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El trabajo y la dignidad humana

[fa icon="calendar"] 10-oct-2017 7:19:15 / por Víctor Manuel Torres Pérez

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Es una hecho generalmente aceptado que los seres humanos somos la especie más exitosa sobre la faz de la Tierra. 

Sin duda la capacidad para satisfacer necesidades, resolver problemas y asegurar nuestra subsistencia mediante la aplicación de un pensamiento altamente desarrollado, ha sido uno de los factores más importantes en nuestro ritmo de avance y adaptación, toda vez que constituye aquello que nos distingue esencialmente de otras formas de vida. Otra característica compartida con algunos seres vivientes pero especialmente desarrollada en nosotros es la sociabilidad. Unidas la sociabilidad y la facultad superior del pensamiento han asegurado nuestra pervivencia y la superación del ámbito puramente para generar una cultura.

Muchos pensadores se han dedicado a la tarea de reflexionar acerca de las razones por las cuales nos constituimos en sociedades y, por lo mismo, podemos ser definidos como seres naturalmente sociales y políticos. Si nos remitimos a la cultura griega, podemos ver que Aristóteles definió al hombre por su diferencia específica como un “animal político”, un ser que posee la capacidad de organizarse para vivir en ciudades. Así también, en el primer libro de la Política, el Estagirita muestra que la condición social del hombre es tan fuerte que: “aquel que no puede vivir en sociedad y que por medio de su independencia no tiene necesidades, no puede ser nunca un miembro del Estado; es un bruto o un dios”.1 La asociación de los hombres en comunidad tiene un fin muy específico. La meta de la asociación política de los seres humanos está siempre en relación con la consecución de un bien, que para el estagirita no es otro que la felicidad o eudaimonia que se concibe como plenitud del ser y bien en sí mismo.2

Para referirse al trabajo manual los griegos usaron la palabra banausía; con la cual designaban la actividad de campesinos, artesanos, escultores y todos aquellos individuos que llevaban a cabo trabajos de esta naturaleza. Este adjetivo implicaba casi siempre la deshonra y el estigma social.3 En el mundo cristiano el trabajo ha sido valorado en distintas formas. Si acudimos al libro del Génesis podemos ver que el trabajo humano se encuentra asociado con ideas tales como el esfuerzo, la pena y la fatiga. De hecho, el cansancio producido por el trabajo según la narración del Antiguo Testamento, se explica como una condena producto de la desobediencia del hombre.4 En el Nuevo Testamento la idea del trabajo no cambia ostensiblemente, pues para Pablo la subsistencia del hombre deberá ser producto del trabajo arduo, de manera que aquel que no trabaja, no se ha ganado su derecho a la vida.5

Durante la Edad Media ciertas órdenes religiosas como los Benedictinos integraron el trabajo manual a la rutina de sus miembros, de manera que éste se convirtió en una forma de ejercicio espiritual que a su vez servía al individuo para asegurar su subsistencia y la de los miembros de la congregación. Como muestra de ello podemos observar la divisa de la Regla de San Benito: Ora et labora.6 En los albores de la Modernidad el trabajo manual dejó de considerarse como una actividad indigna, de hecho muchos de los artistas y pensadores del renacimiento mostraron un gran interés en la técnica y sus posibilidades. El nuevo hombre de la Modernidad conjuga, a la manera de Leonardo Da Vinci, las virtudes de la contemplación y el interés por modificar al mundo con su saber y sus manos.

*Tomado de la tesis del Dr. Víctor Torres, titulada “De la idea a la acción. Un estudio sobre los principios operativos de la empresa con sentido humano en el pensamiento de Carlos Llano” y adaptado para su publicación en este blog.

Ebook valor central de la persona Cátedra Carlos Llano

1 Aristóteles: Política, introducción, traducción y notas de Manuela García Valdés, Gredos, Madrid, 1988, I, 2, 1253 a 27-29.

2 “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”, Génesis III, 19. Cabe mencionar que en esta visión no es el trabajo como tal el que se ve como un castigo, sino la fatiga que resulta de éste.

3 Cf. Nicola Abbagnano: Diccionario de filosofía, México, FCE, 2004 entrada “Banausia”, p. 126

4 “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás”, Génesis III, 19. Cabe mencionar que en esta visión no es el trabajo como tal el que se ve como un castigo, sino la fatiga que resulta de éste.

5 Cf. Pablo, Segunda carta a los tesalonicenses; “3:8 ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; 3:9 no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. 3:10 Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, [que] tampoco coma.”

6 Cf. Orden de San Benito: The Rule of Our Most Holy Father St. Benedict, Patriarch of Monks, from the Old English Edition of 1638, Londres, Washbourne, 1875.

Topics: Trabajo

Víctor Manuel Torres Pérez

Escrito por Víctor Manuel Torres Pérez

Doctorado enfocado en Ejecución, Control y Gestión de empresas dentro del Departamento de Historia del Pensamiento de la Universidad Panamericana (UP), con cursos relacionados en DePaul University (Chicago, Illinois). Máster en Dirección de Empresas (MEDE), IPADE Business School. Licenciatura en Contaduría y Finanzas, Universidad de las Américas (UDLA). Profesor del área de Control e información directiva en el IPADE.

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