Este libro contiene un conjunto de ponencias llevadas a cabo por Carlos Llano, del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), Juan Antonio Pérez López, del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE), George Gilder, del Instituto Lehrman (USA) y Leonardo Polo Barreña de la Universidad de Navarra y la Universidad Panamericana, aportadas en el Seminario de Humanismo y Empresa, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, con la que el IPADE guarda desde su fundación estrechos nexos a través de su escuela de negocios, IESE.

El primer capítulo del libro corresponde al trabajo de Carlos Llano El trabajo directivo y el trabajo operativo de la empresa, en el que se expone el nuevo concepto de empresa surgido en el último tercio de siglo, según el cual el capital ha cedido su preponderancia al trabajo, en su doble manifestación: directivo y operativo. En especial, el trabajo directivo y organizador ha dejado de ser el instrumento por el cual el capital trataba de ordenar la fuerza de trabajo operativo con vistas a los fines del propio capital.

La organización no se ve ya como algo ajeno al trabajo, sino como resultado o modalidad de un trabajo específicamente determinado: el de dirigir. Ahora, más que acertar en las vinculaciones entre el trabajo y el capital, como antes, resulta apremiante configurar un nexo acertado entre el trabajo directivo y el operativo. El trabajo directivo se encuentra más próximo al sujeto que lo realiza, en cambio, el trabajo operativo gira en torno a la órbita del objeto sobre el que opera. De ahí que las reglas del trabajo operativo, derivadas del objeto que es término de su acción sean fijas y conocidas; mientras que las de la acción directiva se encuentran en dependencia de lo que el sujeto quiere, y tengan la versatilidad y creatividad de éste.

Pero la diferencia entre dirección y operación, no legitima el axioma tayloriano según el cual unos serán los directores y otros los operadores, porque ello divide la esencia misma del trabajo. El autor afirma que debe discernirse entre la división de los trabajos (necesaria en la actual sociedad) y la división del trabajo (que no es en modo alguno necesaria).

Bernard Bass ha afirmado desde un ángulo utilitario que esa manera de dividir el trabajo no es deseable sino de algún modo inevitable; y precisa los cuatro factores que obligan a postular esta separación intrínseca del trabajo directivo y del operativo: el tiempo, la pericia, la preferencia y la repetitividad.

Carlos Llano, por su parte, sugiere que, al llevar a cabo la división de estas dos dimensiones pertenecientes a la esencia de todo trabajo (dirigir y operar) debe tenerse presente el costo antropológico, el demérito del ser humano ocasionado por tal modo de “organización”: cuando el trabajo, por sistema, por “organización”, se le despoja de su dimensión de creatividad, se le priva al trabajador de la mejor expresión de su autonomía personal, el más nítido reflejo de su racionalidad, a lo que ningún hombre debe ser sustraído. (Juan Pablo II, en su encíclica Laborem Exercens se ha referido a la división análoga a la que ahora nos referimos –entre trabajo objetivo y trabajo subjetivo- aludiendo a parecidas consecuencias).

Por ello, la verdadera organización procuraría que, manteniendo la diversidad entre dirección y operación, todos los integrantes de la empresa dirijan y operen en su nivel, esto es, que la capacidad directiva se disemine en todos los estratos de la empresa, sin reservarla monopolísticamente para los niveles superiores.

Pero, como ya se dijo que el trabajo directivo gira en torno de la persona, la diseminación de la directividad a lo largo de la empresa, exige de ésta un dominio antropológico –hoy llamado cultural-, referente a los valores y aspiraciones de la persona, más que un dominio tecnológico al que hasta ahora la organización se encontraba acostumbrada, siguiendo la pretensión errónea de que hubiera trabajos solamente operativos.