Viaje al centro del hombre evade tanto la especialización excesiva como la trivialidad de lo motivacional. En los textos, dedicados por Llano a la filosofía del hombre, brilla la amplitud de sus horizontes de comprensión, su erudición y su frescura, la profundidad y el humor –tan necesario contra la solemnidad-. El libro concilia la perspectiva metafísica con las aplicaciones prácticas, y una concepción teórica del hombre con los hombres concretos y sus más vivas preocupaciones y deseos.

viaje-al-centro-carlos-llanoHOMBRE Y DIGNIDAD

La primera expedición de este viaje centrípeto se ocupa del hoy tan manido tema de la dignidad. Llano explora a fondo lo que pocos teóricos de los derechos humanos se atreven siquiera a plantear: el fundamento de esa dignidad intrínseca del hombre, misma que permite aseverar que el universo es antropocéntrico, “no porque yo sea hombre y considere que el universo tenga que estar centrado en mí, sino porque yo tengo una dignidad de la que el universo carece”. Ese punto crucial es la condición creatural, el ser humano como imagen de Dios, al cual se acerca más, en tanto más se comporta como un fin en sí mismo. Así, “el deber del hombre no es el de rebajarse siquiera por falsas razones religiosas: sino el de estar a la altura de su dignidad”.

El autor muestra las contradicciones intrínsecas de una modernidad que formula discursos políticos alrededor de la dignidad del hombre, mientras lo reduce a los criterios de la pura eficacia productiva. Refuta las críticas de Nietzsche y de Sartre y defiende al Cristianismo como un Humanismo. Ello da pie a la segunda expedición, más concreta y a la vez más riesgosa, pues se ocupa de las tentaciones del materialismo y el consumismo. El autor no incurre en un pauperismo ingenuo: explica el problema de dar forma a una lista exhaustiva de las necesidades humanas, pues hace ver que la dinámica de lo necesario varía según los diversos contextos. Hay, en este segundo apartado, un llamado necesario hacia esa solidaridad “que me haría más hombre que aquellas cosas superfluas que yo retengo”.

La tercera exploración comienza con un reconocimiento fundamental: la verdadera disyuntiva social no es entre modelo económicos diversos, sino entre dos perspectivas filosóficas: el nihilismo o el renacimiento de los valores clásicos. Se alcanza así el centro que promete el título del libro: una apuesta por el compromiso, por la capacidad de renuncia como conditio sine qua non del amor.

 

PEQUEÑAS QUIMERAS

El libro cierra con la admisión de que las grandes utopías están clausuradas. Y sin embargo, “las pequeñas utopías, las que nosotros podemos fraguar en nosotros mismos (…) son plenamente posibles en el ámbito de la verdadera vida, del ethos vital”.

Viaje al centro del hombre es un valioso tejido de disertaciones éticas, pruebas metafísicas, ejemplos contundentes, alusiones literarias y sapienciales. Algunas líneas reflejas al Carlos Llano oral, el de las clases de epistemología; otras recuerdan al brillante teórico de la empresa; otras más, al filósofo tomista, alumno de Gaos, interlocutor de la filosofía moderna desde el pensamiento perenne. Todas las palabras, y he aquí el peso específico del libro, hablan no solamente sobre el hombre; hablan también al hombre, a cada hombre, y como bien dice Antonio Machado –el poeta dilecto de Carlos Llano: “El que no habla a un hombre, no habla al hombre, el que no habla al hombre, no habla a nadie”.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      Vicente de Haro