa de “El conocimiento del singular”, que encuentra en Gaos una fuente y un interlocutor de alto nivel. De nuevo, el acceso a la objetividad del singular supone una reflexión sobre el sujeto individual que pretende encontrarse él. Llano enfatiza que Gaos no distingue con claridad el principio de individuación noética del principio de individuación ontológica. Se señala así que, desde el aristotelismo, hay una relación más radical con la materia como principium individuationis, la cual en Aristóteles funciona como fundamento y en Gaos se plantea a nivel de una corroboración.

El tercer apartado evoca también otras obras publicadas de Carlos Llano, como su volumen sobre la Etiología de la idea de la nada. Nuevamente, el pensamiento de Gaos es una fuente insoslayable, y de su mano se adentra el estudio de “La filosofía del no”.

El tema de la negación es una clave heurística para penetrar la filosofía de Gaos, que en este punto, según Llano, alcanza una mayor altura que la de otros autores del siglo XX ocupados en el tema de la negación y la nada, como Sartre, Heidegger, Jaspers y Ortega, entre otros. El planteamiento comienza por el lenguaje y las categorías negativas en la expresión verbal. Se alcanza así una “fenomenología del no relativo”, y se concluye la indenotabilidad del no, para alcanzar una paradójica fenomenología de la nada, objeto o instancia mental que se muestra como inobjetable y que ha de tenerse en cuenta desde el plano metafísico para enmarcar la negación práctica, relacionada con la voluntad y con el plano existencial.

El cuarto capítulo se titula “Antinomismo en la filosofía de José Gaos”. Estas antinomias aparecen en el tratamiento de los grandes temas metafísicos, de los cuales se ocupó el transterrado español en su trabajo filosófico. Se trata de plantear los temas límite de la razón. Llano distingue las antinomias de Gaos de las kantianas, aclara su estatus contradictorio y efectivamente antinómico según Gaos, y explora las alternativas vitales ante estos supuestos callejones sin salida del pensamiento. Las antinomias de Gaos hacen referencia a las kantianas, pero difieren en su contenido nocional. Sin embargo, la necesidad del hombre de buscar respuestas a éstas es de vital importancia para ambos autores y así, se asemejan. Las antinomias gaosianas se enumeran así: finitud o infinitud del espacio y del tiempo, necesidad o no de una causa primera y libertad o naturaleza.

Los ensayos sobre José Gaos son un diálogo fecundo con las enseñanzas del transterrado, y a la vez ofrecen un estudio propiamente filosófico de algunos de los temas más apasionantes e importantes de la metafísica en su conjunto.

                                                                                                                                                                                                                                                                                               Ma. Elena García Peláez C.