Management

Cuando el emprendedor honra su vocación, el efecto multiplicador es de consecuencias insospechadas

[fa icon="calendar"] 05-nov-2019 12:08:21 / por José Antonio Dávila Castilla

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

La libertad de la persona, también en el campo económico, es un valor fundamental y un derecho inalienable que ha impulsado la dimensión creativa de la acción humana -la exigencia de responder a las necesidades del hombre con originalidad y en colaboración- a niveles insospechados. Hoy en día, sociedades que han prosperado basadas en una economía de libre mercado[1] consideran al espíritu emprendedor de su sociedad como uno de sus activos más valiosos y al impulso de su ecosistema emprendedor, un orgullo nacional.

Son innumerables los estudios acerca de la importancia de desarrollar un ecosistema emprendedor; por lo general, se enfocan en el análisis de la política pública, en el desarrollo de clusters de innovación, en la promoción de incubadoras, aceleradoras y fondos de capital, en la formación de emprendedores o en el fomento de una cultura que premie la magnanimidad, la audacia y la fortaleza. Hablamos de estos factores, de sus aciertos y errores en diferentes geografías y épocas, pero poco se destaca la relevancia del efecto multiplicador de los emprendedores que, finalmente, determina la velocidad a la que se desarrolla el ecosistema, y, por ende, la velocidad a la que se impulsa, en gran medida, la innovación en la sociedad.

El gran efecto multiplicador[2]

La empresa, que se define como una comunidad de personas libres y responsables que se asocian para llevar a cabo una obra común en la que trabajan, aportan recursos, se desarrollan y contribuyen a la producción de bienes y servicios[3], no surge de manera espontánea. Para constituir una empresa es necesario contar con tres elementos: personas que contribuyan con su trabajo, su talento y su empeño; inversionistas dispuestos a arriesgar su patrimonio y aportar los recursos financieros que se necesiten y, lo más importante, emprendedores que tomen la iniciativa y hagan lo necesario para su adecuado funcionamiento en beneficio de todos sus integrantes y el resto de la sociedad.

Son muchos los atributos del emprendedor; entre ellos destaca que suele pensar en grande, empezar en pequeño y escalar de forma rápida. Su afán de logro es lo que suscita su apetito de embarcarse en aventuras en donde muchos temerían o, dicho en otras palabras, la grandeza de las metas a las que aspira le hace ver pequeños los peligros[4].

Sin importar la categoría a la que pertenezca el emprendedor, podemos verificar lo maravilloso de su efecto multiplicador. La experiencia acumulada en el proceso de emprender, su prestigio personal, la extensa y densa red de relaciones que ha generado, el conocimiento de su industria y su madurez como persona le han permitido construir un capital social invaluable, aunado en algunas ocasiones a un capital financiero significativo.

La primera evidencia de ello es el propósito de seguir emprendiendo. El capital social y económico que han acumulado les permite aspirar a iniciativas de mayor envergadura. Recorren de nuevo el camino con la ventaja de que ahora conocen en dónde empieza y en dónde termina, y lo que se encontrarán en la ruta.

Sin embargo, más importante aún es su ejemplo, dentro y fuera de la organización. Es común para el emprendedor alentar a sus empleados no solamente a que propongan buenas ideas, sino a tomar la iniciativa para emprender innovadores proyectos en la organización, si las circunstancias lo permiten, impulsarlos para que se arriesguen a probar sus propuestas en el mercado y, por ende, a probarse ellos mismos como emprendedores.

De igual forma, en la medida que el emprendedor va adquiriendo prestigio y visibilidad en su comunidad de negocios, es común que otros potenciales emprendedores recurran a ellos en busca de consejo y mentoría.

Durante su vida profesional, el emprendedor suele evolucionar a una etapa distinta. Comúnmente, al haber acumulado un significativo capital social y económico y haber recorrido el proceso de emprender varias veces, ahora encuentra mucho más interesante multiplicar su impacto por medio de otros emprendedores, realizando inversiones ángel o, en algunos casos, formando fondos de inversión que permiten organizar los recursos financieros de otros, junto con los suyos, para invertir en emprendedores; lo que hoy se conoce como smart money. Están dispuestos a arriesgar parte de su patrimonio económico y social al impulsar múltiples iniciativas de forma simultánea, respetando ante todo que esas nuevas aventuras empresariales nos les pertenecen, que realizan una inversión que merece un rendimiento en función del riesgo que han asumido y que su responsabilidad más importante es acompañar al emprendedor para que realice su sueño, desarrollando todo el potencial de su aventura empresarial.

La vocación del líder empresarial

No obstante, el emprendedor es una persona tan ordinaria como cualquier otra, con virtudes y defectos y quien, por la naturaleza propia de su tarea directiva y empresarial, en múltiples ocasiones está obligado a tomar decisiones en circunstancias en que la línea que divide lo correcto de lo incorrecto es muy delgada y tenue. Por lo anterior, en él destacan dos características necesarias e indispensables para que su efecto multiplicador se realice: unidad de vida y rectitud de intensión.

