Familia y Sociedad

Ilíada: familia, linaje, memoria e identidad

[fa icon="calendar"] 23/07/18 9:30 / por Gabriel González Nares

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

¿Cómo se presentaría un héroe homérico ante un extraño? Imaginemos que el héroe salta del barco a la playa y extiende su brazo al extraño. Lo más probable es que diga: “Soy Fulano, hijo de Perengano, del reino Tal.” Muchas veces en la cultura homérica encontramos tal fórmula de presentación: “Soy Odiseo, hijo de Laertes, rey de Ítaca.” “Soy Aquiles, hijo de Peleo, rey de Ptía”. ¿Qué hay en esta fórmula de presentación en la que no basta el nombre individual? Hay linaje y memoria: la referencia a los ancestros del héroe; la idea de que la identidad está en la pertenencia a una familia, a un reino. Que el individuo no se genera sólo.

En el contexto de Homero los héroes no son solitarios, se mueven casi siempre en contexto de familia y de sociedad. Antes de ser capitanes, reyes, guerreros princesas o sacerdotisas los personajes son hijos; hijas, padres; madres, hermanos; hermanas, maridos y esposas. La ciudad ha sido construida por esposos, madres, y abuelos antes que por comerciantes, adivinas y guerreros. La guerra de Troya, claro está, no es más que un conflicto matrimonial llevado a magnitudes étnicas.

De tal modo, los ciudadanos, antes de ser el herrero, la tejedora, el naviero o la alfarera son siempre “hijo de”, “madre de”, “hermana de”, “abuelo de”, etc. La familia queda como anterior a la ciudad; y esto lo saben incluso los gobernantes: antes de ser príncipes, son hijos de Dárdano, si son troyanos, o hijos de Atreo, si son aqueos. No importa si los ilustres fundadores de la ciudad hayan muerto hace generaciones: el punto es reconocer su linaje familiar como referencia segura de partida. El reconocerse como miembro de la familia de un fundador da tres cosas: un linaje que da seguridad, una memoria que es receptáculo de rasgos fundamentales, y una identidad, primero colectiva, y luego marco en la que florece la individualidad.

1. Linaje, transmisión y continuidad

Pertenecer a un linaje es descender linealmente de ciertos hombres y mujeres. La línea aparece como la figura que une el presente con el pasado. Pero también la línea se convierte en un símbolo de seguridad. Si yo aparezco completamente sólo en el mundo, seguramente tendré miedo porque no tengo ninguna referencia para saber qué hacer. Pero si una línea, un linaje, me conecta con modelos exitosos anteriores ya no tendré miedo. Tendré confianza, pues puedo referir mi actitud a un fundamento seguro. El linaje transmite algo: buena salud, fama, cultura, misión, bienes. Héctor sabe infundir valor en sus hombres porque es un buen Príamida. Aquiles es rey de los mirmidones porque es Pélida. Andrómaca es magnánima porque es como su padre Eetión (Il.VI, 394). El linaje es herencia, y por tanto, es fundamento. Es el origen de la formación y del desarrollo individual, de modo que el individuo no va sólo, sino que va en la línea de sus ancestros. Pero hay que tener precaución: el linaje no siempre es destino. El individuo no está obligado a hacer las mismas acciones que sus ancestros, pues tiene capacidad de elegir. Ahora bien, de poco sirve el linaje si no está en la memoria, tanto individual como colectiva.

2. Memoria: el resguardo de lo fundamental

La memoria es el lugar en donde se resguardan los rasgos fundamentales de una identidad. Si bien el linaje une el pasado con lo futuro y da seguridad, la memoria es el sagrario en el que el linaje habita. Los ancestros viven en la memoria. Su fama y memoria también. Sus cuerpos pueden estar en las grandiosas y ricas tumbas de Micenas o Tirinto, pero el contenido de lo que han transmitido, la cultura, los valores, la lengua, no está ahí, sino en la memoria de los vivos.

La memoria del individuo actúa a la vez como sagrario y cimiento, pues conserva lo precioso y da un asiento seguro al futuro. En ella están los modelos ante los que es posible compararse en los momentos de duda. De modo que tenga sentido esta pregunta: “según lo que aprendí, ¿qué haría mi ancestro en mi lugar?” De este modo, la memoria se convierte en el recurso en el que vive el modelo de comparación de las acciones. Así, ser descendiente de Príamo, de Aquíles, de Peleo o de Néstor no queda en un mero hecho biológico, sino en una fructificación activa llamada a la excelencia.

3. Identidad: lo que soy lo debo a mi familia y linaje

El fruto vivo del linaje y de la memoria es la identidad concreta de alguien, pero no la individualidad en sí misma: aislada y pobre, sino contextualizada y fértilmente injertada. La identidad responde a la pregunta ¿quién soy yo? desde la riqueza del linaje y la memoria. Soy lo que soy por la tradición que he recibido de mi linaje. Es decir, mi identidad no ha surgido de la nada, sino que ha sido formada en un contexto y que incluye el esfuerzo de individuos semejantes a mí que ya se han visto en problemas semejantes a los míos. Mi identidad puede desarrollarse porque otros como yo ya han resuelto los problemas a los que yo me enfrentaré. No tengo que empezar de cero.

¿Es esto un determinismo? No, pues yo no soy mis ancestros en persona ni estoy en sus mismas características. Sin embargo, cargo con su legado y con él mi identidad individual tiene una mejor oportunidad de formarse en la excelencia que si no lo tuviera. De modo que soy quien soy por el contexto y guía de mi linaje y por las decisiones que tomo. La memoria y el linaje ayudan a esculpirme en la identidad de mi individualidad.

Así, se ve que la formación del individuo sólo tiene sentido en un contexto familiar y social que lo integra y que lo esculpe sin que pierda su libertad. Los hijos de los héroes fundadores, ya sea Atridas o Dárdanos, aqueos o troyanos, tienen esta idea clara. Tan clara es en ellos que, desde jóvenes, como Héctor y Andrómaca, se atreven a formar sus propias historias de fundación, de fertilidad y de apertura a la vida, donde la familia y la ciudad son formadoras de individuos libres y excelentes.

Ebook Libertad y Educación Cátedra Carlos Llano

Topics: Valores familiares, Antropología Filosófica, Ilíada y Odisea

Gabriel González Nares

Escrito por Gabriel González Nares

Gabriel González Nares es maestro en Filosofía Antigua por la Universidad Panamericana, México y licenciado en Filosofía por la misma universidad. Ha sido profesor de filosofía en el Colegio Montreal y en el departamento de Humanidades de la Universidad Panamericana, donde, en la actualidad, es profesor investigador de tiempo completo en la escuela de pedagogía. Ha asistido a congresos sobre filosofía medieval en Santiago de Chile, Nueva York, París y Atenas. Se interesa por la filosofía de la educación, la metafísica y la Dialéctica medieval, especialmente en la transición de la Antigüedad tardía a la Alta edad media latina. Es miembro de la Asociación filosófica de México y columnista en la Cátedra UP-IPADE Carlos Llano.

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