Blog de Carlos Llano

Cómo encontrar trabajo cualificado

[fa icon="calendar"] 23-mar-2017 8:00:00 / por Carlos Llano Cifuentes

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Hoy en día parece que todos coincidimos en que lograr una calidad objetiva de trabajo por virtud de una baja calidad subjetiva del trabajador en una mala fórmula, no ya para el trabajador, lo cual es evidente, sino para el trabajo. Cierto es que esta coincidencia teórica está aún lejos de universalizarse en la práctica: pero median aquí no sólo los factores de la ignorancia en torno a los reales parámetros de la productividad sino también las perspectivas de un corto plazo que desembocan en una inviabilidad a lo largo del tiempo.

Empresas más productivas

Ello es así porque, en último término, las empresas, al hacerse más productivas, pueden ofrecer mejores salarios. No se diga –porque se dirá- que, en momentos de desempleo, la empresa, aprovechando las oportunidades del mercado de trabajo, en dónde hay oferta de trabajadores y escasa demanda de ocupación, procurará reducir los salarios de los trabajadores.

Sería este un supuesto económico marxista que ya se ha demostrado como falso, aunque algunos partidarios del capitalismo no lo sepan. En efecto, las empresas no son productivas como meras entidades abstractas, sino que su productividad arranca de las personas que las integran. Partirán de los procesos, modos, sistemas y tecnologías, sí;  pero los procesos, modos, sistemas y tecnologías son diseñados, adquiridos y puestos en marcha por personas.

La productividad no es un concepto general que pueda desgajarse de los hombres que producen. Y, en viceversa, al separarse los hombres que producen se llevan con ellos la productividad. Para determinados niveles de calidad de trabajo siempre habrá escasez de trabajadores; y esto hace que el trabajador cualificado no se encuentre sometido a la ley general de oferta y demanda del mercado de trabajo.

Competitividad laboral

Hay mercados de trabajo específicos en los cuales las diferencias entre oferta y demanda son también específicamente diversas. Y si en un determinado universo laboral comienza a darse un desnivel en perjuicio de las pautas salariales, el trabajador no tiene otra salida que la de cualificarse más, para insertarse en otro nivel diferente.

Es así, otra vez, como debe entenderse el sentido promotor de la competencia: no tanto en el de ser más competidor cuanto el de ser más competente. El problema, pues, de la competencia de trabajo es un problema de cualificación.

Quien quiera adquirir la ventaja competitiva en la línea de los salarios bajos, es un empresario de panorama corto. La inicial ventaja, que indudablemente puede lograr, se perderá fácilmente al entrar otros competidores –papúas o angoleses- en el mercado mundial.

No se ha reflexionado bastante en el hecho de que la competencia globalizada no se da ya sólo entre las empresas de distintos países, sino directamente entre trabajadores internacionales; no hay sólo una economía subterránea en la producción, sino que va acompañada por una inmigración también subterránea de productores.

Aranceles fronterizos

Quienes vivimos en un país aún no del todo desarrollado, con un vecindaje de más de dos mil quinientos kilómetros junto al que goza todavía del mayor desarrollo del mundo, nos podemos percatar, para bien o para mal, de que los aranceles fronterizos de las mercancías son menos vulnerables que las leyes de inmigración, pretendidos reguladores de esa mercancía humana en que se ha convertido el trabajo del hombre.

A la liberación de fronteras para los productos seguirá, quiérase o no, la apertura de fronteras para los hombres. El mundo no puede convertirse ahora en un mosaico de apartheid, justamente ahora cuando los de Sudáfrica han desaparecido.

Esto nos lleva a la necesidad de proteger los segmentos vulnerables de los trabajadores que carecen de poder negociador, sin encarecer por ello la mano de obra a niveles que no resulten competitivos (Conferencia sobre Desarrollo Social, n. 160). Tal protección no puede hacerse artificialmente, supuesto que sólo se conoce ya un modo de ejercerla: justamente, el recurso a la capacitación. Es aquí –y no en el subsidio laboral, no en el seguro de desempleo- en donde deben desarrollarse las verdaderas y fuertes acciones subsidiarias.

Este blog ha sido extraído de un apartado del libro “La Creación del empleo, Panorama 1995” escrito por Carlos Llano Cifuentes.

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Topics: Carlos Llano, trabajos cualificados

Carlos Llano Cifuentes

Escrito por Carlos Llano Cifuentes

Carlos Llano Cifuentes, fue un filósofo, profesor y empresario mexicano. Miembro del grupo fundador del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y de la Universidad Panamericana, nació en 1932 en la Ciudad de México. Doctor en Filosofía en la Universidad de Santo Tomás, en Roma, estudió Economía en la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios doctorales de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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