El emprendedor no puede vivir una doble vida, una dentro de su comunidad de negocios y otra fuera de ella. La congruencia de sus actividades empresariales, acorde con sus principios y valores, es el mejor ejemplo para inspirar a otros, atraer a otros y aconsejar con honestidad a muchos. De no ser así, la persona estaría perdiendo miserablemente su tiempo y, quizás, engañando a los demás.

De igual relevancia es la rectitud de sus intenciones, es decir, que en todas y cada una de sus tareas cotidianas, en sus empresas o en su relación con otros emprendedores, siempre esté buscando el bien de los demás.

Transformar positivamente su entorno depende, en gran medida, del trabajo bien hecho que realiza el emprendedor de forma cotidiana. Un trabajo que implica el dominio de una disciplina específica: la capacidad de sintetizar adecuadamente el conocimiento disponible para orientar de la mejor manera el trabajo grupal, el desarrollo de respuestas creativas a los retos que enfrentan, la construcción de una sólida convivencia profesional en su empresa basada en sinceros lazos de respeto y confianza, y la responsabilidad de decidir, en todo momento y sin excepción, lo que es correcto para el bien de los demás por encima de cualquier interés individual.

La persona que emprende logra un efecto multiplicador si, ante todo, identifica su vocación y es fiel a ella. Vive su vocación cuando valora a la empresa moderna como un vehículo muy poderoso de transformación de la sociedad y reconoce que su mayor logro e innovación siempre será su propia empresa, es decir, lo que aquella comunidad de personas que ha convocado es capaz de alcanzar, trabajando juntos.

Vive su vocación cuando sus decisiones están basadas en principios fundamentales, como el respeto a la dignidad de la persona y el servicio al bien común; cuando utiliza los recursos con sabiduría para producir bienes y servicios que satisfagan necesidades genuinas de las personas, cuando es responsable por la externalidades negativas que genera su empresa, cuando organiza el trabajo de tal forma que florece la iniciativa de sus colaboradores, cuando genera riqueza sostenible y la distribuye con justicia y cuando es solidario con quienes más lo necesitan.

El emprendedor hace realidad sus aspiraciones cuando persigue su vocación de manera genuina y está más motivado por ella que solo por el éxito personal y material.

Cuando su empresa y las empresas en las que incide directa o indirectamente funcionan de manera correcta y se centran en servir al bien común, realiza una gran contribución para la prosperidad económica, moral e, incluso, para el bienestar espiritual de la sociedad. De no ser así, sería inútil y la vez perjudicial su efecto multiplicador.

Honrar su vocación implica la responsabilidad de hacer buen uso de los dones que ha recibido y multiplicar el capital social y financiero que haya acumulado, que si bien merece disfrutar de sus frutos, es un legado que debe a los demás.

El emprendedor ha sido ese agente en nuestra sociedad con la capacidad para movilizar recursos y personas hacia las áreas con mayores oportunidades de generación de riqueza económica y social. Cuanto mejores empresas sean capaces de gestar los emprendedores de una sociedad, mejor será la atención de sus necesidades, se originarán más alternativas de trabajo, se aprovecharán mejor los recursos disponibles y su efecto multiplicador redundará en más y mejores oportunidades para todos.

Publicado originalmente en la revista Istmo No. 361, mayo 2019

carlos llano ebook Valor Central de la persona humana


[1] De acuerdo al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: <<Un mercado verdaderamente competitivo es un instrumento eficaz para conseguir importantes objetivos de justicia: moderar los excesos de ganancias de las empresas; responder a las exigencias de los consumidores; realizar una mejor utilización y ahorro de los recursos; premiar los esfuerzos empresariales y la habilidad de innovación; hacer circular la información, de modo que realmente se puedan comparar y adquirir los productos en un contexto de sana competencia…>>

[2] En el presente artículo el término emprendedor puede interpretarse de forma similar a los términos empresario y/o director de empresa.

[3] Echeverría, Mons, J. (2008). <<El humanismo cristiano en la dirección de empresas>>. (Conferencia inaugural). Simposio del IESE en el 50 aniversario, Barcelona, España.


[4] Llano, Carlos. (1997). <<Riesgo y resistencia en el trabajo de la empesa>>. Istmo, año 39, número 231.

Topics: Empresario Mexicano, Emprendedor, Empresarios

José Antonio Dávila Castilla

Escrito por José Antonio Dávila Castilla

Profesor del área de Política de empresa en el IPADE Business School Doctor of Management, Weatherhead School of Management at Case Western Reserve University. Máster en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia (MEDEX), Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Programa de Dirección (D-1), Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Estudios de Matemáticas, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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