Blog de Carlos Llano

¿Cómo se forma la inteligencia?

[fa icon="calendar"] 30-jul-2018 11:33:50 / por Carlos Llano Cifuentes

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

Hay verdades sobre el hombre que deben ser sostenidas hoy como lo fueron desde hace centenas de años: las aspiraciones provisionales pueden dar la impresión de ser creativas, pero muchas veces no se trata más que de chispazos evasivos porque aquellos rasgos fijos anteriores han entrado en rutina o el hombre se ha cansado de ellos.

Durante la Primera Guerra Mundial, el investigador norteamericano Lewis Terman, en la Universidad de Stanford, sacó a la superficie los ahora famosos test de inteligencia, para determinar lo que los sajones denominan IQ (coeficiente de inteligencia). <<Clasificó>>, en sus propios términos, mediante la primera aplicación masiva de estos tests, a dos millones de estadounidenses. Sin embargo, el IQ ha entrado en crisis después de que, en 1993, Howard Gardner publicara Frames of Minds, que nosotros traduciríamos por <<talantes de inteligencia>>, en donde se incluyen no sólo los diversos modos de inteligencia sino, en cierta manera, la personalidad completa, es decir, precisamente, el talante.

¿Inteligencia emocional o emoción inteligente?

Durante estos últimos años, ha aparecido también en la literatura sobre la empresa el ya famoso concepto de la <<inteligencia emocional>>, que contiene muchas verdades sobre el ser humano. No obstante, la importancia dada a los sentimientos por Daniel Goleman en la obra del mismo nombre, pueden ya encontrarse casi con las mismas palabras (y aún expuesto de modo más profundo), en las obras antropológicas de Aristóteles, especialmente en su Ética Nicomaquea.

El hecho de que los estudiosos de la organización no hayan tenido en cuenta a este pensador griego no significa que la inteligencia emocional sea un actual descubrimiento sociopolítico, sino más bien un desenterramiento de conceptos que se encontraban arqueológicamente sepultados.

Señalamos también otro ejemplo, menos conocido y menos popular. Me refiero al Análisis político de la empresa. Razón dominante y modelos de empresa, de Antonio Marzal, es decir, publicado doce años antes que la <<inteligencia emocional>>, pero seguida de otro capítulo que titula <<la razón razonable>>, después de distinguirlas de la <<razón automática>> y de la <<razón utópica>>.

Para Marzal, y piénsese bien antes de juzgar negativamente, la <<razón emocional>> se mueve en torno a tres principios axiales: a) primero, el Fuhererprinzip (el principio de caudillaje); b) segundo, la idea de Gemeinschaft, la comunidad natural (frente al hecho asociativo voluntarista), y c) tercero, la Sundenbockphilosophie (la filosofía del <<chivo expiatorio>>).

Si bien se mira en nuestra propia historia socioeconómica mexicana, se ven claramente estos tres trazos, no sólo porque la razón tiene en cuenta a las emociones, sino porque se deja arrastrar por ellas. Y no solamente en México. Las exaltaciones únicamente emocionales de personas tan frías y calculadoras como las germánicas se dejan llevar emocionalmente detrás de un Fuhrer (caudillo) que los dirige al desastre. De manera completamente distinta, el ya de por sí sentimentalismo italiano sigue a un Duce que él mismo se deja llevar por las emociones.

Son pocos los que saben que la filosofía clásica aplicada a la empresa puede vivificarla de manera extraordinaria, más aún que los sistemas cibernéticos, con todo y lo que estos implican de positivo (y de negativo), porque la filosofía aplicada a la empresa se constituye en una verdadera antropología filosófica, que mira directamente al espíritu humano y no sólo a su acción mecánica o kinética.

En esa filosofía clásica encontraríamos tal vez no la <<inteligencia emocional>>, pero sí, y con mucha profundidad, la emoción inteligente. El antiguo problema de la formación humana resulta ahora un asunto completamente nuevo, en el que tal parecería que está todo por hacerse. Y así sería si no fuera porque este hacerse es un rehacerse, que no parte de cero. Se requiere el regreso a lo básico, a lo ya clásicamente sabido por el hombre, que pide a gritos salir de ese <<sótano>> en el que la mentalidad moderna ¡con pretexto de apertura! lo había encerrado.

Oportunidad para pensar

La inteligencia no se forma convirtiéndola en un almacén de conocimientos sin más. Si no se aprende a pensar, aquellos conocimientos enciclopédicos son inútiles y ciegos. La verdadera formación de la inteligencia ayuda al individuo a relacionar esos conocimientos; a abstraer las razones universales de las cosas; a penetrar dentro de las realidades y de sus causas; a leer dentro de ellas y sus relaciones: de ahí el nombre de inteligencia, intus legere.

Las teorías que optan por una formación unívoca, es decir, de un solo sentido de la inteligencia, la convierten en un diamante sin pulir: esto es, bruto. Por ello, el problema de la formación de la inteligencia no es un problema sólo racional sino antropológico en su más amplio sentido, es decir, atañe al hombre entero; asume incluso la formación de la voluntad, pues ésta es una tendencia, una facultad que tiende a algún bien racional. La voluntad es una facultad espiritual que se mueve a sí misma, y que mueve a entender a la inteligencia, por encima de las complejas dificultades que se le presentan.

La formación del carácter consiste en la conjugación de una inteligencia clara y de una voluntad firme ante las escurridiza y asistemática sensibilidad o sentimentalismo, o bien, en otros términos, el carácter es el dominio de las facultades superiores (inteligencia y voluntad) sobre la inferiores (sensaciones, pasiones y apetitos sensitivos).

No han se seguirse ciegamente los sentimientos, ni machacarlos de mala manera, sino encauzarlos hacia el ideal de mejora, mejora no de la sensibilidad o sentimentalidad sino de hombre, del hombre que siente, que entiende y que quiere. El buen carácter es la armónica interrelación de estas tres dimensiones que se encuentran en el ser humano para que llegue a ser realmente tal, no para que se haga más pequeño (pensar superficial, querer inconstante, sentir indómito) o monstruosos (sensibilidad hipertrofiada, inteligencia chata y voluntad endeble; o bien inteligencia profunda pero sensibilidad dormida y voluntad inepta; o bien voluntad férrea, sensibilidad endurecida e inteligencia unívoca).

El trueque de las verdades centrales sobre el hombre que hemos mencionado, así como las filosofías emocionales, e incluso las modernas técnicas de superación que tanto han proliferado en la actualidad, así como la irrupción en nuestra cultura occidental de los usos de las diversas filosofías orientales, no siempre bien asimiladas, colocan a los estudios de la antropología clásica en una coyuntura que podríamos denominar oportuna, aunque los principios sobre los que se asienta tienen, a fuer de clásicos, un verdadero carácter intemporal.

Publicado originalmente en la revista ISTMO el 1 de marzo del 2009

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Topics: Inteligencia, Formación, Carácter

Carlos Llano Cifuentes

Escrito por Carlos Llano Cifuentes

Carlos Llano Cifuentes, fue un filósofo, profesor y empresario mexicano. Miembro del grupo fundador del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y de la Universidad Panamericana, nació en 1932 en la Ciudad de México. Doctor en Filosofía en la Universidad de Santo Tomás, en Roma, estudió Economía en la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios doctorales de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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