Blog de Carlos Llano

Los valores personales en la decisión

[fa icon="calendar"] 21-abr-2017 12:33:43 / por Carlos Llano Cifuentes

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En la decisión directiva tienen que intervenir, quiérase o no se quiera, determinados valores personales. La decisión no es el producto de una labor deductiva a partir de unas premisas científicamente establecidas. La decisión directiva no es sólo un cometido científico que por serlo, como quería Max Weber, debería partir de un conocimiento excento de valoraciones (wertfreie wissenschaft). 

Decisión directiva

Nada tenemos que objetar a la opinión de que la pasión, si cabe hablar así, que preside a la ciencia, sea la pasión de la objetividad, del ver sin ilusiones ni deseos, con tal de que no quiera extenderse esta aspiración a las decisiones de carácter directivo. Aquí, si no hay ilusiones ni deseos, si se lograra una radical exención de valoraciones personales, no habría lugar a decisión alguna, pues las razones objetivas sobre las que tal decisión se asienta no son determinantes de suyo. En la decisión directiva han de intervenir necesariamente factores subjetivos de toda índole, propios del sujeto, y no derivados sólo del objeto de la decisión.[1]

Objetividad vs. Subjetividad

No pocas teorías sobre el management se basan justamente en esa pretensión imposible: intentar desprenderse de las valoraciones subjetivas ciñéndose a una actitud impersonal. A esta pretensión debemos hacer dos observaciones importantes:

Primera. Esta actitud impersonal es fruto de una decisión, y, por tanto, un acto profundo de una personalidad que decide comportare así. En términos de Jaspers, mantenerse en la “conciencia en general” (científica) es una decisión que se realiza desde la “conciencia absoluta “(existencial). La voluntad de atenerse a una objetividad impersonal, a un saber despersonalizado, deriva, paradójicamente, de una decisión personal.

Segunda. Esta actitud de objetividad, aun siendo fruto de una decisión existencial personal, es posible y deseable en el conocimiento científico y en el conocimiento prudencial, porque por medio de ellos se trata, justamente, de comprender la realidad tal como de hecho se da (fidelidad al ser). La objetividad es la condición de posibilidad de todo conocimiento verdadero, sea de carácter científico (leyes universales), sea de carácter prudencial (diagnóstico de los hechos particulares). Pero no pueden confundirse el conocimiento y la decisión. De ahí que la acción directiva deba tener una ambivalencia de actitud frente a estos dos actos –conocimiento y decisión- de diversa naturaleza; y de ahí precisamente la dificultad de llevar a cabo una sana y recta dirección. Pues se debe ser objetivo al conocer la realidad, pero no se puede ser objetivo al decidir cambiarla. La decisión de una acción sobre la realidad arranca de un yo que persigue un bien elegible. Y en la elección del bien interviene necesariamente la subjetividad propia del que elije, de acuerdo con las propias perspectivas personales. Estas perspectivas no pueden someterse a un análisis científico, por indemostrables, pues son de suyo ajenas al saber objetivo, aunque pueden derivar de él.

Coherencia personal

Es inútil pretender que la decisión, como en el caso del conocimiento, tenga un origen impersonal (si el conocimiento ha de regirse básicamente por la fidelidad al ser personal del que decide). La decisión arranca de la fidelidad personal consigo mismo. Cuando alguien quiere actuar apoyándose en el anonimato, se agota en la necesaria búsqueda de subterfugios racionales: subterfugios, porque nunca son razones del todo suficientes.

Las decisiones directivas pues, no son el fruto o la consecuencia de un desgajamiento de los valores personales: son éstos, precisamente, los que inclinan la balanza ante las alternativas de acción. Uno de estos valores personales es el sentido total sobre la existencia que sustente el sujeto que decide. Y uno de los deberes fundamentales del hombre que toma decisiones directivas es, en primer lugar, el de reflexionar sobre su propio sentido de vida, que influye –quiéralo o no- en las decisiones que toma sobre realidades aparentemente inocuas desde un punto de vista existencial.

Este artículo fue extraído del libro Análisis de la acción directiva, escrito por el Dr. Carlos Llano en 1979.

[1] Entendemos por sujeto de una decisión tanto la persona individual como el grupo de personas que la tome. Entendemos por objeto de la decisión el contenido de la decisión misma: objetivo decidido, curso de acción elegido, etc. Por muchas razones que no es posible explicitar aquí, toda decisión no sólo proviene de, sino que también afecta al sujeto que decide. Por lo que el sujeto y el objeto de la decisión no pueden separarse cartesianamente como realidades perfectamente diferenciadas. Esto no sólo no invalida la afirmación que acabamos de hacer en el texto, sino que la ratifica.

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Topics: Valores

Carlos Llano Cifuentes

Escrito por Carlos Llano Cifuentes

Carlos Llano Cifuentes, fue un filósofo, profesor y empresario mexicano. Miembro del grupo fundador del Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE) y de la Universidad Panamericana, nació en 1932 en la Ciudad de México. Doctor en Filosofía en la Universidad de Santo Tomás, en Roma, estudió Economía en la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios doctorales de Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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