El lector de Falacias y ámbitos de creatividad se encuentra ante un análisis reflexivo y serio sobre esta valiosa realidad del ser humano. Aunque tiene como punto de inflexión a la creatividad en el ámbito del management, en él existen un sinnúmero de ideas con alcances antropológicos significativos.

En la primera parte, Llano destaca las trampas que enfrenta el empresario para fomentar la creatividad, como del ancla (atenerse a lo existente), la trampa de costos subterráneos (no querer rectificar) o la trampa de la reafirmación de la evidencia que conduce al hombre a demostrar que su decisión fue correcta. La virtud que más destaca para evitar caer en estos atolladeros de la humanidad.

También investiga las falacias acerca de la creatividad, y considera que la principal ha sido identificarla con el cambio de paradigmas. Para salir del error, examina los sentidos en que habría de entenderse el término paradigma. Uno de ellos se aplica a los modelos operativos y es entendido como una hipótesis de trabajo cuya verdad o falsedad no importa en tanto sea funcional. De este sentido, viene la falsa idea de que paradigma es sinónimo de algo que debe cambiarse.

Llano revisa el sentido paradigma entendido como “ideal de vida”, porque en la actualidad domina la idea de que los proyectos de vida “no funcionan” y que, por ende, han de cambiarse. Es enérgico y pide que, antes de cambiar un ideal de vida, se pregunte si se desea cambiar porque no hemos sido capaces de realizarlo, o bien, porque lo rebajamos tanto que no exige esfuerzo.

Tras estos análisis, pone de relieve que existen paradigmas que han de ser re-descubiertos, porque se han olvidado de ellos, tal y como ocurre con el ámbito propio de la creatividad. La creatividad es el descubrimiento y desarrollo de cualidades personales ignoradas, no explotadas por la persona.

Para comprender esto, es necesario aceptar que además del capital monetario existen otros más valiosos. Por ejemplo, el capital social, es decir, la confianza (trust) entre la gente de la organización, el capital intelectual (conocimientos y habilidades) o capital caracterológico (valores y virtudes semejantes). Por esta razón, la capacidad directiva no es una ciencia o una técnica, sino un saber prudencial que exige un carácter bien formado.

FOMENTAR LA CREATIVIDAD

Aunque el desarrollo de las personas es imprescindible para fomentar la creatividad, la experiencia demuestra que no es sencillo. Llano ofrece un estudio fenomenal para el tema de la motivación y la creatividad: la relación entre sentimientos, razón y voluntad para formar el carácter. La propuesta del autor es interesante, pues su investigación es superior (aunque no contrapuesta) a la presentada por Daniel Goleman.

Hacia la última parte del libro, Llano advierte que la creatividad radica más en la constancia que en la novedad, por lo que en su opinión, debe erradicarse la falsa idea que describe al acto creador como un chispazo o una genialidad repentina.

Llano se da cuenta de que su planteamiento cae en una petición de principio porque la constancia que se pide, sólo es posible alcanzarla con una constancia que no se tiene. Consciente de ello, señala que para romper el círculo vicioso es preciso trabajar en equipo. Por ello, estudia con cierto detenimiento algunas estructuras del trabajo en equipo que suscitan campos fértiles para la creatividad.

Estamos frente a un libro de management impregnado de aciertos antropológicos cuya aplicación práctica en las organizaciones es innegable. No me queda más que recomendar el libro a quienes deseen conocer los resortes que impulsan la creatividad o a quienes deseen abordar el apasionante tema de la motivación y el liderazgo. El lector decida, pues, con qué ojos leer esta obra.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Miguel A. Marcos García