“Cuando nos falta una cosa es justamente cuando la echamos de menos. Y tal vez es esto lo que nos está ocurriendo con la ética. Hasta hace bien poco, hablábamos de que alguien cumplía o no cumplía con sus compromisos comerciales, de que era una persona decente y buen pagador o, por el contrario, que no era totalmente de fiar. Ahora, en cambio, andamos inquietos de cómo asegurar que las personas que integran las empresas se atengan a códigos de conducta.”

 

Carlos Llano propone que la implantación de una auténtica cultura en la empresa parta de una opción de los directivos y de los demás miembros de la misma a favor de un concepto definido y verdadero de lo que es el hombre, caracterizado por dos rasgos fundamentales: su esencial libertad y su llamada a la trascendencia. De esta postura se derivan los principios éticos que una empresa plasma en sus códigos de conducta, y que incluyen tanto las normas básicas para la vida social como las reglas específicas aplicables a la actividad cotidiana de la empresa.