Academia

La belleza y el arte según la filosofía

[fa icon="calendar"] 06-oct-2017 5:00:00 / por Joaquín Cruz Lamas

La-belleza-y-el-arte.jpgQuizá de entrada cabría cuestionar: ¿acaso el arte importa? Y más aún: ¿qué es el arte en todo caso? Y es que aquello a lo que llamamos arte puede ser entendido e interpretado de más de mil maneras.

Ahora todo depende de la escuela, de la tradición o de la corriente de pensamiento que se siga. Por un lado están los conservadores defensores de la noción clásica de bellas artes, donde el arte va de la mano de un protagonista sumamente cuestionado: la belleza.

Claro que también están los que, no muy lejos de los primeros, defienden una noción de arte que, si bien ya es mucho más relajada cuando se trata del riguroso criterio de la belleza, apuesta por otros requisitos como la perfección de la técnica, las habilidades del artista, el contenido o el foco especial que se le da a la obra.

Y finalmente están del otro lado los que, dejando de lado prácticamente todo criterio material o estético que apele a la perfección o belleza de la obra, apuestan casi exclusivamente por el discurso. Así, si nos ponemos en los zapatos de estos últimos, un retrete, una cama destendida o un vaso de agua pueden ser objetos de arte, y más aún, pueden ser obras (y maestras) de arte. ¿Pero, por qué? ¿Por qué llamar a un vaso de agua sobre un estante “obra de arte”? ¿Por qué es bello? No. ¿Por qué tiene una técnica muy sofisticada detrás de sí? Tampoco. ¿Entonces? Porque tiene un discurso detrás; y uno muy bueno, uno con una disertación filosófica, casi metafísica, sobre qué es lo que hace al vaso de agua un vaso de agua y no un árbol.

Creo que, de hecho, más bien era al revés: la explicación decía qué era lo que hacía al vaso de agua un árbol y no un vaso de agua. Ahora bien ¿eso qué es, una obra de arte o un ejercicio mental? No importa realmente, pero está en un museo y la gente paga por verlo.

Arte moderno y contemporáneo

Hay una cosa realmente molesta con este tipo de arte: uno tiene que poner cara de inteligente y hacer como que entiende, luego hacer un comentario pretensioso que aunque no diga nada de fondo incluya palabras rimbombantes (nótese cómo la palabra rimbombante ya es rimbombante de suyo). Claro que esto último que acabo de decir es un ya famoso lugar común en la crítica al arte moderno, pero creo que tiene algo de verdad. No me animaría, honestamente, a eliminar de un plumazo de la historia del arte aquello a lo que llamamos arte contemporáneo, pero hay que reconocer que tiene sus lagunas.

Bellas artes

Respecto a las famosas “bellas artes”: esas sí son bellas, valga la redundancia; pero lo son precisamente porque tienen toda la intención de serlo. No es casualidad el nombre que les hemos dado y es que, en efecto, la belleza era la gran protagonista del mundo del arte en aquellos tiempos -una aclaración importante en este punto es que bello no es igual a bonito-. Lo que sucede con muchos de los aficionados al arte que seguimos valorando, cultivando y estudiando aquella forma de arte que llamábamos bella es que echamos de menos la belleza. Esta categoría estética comienza su historia no como categoría estética, sino metafísica; después, claro, pasó de moda la metafísica y con ella la belleza. O más bien, cuando la filosofía y la ciencia se rindieron en sus intentos por hablar de las cosas que no podían, entonces se quiso dejar de lado la metafísica. Pero aun así seguíamos reconociendo que, aunque el lenguaje filosófico y científico no nos podían hablar sobre la belleza, el lenguaje artístico sí; y por lo tanto en el arte seguíamos buscando alcanzar esos chispazos únicos y brillantes en los que considerábamos que se manifestaba una realidad que escapa a nuestros limitados alcances. La belleza seguía inserta en el mundo humano gracias, entre otras cosas, al arte. Y no sólo eso sino que además la belleza arrojaba luz sobre realidades obscuras que, fuera de la confianza que nos daba esta “luz”, nos daba pavor enfrentar.

La belleza oculta

Luego parece que se apagó la luz, quizá porque nos desilusionamos al saber que no nos pertenece, que está allá en un lugar lejano y que sólo en momentos específicos y brevísimos podíamos contemplarla. Pero ¿es así? ¿verdaderamente hablamos de una realidad fuera de la realidad, valga la expresión, cuando hablamos sobre belleza? Yo tengo la sospecha de que no. Y quizá soy demasiado romántico, pero prefiero pensar que no es así, que no se trata de una realidad fuera de este mundo. Ahora bien ¿qué se puede decir sobre eso? ¿se puede hablar sobre la belleza? ¿se puede demostrar que no está fuera de este mundo sino en él? ¿no caemos nuevamente en el planteamiento de que se trata de una entidad metafísica que se manifiesta en el mundo? No, el planteamiento es más radical, no se trata de algo ajeno a nuestras vidas que sólo vemos en chispazos brillantes, sino de algo que está ahí, pero oculto. ¿Cómo? No lo sé, por eso digo, que está oculto. Y quizá el lenguaje cotidiano, o el filosófico, o el científico y el académico en general no puedan explorar con profundidad ese lugar recóndito; pero quien sí podría hacerlo en todo caso es el arte.

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Topics: arte

Joaquín Cruz Lamas

Escrito por Joaquín Cruz Lamas

Joaquín Cruz Lamas es filósofo egresado de la Universidad Panamericana, sus temas de interés en la filosofía son la estética y la filosofía de arte. Ha formado parte de la compañía de teatro de la Universidad Panamericana desde 2012. Es escritor y colabora con el periódico "El Hidrocálido" desde 2011. Es colaborador de la revista digital "LOGOS". Es miembro co-fundador del grupo estudiantil "NOUS" que se dedica a la difusión de la filosofía entre jóvenes. Fue presidente del consejo de alumnos de la carrera de filosofía de 2015 a 2016. Actualmente es asistente de investigación del IPADE y promotor de la carrera de música de la UP.

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