Management

Emprendedor: el héroe que no sabíamos que necesitábamos

[fa icon="calendar"] 01-nov-2019 12:53:33 / por José Antonio Dávila Castilla

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

Durante la segunda parte de la década de 1980, México, inició un proceso de apertura comercial para reconstruir los fundamentos de su economía, que implicó poner a prueba la capacidad competitiva de sus empresas establecidas, así como el talento de las personas para hacer atractiva la inversión extranjera.[1]

Si bien es cierto que durante el recorrido ha habido distorsiones, la formación de varios monopolios o, en muchas ocasiones, las empresas mexicanas han tenido que competir en circunstancias desiguales, tampoco hay discusión respecto de los avances significativos en materia económica, política y social en el país.

Nuestras empresas han mostrado una enorme capacidad para competir a escala global -Grupo Alfa, ADO, Grupo Financiero Banorte, Bimbo, Cemex, Cinépolis, FEMSA, FRISA, entre otras -y la calidad del talento mexicano ha fomentado la inversión en nuestro país de empresas internacionales con los más altos estándares de calidad y exigencia: GE, Audi, Bombardier, Mitsui, HP, IBM, Intel, Oracle, Philips, son algunos ejemplos. No obstante, y sin haberlo previsto así, la gran apuesta en la construcción de una economía de mercado en México era por otro recurso invaluable: el espíritu emprendedor de su gente.

Decenas de casos de éxito

Joseph Shumpeter, destacado economista, afirmaba en 1942 que en una economía de mercado se realiza un proceso permanente de destrucción creativa -creación y desaparición de empresas- como motor de la economía[2]. La iniciativa empresarial y la innovación son el combustible de ese motor. En ambos aspectos, nuestros emprendedores han sido excepcionales.

Ejemplos sobresalientes de historias empresariales que empezaron durante las últimas dos décadas se encuentran en casi todos los sectores de la economía; desde telecomunicaciones, pasando por entretenimiento y bienes raíces, hasta los sectores turístico y de alimentos. Destacan Alsea, América Móvil, Grupo AXO, CIE, Cinemex, City Express, Compusoluciones, Gentera, FIBRA Danhos, Kidzania, KIO Networks, Corporación Moctezuma, Grupa MRP y Experiencias Xcaret.

De igual forma, otra muestra reciente y representativa de esta clase de historias son los emprendedores Endevor o los emprendedores sociales de Ashoka.

México sigue siendo una de las economías con mayor potencial de crecimiento, con un apoyo sin precedentes para el desarrollo de un vibrante ecosistema emprendedor. Hoy día, es muy común apreciar cómo la sociedad civil, la academia, el gobierno, el sector de servicios y la industria colaboran para fomentar el espíritu emprendedor y la innovación. Tenemos un país en donde abundan el talento y las oportunidades, vecino del mercado más grande del mundo y con una red de 12 tratados de libre comercio con 46 países que nos posicionan como una puerta de acceso a un mercado potencial de más de 1,000 millones de consumidores que representan más de 60% del PIB mundial.

Contamos con iniciativas gubernamentales como el Instituto Nacional del Emprendedor, que se ha propuesto impulsar el surgimiento de más emprendedores, en especial de alto impacto, y en provocar un cambio cultural para que exista una mayor cantidad de emprendimientos y una sólida base de PYMES, más productivas y consolidadas. Decenas de universidades han definido el desarrollo de la ingeniería como su principal área de conocimiento; actualmente se gradúan más de 100,000 ingenieros cada año. Se han emprendido más 45 fondos de inversión de capital emprendedor; existen en operación más de 100 incubadoras de negocios, aceleradoras y espacios de vinculación. Hoy, 6.3% de las personas de entre 18 y 24 años ha emprendido su propia empresa.

Eventos como la Semana Nacional del Emprendedor, el Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto, Endeavor High Impact Entrepreneurship Summit e INCmty se han convertido en referencias obligadas en nuestra sociedad. Las start-ups y scale-ups ya son una realidad en México. Se estima que al cierre de 2016 existían en el país varios <<centauros>> -empresas con una valoración de entre 100 y 1,000 millones de dólares (mdd) -y un poco más de 27 little ponies (con una valoración de entre 10 y 100mdd).

De igual forma, múltiples emprendimientos se han transformado en empresas de alto crecimiento y en proceso de internacionalización, como Daniel Espinosa (diseño y moda); Agroin, Chilim Balam y Procesa Chiapas (alimentos); Intellego (tecnología); Miroculus y Sohin (salud); Kichink (e-Commerce); Clip, Openpay, Kueski y Kubo Financiero (FinTech); Yogome (EduTech) y BlueMessaging (inteligencia artificial).

