Academia

Importancia del arte para el desarrollo humano

[fa icon="calendar"] 19-oct-2017 10:40:25 / por Joaquín Cruz Lamas

Importancia-del-arte-para-el-desarrollo-humano.jpg“Of Mans First Disobedience, and the Fruit Of that Forbidden Tree”1 Comienza así el poema de Milton “Paraíso perdido”, donde se cuenta sobre la expulsión del cielo de los ángeles caídos y cómo el demonio conjura su plan de venganza tentando al hombre para que coma del fruto prohibido. 

El relato del Génesis da cuenta de una realidad que conocemos de sobra: la condición del hombre, o para ser más precisos: la condición caída del hombre. Claro que a nuestros tiempos lo que ha llegado es la versión humana caída, con sus innumerables errores y atrocidades. Si mirásemos en derredor constataríamos con desagrado la premisa: el hombre es un ser imperfecto. Y así como él es imperfecto, imperfectas son también sus instituciones: las organizaciones y los estados, los gobiernos de los países. Por ello nos resulta un poco ingenuo pensar que se puede construir un régimen utópico en este mundo. Las utopías y los sueños de perfección parecerían, bajo tales circunstancias, no sólo ingenuas sino también alejadas de la verdad. ¿Qué sentido tendría pensar en un hombre perfecto e incorrupto si ello es imposible de lograr? Dejemos de lado su imperfección moral, tampoco es posible la perfección física, nuestro carácter de seres temporales implica que conforme pasan los años nuestros organismos se deterioran, surgen eventualmente las enfermedades y los achaques propios de la vejez. El pobre humano parece no poder escapar de la corrupción, ni de la moral ni de la corpórea. Pero el hecho de hablar de corrupción, es decir de mal, implica que estamos estableciendo un contraste, es decir que para hablar de mal necesitamos concebir una noción de bien, y no sólo bien dicho a la ligera sino de bien en sentido absoluto. El paradigma de perfección no está ahí para ser alcanzado en estricto sentido (al menos no en esta tierra), sino para poder hablar del mal y del bien.

Arte renacentista

Pensemos ahora en el arte renacentista, éste nos muestra una idea del hombre que nos puede parecer lejana a la realidad. Se trata de un período donde los cánones artísticos llevaron a los artistas a representar al hombre en un estado de perfección corpórea y, en algunos casos, moral también. Ejemplo de esto es el Adán de Miguel Ángel en el techo de la capilla sixtina en el cuadro de la creación, donde Dios le da el regalo de la vida. O el David, también de Miguel Ángel, donde se retrata al hombre, parafraseando al filósofo Roger Scruton, como una entidad real a la luz de lo ideal.

La agonía y el éxtasis

¿Qué hay de este arte? ¿Se trata de una mentira? Podemos objetar, como bien lo ilustra la película “La agonía y el éxtasis” que la condición humana está muy lejos de ser tan perfecta y armónica como la retrata Miguel Ángel en Adán. O podríamos optar por conceder que lo que se retrata en ese arte es una idea del hombre que es aspiracional, pero no real; que es el parámetro inalcanzable con el cual medimos nuestras acciones, y digo acciones porque Adán no sólo retrata la belleza física sino también la espiritual: ante el regalo de la vida, es decir ante la existencia, se siente agradecido y lo vemos en actitud relajada y de perfecta armonía con Dios, es decir con ese Bien en sentido absoluto del cual hablábamos líneas más arriba. Pero la idea del relato del Génesis, del fresco de la creación y del poema de Milton es una muy distinta. ¿Es un ideal para alcanzar? Como con algunas cosas en la filosofía podemos decir que sí y no sin que haya contradicción. Lo es por un lado porque en el estado actual de las cosas sí tiene esa función. Pero no lo es, al mismo tiempo, porque hablamos de un “estado actual de las cosas”. Lo que se representa es, más bien, lo que se cree que es un estado originario, aquello que fue antes de lo que Milton llama la primera desobediencia del hombre. En ese sentido estas obras artísticas y su representación de la armonía no nos están hablando de una mentira, sino de una verdad, pero de una que se perdió en un momento del tiempo. Aunque, ¿realmente se perdió? No por completo, puesto que aún somos capaces de concebirla en esa noción de armonía del hombre con el Bien absoluto. Además, concebirla de esta manera, como un estado originario, hace que la armonía no sea una noción revolucionaria, no es un rompimiento radical con la realidad, sino un volver a su estado primigenio. El sentido de estas obras es ilustrar un regreso, una reconciliación con lo perdido. El modo en que el arte apuesta por ilustrar el camino de esta reconciliación no es el del abandono de la materia, sino que apuesta por un camino que parte de la realidad para poder redimirla. Tenemos entonces al arte como vehículo que facilita la reconciliación a través de la belleza sensible; pero que a pesar de ser sensible invoca, gracias a la influencia de la filosofía platónica, una realidad que sí es superior en el sentido de que no está sujeta a las limitaciones de la corrupción.

1 De la primera desobediencia del hombre y el fruto de ese árbol prohibido. 

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Joaquín Cruz Lamas

Escrito por Joaquín Cruz Lamas

Joaquín Cruz Lamas es filósofo egresado de la Universidad Panamericana, sus temas de interés en la filosofía son la estética y la filosofía de arte. Ha formado parte de la compañía de teatro de la Universidad Panamericana desde 2012. Es escritor y colabora con el periódico "El Hidrocálido" desde 2011. Es colaborador de la revista digital "LOGOS". Es miembro co-fundador del grupo estudiantil "NOUS" que se dedica a la difusión de la filosofía entre jóvenes. Fue presidente del consejo de alumnos de la carrera de filosofía de 2015 a 2016. Actualmente es asistente de investigación del IPADE y promotor de la carrera de música de la UP.

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