Hildegarda de Bingen, ilustre monja alemana, es una de las figuras más interesantes de la Edad Media. Recibió visiones y fue consejera de Papas y emperadores. Cultivó casi todos los conocimientos de su tiempo: teología, filosofía, física, medicina, música y otras muchas. Fue nombrada doctora de la Iglesia en octubre de 2012 por Benedicto XVI junto a San Juan de Ávila.
De entre las figuras de la edad media, se puede hacer mención de muchas mujeres santas y sabias. Y aún más llaman la atención las mujeres que lograron tener una vida de santidad, cultura y servicio a la comunidad en tal grado que les mereció ser nombradas doctoras de la Iglesia. Un magno ejemplo de una vida santa, estudiosa y de servicio es la de la abadesa Santa Hildegard von Bingen. Esta sabia doctora fue pionera en el ámbito de la medicina, la música, la poesía, la mística y otros conocimientos. Sus doctrinas teológicas y su vida de santidad le ganaron el título de Doctora de la Iglesia, que le concedió el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012. Es, junto a Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena y Santa Teresita de Liseux una de las cuatro doctoras de la Iglesia.
Su juventud
Hildegard nació en el seno de una familia noble en la región alemana de la Renania y Palatinado. Esto es: al sur de la actual Alemania, junto al río Rin. Desde su juventud presentó actividades que sorprendían a sus mayores, pues, tenía visiones de cosas que otros no podían ver. Una ocasión, por ejemplo, dijo a su nana: “Mira el becerro rojo que está gestando aquella vaca embarazada”. Naturalmente, el becerro no era visible en el vientre de su madre, pero todos se asombraron cuando la vaca dio a luz un becerro rojo.
Cuando creció, Hildegard fue encomendada a una comunidad de religiosas benedictinas. En aquellos tiempos muchos monasterios eran dúplices, es decir, en una sola propiedad había dos comunidades; una de hombres y otra de mujeres. Hildegard fue instruida por una sabia mujer llamada Juta, quien le enseñó técnicas naturales de curación con hierbas, música, matemáticas, etc. Llegado su tiempo, Hildegard profesó como monja benedictina. Al morir Juta, Hildegard fue elegida como superiora de su comunidad.
Durante su vida madura, Hildegard se convirtió en una celebridad en la región debido a sus visiones, sabiduría y vida espiritual. Al principio tuvo problemas en presentar los textos de sus visiones, sin embargo, cuando consultó a San Bernardo de Claraval sobre la legitimidad de poner por escrito lo que había visto el Santo la instó a hacerlo y la apoyó con los medios a su disposición.
La fama de su sabiduría traspasó las fronteras de su región y llegó hasta los oídos del Papa y de otros obispos. De esta manera se convirtió, por correo, en consejera de emperadores, reyes, obispos y Papas. Esta sabiduría adquirida en parte por estudio y en parte por revelación hizo que Hildegard, cosa inaudita, dejara su comunidad por algunas temporadas para predicar en ciertas ciudades y pueblos. Su doctrina era respetada y escuchada por los habitantes,sacerdotes y obispos, quedando constancia de que era considerada como una maestra desde que ejerció su ministerio.
Las ciencias naturales
Hildegarda se distinguió desde su juventud por su interés en el mundo natural. Investigó acerca de los poderes curativos de plantas, animales y minerales. Sus conocimientos básicos quedaron escritos en una obra llamada Liber simplicis medicine o Physica, es un libro sobre medicina, divido en nueve libros sobre las correspondientes propiedades curativas de plantas, elementos, árboles, piedras, peces, aves, animales, reptiles y metales. El más amplio de tales capítulos es el primero dedicado a las plantas, lo que indica que Hildegard tenía amplio conocimiento en su aplicación terapéutica desde una perspectiva holística. En este libro aplica la difundida teoría medieval de los humores, que relaciona con la idea de que la constitución de los seres a partir del plan divino se realiza a través de cuatro elementos constitutivos cuyo equilibrio determina la salud o enfermedad del individuo. Así, a cada planta le otorga el correspondiente calificativo de su cualidad: robustus, siccus, calidus, aridus, humidus, etcétera.[1]
Las visiones
Hildegard von Bingen es famosa sobre todo por sus visiones: la Trinidad, los coros angélicos, la creación de Adán y Eva, el triunfo de la Iglesia, por mencionar algunas. Entre las visiones encontramos las propuestas antropológicas de Hildegard. Debemos decir que la abadesa no escribió filosofía como se hizo en el esplendor de la escolástica a partir de un método dialéctico. El desarrollo de los pensamientos antropológicos y metafísicos se encuentra principalmente en las obras en las que se registran las visiones.
Desde temprana edad, y a lo largo de su vida, Hildegard recibió visiones sin caer en estado de éxtasis o de enajenamiento. Más bien las recibía mientras estaba consciente y dentro de su imaginación:
Sucedió que en el año 1141 de la Encarnación de Jesucristo Hijo de Dios, cuando cumplía yo cuarenta y dos años y siente meses de edad, del cielo abierto vino a mí una luz de fuego deslumbrante; inundó a mí cerebro todo y, cual llama que aviva pero no abrasa, inflamó todo mi corazón y mi pecho, así como el sol calienta las cosas al extender sus rayos sobre ellas. Y, de pronto, gocé del entendimiento de cuanto dicen las Escrituras, los Salmos, los Evangelios y todos los demás libros católicos del Antiguo Testamento. (…) Mas las visiones que contemplé, nunca las percibí ni durante el sueño, ni en el reposo, ni en el delirio. Ni con los ojos de mi cuerpo, ni con los oídos del hombre exterior, ni en lugares apartados. Sino que las he recibido despierta, absorta con la mente pura, con los ojos y oídos del hombre interior, en espacios abiertos, según quiso la voluntad de Dios. Cómo es posible esto, no puede el hombre carnal captarlo.[2]
En sus visiones, que tuvo en forma principal en la madurez de su vida, Hildegard advirtió situaciones tanto del presente como de las realidades últimas. Es así que veía metáforas de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo, la Eucaristía, el cielo, las almas de los condenados, entre otras muchas cosas.
[1] Hozeski, Bruce W. (trad.) (2001). Hildegard’s healing plants: from the medieval classic Physica by Hildegard von Bingen. Boston: Beacon Press. pp. xi – xii.
[2] HILDEGARD VON BINGEN, Scivias Domini, Ed. Trotta, Madrid, 1999, Testimonio