En la sociedad contemporánea, donde muchos individuos se sienten afectados por el vacío del sinsentido de la vida, comienza a despertarse el atractivo por los rasgos que definen al hombre de carácter: la capacidad de compromiso, la  capacidad de renuncia y la capacidad del don de sí, Estos rasgos corren parejo con el sentido de responsabilidad, el control de los instintos y el dominio del temperamento. Esto significa que en lo social cobra cada vez más importancia el desarrollo de las personas por encima del de los procesos, de las fórmulas, de los mecanismos y de los sistemas organizacionales.

Hoy es una gran tarea “restituir la importancia, la dignidad y grandeza al núcleo fundamental de la sociedad. La salvación de la humanidad depende de la firmeza de la familia” (Hans-Georg Gadamer).

 

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Para muchos la tolerancia sólo se hace posible en un clima cultural laxo, en donde no se admiten verdades absolutas. ¿Puede coexistir la tolerancia con convicciones firmes y seguras?