Familia y Sociedad

La familia y la empresa

[fa icon="calendar"] 30/05/18 12:12 / por Ernesto Bolio y Arciniega

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

Una familia de empresarios reúne dos dimensiones: la familia y la empresa. Hay un nivel racional o intelectual de lo que se debe hacer con la empresa: políticas, normas, procedimientos, productos y, en general, todo aquello que constituye la empresa a nivel del intelecto. Pero también está muy presente el nivel emocional en una empresa familiar, en donde todo el tiempo están en juego las emociones y los sentimientos.

En este segundo plano es donde la incidencia de la dimensión empresarial puede tener efecto en la formación de los hijos. En el nivel emocional, los padres empresarios pueden afectar a sus hijos en dos aspectos básicos. En el primero, por defecto en lo emocional y exceso en lo racional, los hijos pueden tener la percepción de que su padre es frío y distante, con el cual no conectan; sienten que se les exige mucho, pero se les apoya poco. Se les impone una disciplina exagerada, donde el padre puede estar físicamente presente, pero no hay una corriente afectiva percibida por los hijos.

El padre establece una relación más racional y proyecta la dinámica de la empresa a la familia. Se le exige al hijo en algo que, o no se le educó adecuadamente, o no es posible que lo logre por carecer de las capacidades necesarias, aun teniendo otras igual o más valiosas. Por supuesto, no es que el padre quiera herir al hijo, pero la exigencia que deriva en desaprobación y falta de muestras de cariño contribuye a acentuar la lejanía que siente el hijo respecto a su padre.

El otro extremo se caracteriza por exceso en lo emocional y defecto en lo racional. En este escenario, el tema disciplinario, racional e intelectual es muy pobre o escaso y se juega mucho con las emociones intensas, muchas veces por vías negativas como el chantaje emocional, a través de dinámicas laxas o permisivas que no resultan en ningún sentido positivas.

La falta de exigencia puede ser también interpretada como falta de valía o capacidad y el hijo podría racionalizarlo: “como valgo poco, puedo poco”. Una sobreprotección o una falta de exigencia adecuada a la persona en el momento oportuno puede derivar en un carácter débil. El exceso de afecto o un afecto desordenado sin lo intelectual presente, provoca que el hijo no esté bien formado, al dejarse llevar por las emociones, sin un buen encauzamiento de ellas. El problema usualmente viene con el tiempo, cuando ese hijo es incapaz de tomar control de su vida. Se vuelve una persona dependiente por el resto de su existencia.

Este artículo está extraído del libro “Ser y hacer de las familias empresarias, una visión integral”, coordinado por Ricardo Aparicio. El lector podrá conseguir este libro en la librería del IPADE, México “La Posta”.

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Topics: Familia y empresa, Principios familiares, Antropología Filosófica

Ernesto Bolio y Arciniega

Escrito por Ernesto Bolio y Arciniega

Profesor decano del área de Factor Humano en el IPADE. Programa de Alta Dirección (D-1), Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Médico Cirujano, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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