Muchos otros emprendedores están convencidos de que ésta puede ser la generación que acabe con la pobreza y la última que prevenga las peores consecuencias del calentamiento global antes de que sea demasiado tarde. Estos emprendedores se desprenden de viejas fórmulas y se lanzan a conquistar nuevos mercados con una mira mucho más ambiciosa que solamente obtener ganancias, buscan un decisivo impacto social.

Por ello cobra más fuerza esta generación que está rompiendo el paradigma de que los negocios y el impacto social no son compatibles. Sir Ronald Cohen, el padre del capital emprendedor del Reino Unido y promotor del cambio de este paradigma, lo plasma de una forma por demás elocuente: <<¿Qué pasaría si dejamos que la mano invisible de los mercados sea guiada por un corazón invisible?>>. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial y de la Shwab Foundation, lo define de una forma original: <<el emprendedor social debe combinar las características de Richard Branson y la Madre Teresa>>.

Ejemplos destacables de esta clase de nuevas empresas, enfocados en sectores como vivienda, salud, energías renovables, educación e impacto ambiental, entre otros, serían Grupo MIA, Habvita y Provive (vivienda); Finae, Enova y Lumni (educación); Ver de Verdad, Sala Uno, Clínicas del Azúcar, Previta y Salud Cercana (salud); Iluméxico, Isla Urbana, Biobolsa y Agua Inmaculada (ecología) y OPI, Haus y Kiubo México (educación cívica).

El desarrollo del espíritu emprendedor en nuestros días es ya algo cotidiano. La crisis del empleo de finales de la primera década de 2000 y los crecientes niveles de la economía informal no impiden el dinamismo de la actividad emprendedora. Estamos presenciando el desarrollo de un ecosistema en torno de los emprendedores que realmente favorece el surgimiento de nuevas empresas y estimula su rápido crecimiento.

Hoy día, nuestros emprendedores, al igual que la inmensa mayoría de los mexicanos, demuestran ser de clase mundial. Somos un país alegre, trabajador y con un gran talento creativo, características que mantenemos sin importar las adversidades…lo mejor está por venir.

Emprendedores High Growth y Lifestyle

La empresa que se define como una comunidad de personas libres y responsables que se asocian para llevar a cabo una obra común en la que trabajan, aportan recursos, se desarrollan y contribuyen a la producción de bienes y servicios[3]; no surge de manera espontánea. Para constituir una empresa es necesario contar con tres elementos: personas que contribuyan con su trabajo, talento y empeño; inversionistas dispuestos a arriesgar su patrimonio y aportar los recursos financieros que se necesiten y, lo más importante, emprendedores que tomen la iniciativa y hagan lo necesario para su adecuado funcionamiento en beneficio de todos sus integrantes y el resto de la sociedad.

Son muchos los atributos del emprendedor, entre ellos destacan las virtudes de la magnanimidad, la audacia y la fortaleza; suelen pensar en grande, empezar en pequeño y escalar de forma rápida. Carlos Llano, filósofo y empresario, apuntaba <<su afán de logro es lo que suscita su apetito de embarcarse en aventuras en donde muchos temerían o, dicho en otras palabras, la grandeza de las metas a las que aspira le hace ver pequeños los peligros>>[4].

Los emprendedores podrían clasificarse en dos categorías: aquellos que persiguen una oportunidad y esperan alcanzar un rápido crecimiento (high growth entrepreneurs o equity entrepreneurs), y otros que encuentran en una aventura empresarial un estilo de vida (lifestyle entrepreneurs). Ambos tipos de emprendedores coinciden en varios atributos, por ejemplo, la pasión por aquello en lo que su empresa puede contribuir al bien común, el reto que representa su construcción, la creatividad plasmada en una innovación que la haga original y la impaciencia por la rentabilidad aunada a la paciencia en el crecimiento.

No obstante, las diferencias son más radicales. El emprendedor que persigue un alto crecimiento, reconoce que lograrlo es un deporte en equipo, por lo que selecciona de manera cuidadosa a otros fundadores, contrata el talento necesario -habitualmente escaso para esta clase de aventuras- sin temer, diluir su participación en la propiedad de la empresa, convoca al perfil de inversionistas adecuado para financiar oportunamente el desarrollo de ésta en sus diferentes etapas y sabe que, al final, está construyendo una compañía que eventualmente pudiese ser vendida. Con base en lo anterior, diseña y lleva a cabo su proyecto empresarial. Todos los incentivos quedan alineados para generar la mayor cantidad de valor posible, para cosechar el valor creado en el momento oportuno. Los fundadores, empleados e inversionistas asumen el reto inspirados por el atractivo y la emoción que plantea hacer realidad la promesa de su aventura empresarial, dispuestos a asumir un nivel de riesgo muy alto. Esta clase de nuevas empresas, ante todo, pretenden generar riqueza de una forma rápida y extensa.

