En la sociedad contemporánea, donde muchos individuos se sienten afectados por el vacío del sinsentido de la vida, comienza a despertarse el atractivo por los rasgos que definen al hombre de carácter: la capacidad de compromiso, la  capacidad de renuncia y la capacidad del don de sí, Estos rasgos corren parejo con el sentido de responsabilidad, el control de los instintos y el dominio del temperamento. Esto significa que en lo social cobra cada vez más importancia el desarrollo de las personas por encima del de los procesos, de las fórmulas, de los mecanismos y de los sistemas organizacionales.

Hoy es una gran tarea “restituir la importancia, la dignidad y grandeza al núcleo fundamental de la sociedad. La salvación de la humanidad depende de la firmeza de la familia” (Hans-Georg Gadamer).

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La globalización, tema versátil y socorrido, se aplica a todas las áreas. En general la precede buena fama, pero ya ha dejado ver su contracara, no todos son amplios horizontes de esperanza: voces autorizadas se levantan para advertirnos. Carlos Llano reseña la discusión de un seminario auspiciado por el Fondo de Cultura Económica y aporta nuevas ideas a esta realidad ambivalente con que estrenaremos el milenio.