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La felicidad según Tomás de Aquino

[fa icon="calendar"] 25-may-2017 6:00:00 / por Maria Teresa Pérez Arenzana

 

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Tomás de Aquino parte de la consideración de felicidad natural brindada por Aristóteles, por lo que entiende que la felicidad tendrá origen en las operaciones más propiamente humanas; dichas operaciones serán las operaciones racionales. En las cuales, la operación intelectual quedará completa cuando lo entendido está en el que entiende; por un lado. Por otro, en cambio, la operación de la voluntad se perfeccionará en la tendencia del sujeto a la cosa real que es su término.

Función de la inteligencia

La función de la inteligencia es conocer, y la de la voluntad es querer. La voluntad en sí misma es ciega, ya que se ve limitada por el conocimiento al que sigue. La inteligencia por su parte no tiene capacidad de moverse por sí misma. Sin embargo, de la combinación de ambas surge el producto exclusivamente humano del movimiento con conocimiento, un movimiento controlado o deliberado que es el medio por que se obtiene la felicidad: la libertad. Ahora bien, el conocimiento de las cosas que están por debajo de nosotros es más noble que su amor. Pero en las cosas que nos trascienden es preferible el amor al conocimiento ( Cfr. Cruz. 1996: 85). Por ello, el conocimiento se perfecciona cuando lo conocido se une con lo cognoscente, pero sólo a través de una semejanza suya; en cambio, el amor hace que el amante se una en algún modo al amado (Cfr. Cruz. 1996: 114).

Entre las facultades racionales: inteligencia y voluntades. La diversidad de las potencias del alma se debe a que toman en cuenta distintos aspectos de la realidad, sin embargo, esto no implica que lo que es conceptualmente distinto sea uno y lo mismo en la realidad (Cfr. Aquino. Sum. Th I q. 77 a. 3 ad. 3). Por ello se puede hablar de superioridad entre las facultades o las operaciones, pero no dependiendo de los objetos de estas facultades; ya que ambos objetos son convertibles en tanto que trascendentales.

Facultades superiores de la persona humana

Las facultades superiores se dicen que pueden estar tendiendo a más no sólo porque después de haber conocido o querido algo puedan conocer o querer algo más, sino que también en esa medida podrán conocer y querer mejor: más profunda e intensamente, ya que está facultades no tienen un órgano material propio que lo limite. Así pues, entre más se actualicen la inteligencia y la voluntad, mayor y más perfecta será su actividad. No hay superioridad absoluta distinguible entre las facultades superiores. Sin embargo, la voluntad puede ser considerada superior en el ámbito del ejercicio; ya que la voluntad despóticamente siempre hará que el entendimiento entienda. En cambio, el entendimiento sería considerado superior en el aspecto de la especificación, ya que políticamente el entendimiento le presentará las verdades que ha considerado como buenas y de entre ellas elegirá.

Santo Tomás de Aquino, en su teología, se percata de que el fin propio del hombre será servirse de la operación más alta de la que sea capaz. Esto se fundamenta en su teoría teleológica causal; ahora revisaré a que se refiere. La primera de todas las causas es la final, ya que la materia no alcanza la forma sin la moción de la causa agente que solamente actúa en vista del fin. La forma es la determinación de un ente, y en el hombre esta causa será la racionalidad. Es propio de la naturaleza racional tender a un fin moviéndose o dirigiéndose a sí misma, ya que tienen el dominio de sus actos por la facultad de la razón y de la voluntad (Cfr. Aquino. Sum. Th. I-II q1, a2, c). Los que carecen de razón tienden al fin por inclinación natural, en estos la causa formal y la final se identifican, de ahí que estén ordenados a algo determinado.

Cuál es la finalidad de los actos humanos

Cada cosa se constituye en su especie por acto; los actos humanos se especifican por el fin. El fin es el principio de los actos humanos y es también su término, porque el término de los actos humanos es lo que busca la voluntad como fin (Cfr. Aquino. Sum. Th. I-II q1, a3, c). Recordemos que con base en estos dos sentidos es que se dice que el fin es lo primero en la intención y lo último en la consecución. Además, pertenece a la naturaleza misma del acto el proceder de un principio, en la medida en que es acción y dirigirse a un término en la medida en que es pasión (Cfr. Aquino. Sum. Th. I-II q1, a3, ad. 1).

*Este artículo fue extraído del ensayo “El secreto de la felicidad, tres perspectivas y una experiencia” escrito por María Teresa Pérez Arenzana.

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Maria Teresa Pérez Arenzana

Escrito por Maria Teresa Pérez Arenzana

Licenciada en Filosofía. Especialidad en Orientador Humanista y Psicoterapia Gestalt. Participante de talleres relativos al desarrollo humano: Manejo de conflictos, Intervención en crisis, Adicciones, Psicopatología, etc. Participante del programa Persona – Familia por el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa, IPADE. Maestría en Filosofía. Especialidad en Antropología y Ética. Ejerce la docencia como miembro de la Academia de Filosofía Social y Política, además de ser profesora invitada de la Academia de Antropología y Ética, en la Universidad Panamericana. Pertenece a la asociación científica: Círculo de Filosofía de la Naturaleza (CFN) con sede en París.

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