Para la otra categoría de emprendedores (lifestyle), la empresa es un medio para generar sus propios ingresos, vivir la autonomía e independencia a la que aspiran y construir un patrimonio que pudieran heredar. El nivel de riesgo que están dispuestos a asumir por lo general es menor y el potencial de su empresa suele estar contenido por la limitante de recursos financieros. El emprendedor es mucho más cauteloso en la selección de inversionistas, ya que no está dispuesto a diluir de forma considerable su participación en la propiedad de la empresa; finalmente, ésta es el medio de sustento para él y los suyos. Por lo general, su modelo de negocio no demanda inversiones de gran magnitud y reconoce que la velocidad de crecimiento la dictará la capacidad de generación de recursos propios. Si el emprendedor tiene la disposición y habilidades para aprovechar el potencial de la oportunidad de su negocio -que se pueda, que puede y que quiera-, va formando de manera paulatina un equipo de trabajo capaz de construir una empresa sólida, relevante en su industria y una fuente importante de empleo.

Ejemplos representativos de ambas categorías serían Miguel Ángel Dávila de Cinemex, quien afirmaba: <<Cinemex se construyó para venderse>> y José Medina Mora, de CompuSoluciones, que expresaba: <<es la cristalización del sueño de crear una empresa en la que se vivan los valores, se aporte a la sociedad y se generen utilidades…>>.

También es cierto que en ocasiones la visión del emprendedor acerca de su empresa cambia con el tiempo, conforme decide resolver el dilema de rápidamente aprovechar al máximo la oportunidad de negocio e impactar de forma relevante el mercado, versus evitar diluir su participación en la propiedad de la empresa.

Es común encontrar ejemplos de aventuras empresariales que inician como lifestyle business y que después se convierten en high growth ventures. De igual forma, no es extraño que un lifestyle entrepreneur venda su empresa, por lo general, <<si le llegan al precio>>.

No obstante, también son muchos los ejemplos de empresas con un enorme potencial desperdiciado por la falta de arrojo del emprendedor, propio de la comodidad de disfrutar un negocio suficiente, dedicándose a cuidar el tamaño de su <<rebanada del pastel>> en vez de atreverse a hacer <<el pastel>> mucho más grande, aunque su rebanada fuese menor.

El imprescindible combustible para los emprendedores

La cantidad de capital que una nueva empresa necesita para alcanzar el flujo de caja positivo y la novedad de la tecnología o modelo de negocio, determinan su estrategia de financiamiento.

La inmensa mayoría de los emprendedores pretende arrancar una empresa, lograr un flujo de caja positivo rápidamente y volverla rentable, sin necesidad de compartir la propiedad con inversionistas. Esto es viable cuando los requisitos de capital del emprendimiento son modestos, ya que no se requieren inversiones importantes en activos, en el desarrollo de propiedad intelectual o en financiar un rápido crecimiento para alcanzar una posición dominante en el mercado.

Usualmente, emprenden modelos de negocio probados que pueden financiarse por medio de deuda (en general garantizada por el mismo emprendedor), no toman riesgos mayores ni pretenden innovar, y la velocidad de crecimiento la dicta la reinversión de los excedentes de efectivo generados. Son las características de la inmensa mayoría de emprendimientos que categorizamos como PYMES o lifestyle.

Como mencionamos anteriormente, hay otra categoría de emprendedores que denominamos de alto crecimiento, dispuestos a intentar algo que nadie más ha hecho y de una forma que nadie pueda copiar. Por ende, están dispuestos a asumir niveles más altos de incertidumbre.

Por lo general, estas empresas pretenden desarrollar propiedad intelectual basada en nuevos modelos de negocio, ensamblando diferentes tecnologías y, por la oportunidad que persiguen, se ven obligados a crecer agresivamente para ser exitosas; por ello, no pueden depender sólo de flujos de efectivo generados internamente. Estas aventuras suelen ser demasiado riesgosas para atraer financiamiento de deuda y dependen por completo de los inversionistas de capital emprendedor.

Los emprendedores de alto crecimiento buscan recaudar con inteligencia los recursos financieros para probar e implementar sus ideas, de tal forma que eviten una dilución sustancial en la propiedad de la empresa.

Estas nuevas empresas de alto crecimiento suelen transitar por dos etapas que denominamos start- up y scale-up. Dave McClure, inversionista ángel y fundador de la aceleradora de negocios 500 Startups, lo define de una forma singular: <<una star-up es una compañía que está confundida en cuál es su producto, quiénes son sus clientes y cómo hacer dinero. Tan pronto como encuentre la respuesta a estas tres consideraciones, dejará de ser una start-up para convertirse realmente en un negocio…la inmensa mayoría de las veces, eso no sucede>>.

Una scale-up es aquella start-up que mostró que su idea es una realidad en el mercado mediante un modelo de negocios probado y escalable, que tiene el potencial de desarrollar una ventaja competitiva basada en algo innovador, que puede erigir con rapidez barreras de entrada y que ahora enfrenta los dilemas propios del crecimiento acelerado de la empresa.

En ambas etapas, la nueva empresa suele necesitar financiamiento sostenido y cuantioso para alcanzar un flujo de caja positivo. Mientras eso no ocurra, para sobrevivir requiere capital emprendedor y este pueden aportarlo las aceleradoras de empresas, inversionistas ángeles, fondos de capital semilla, fondos de capital emprendedor (venture capital) u oficinas familiares (family ofices). Los tickets de inversión suelen fluctuar en el rango de los 50,000 dólares a los 10 millones.

Emprendedores para los emprendedores

Como consecuencias, han surgido emprendedores que eligen dedicarse a crear instituciones que buscan apoyan, incuban, aceleran, promueven y financian a las nacientes empresas. Saben que un México más próspero para todos requiere una renovada clase empresarial. Ellos son los impulsores del ecosistema que, al ubicar al emprendedor en el centro, han descubierto grandes oportunidades de negocio para desarrollar iniciativas que brinden alicientes al nuevo héroe.

Cuando se preguntan - ¿quién va a construir el México del mañana?- responden <<el México de la aspiración postergada y de las oportunidades inagotables hoy gestan al héroe que no sabíamos que necesitábamos: el emprendedor>>. Ese México del mañana lo construyen los emprendedores de hoy. Sus ideas e inquietudes, frustraciones y genialidades están dando paso a una nueva generación de empresas que se apartan de lo ordinario.

Muchas veces imaginamos al emprendedor como un joven de 20 años pero, en México, el perfil de quienes emprenden una iniciativa de alto crecimiento es muy diferente. En general son profesionales experimentados que, gracias al conocimiento profundo de un sector de negocios específico, de su competencia directiva, su prestigio personal y su red de relaciones, vislumbran oportunidades de negocios que los inspiran, apasionan y están dispuestos a probar su carácter y sus propias capacidades.

Emprenden porque ven con optimismo el futuro de México y consideran que es posible obtener los apoyos y recursos financieros necesarios. Para que esos emprendedores no sean la excepción sino la regla, es necesaria una industria de capital emprendedor dispuesta a financiar a sus nuevas empresas para lograr un impacto significativo en el mercado en beneficio de su comunidad y como consecuencia, generar retornos excepcionales para sus inversionistas.

En las últimas décadas, la industria de capital emprendedor se ha convertido en una fuerza dominante en el financiamiento de empresas estadounidenses innovadoras que han cambiado profundamente la economía de Estados Unidos.

A pesar de lo joven que es la industria de capital emprendedor (venture capital) en Estados Unidos, una quinta parte de las actuales empresas públicas estadounidenses recibieron financiamiento de este capital. Y si consideramos que la industria realmente empezó su desarrollo en los últimos 30 años, las empresas respaldadas por venture capital representan 43% de las empresas públicas estadounidenses, 57% de la capitalización total del mercado, 38% de los empleos y 82% de la inversión en Investigación y Desarrollo[5].

En Estados Unidos, algunas de las más grandes empresas respaldadas por venture capital de todos los tiempos han sido 3Com, Tesla, Genentech, Bed, Bath & Beyond, Whole Foods, Apple, Starbucks y Costco. Al invertir en fondos de venture capital, han fortalecido un ecosistema propicio para el éxito de emprendedores que han catapultado a la economía estadounidense. De las empresas de Estados Unidos que eran parte, hace 60 años, de las Fortune 500, solo 12% se mantiene en la prestigiada lista. ¿Qué sería de la economía estadounidense si no hubiera alterado el status quo y continuaran las mismas empresas durante décadas?

Una economía sana requiere innovación y desarrollo. México, un país de 120 millones de habitantes y la décimo segunda economía del mundo en cuanto a paridad de compra, según el ranking de The World Factbook, vive hoy, al igual que las economías modernas del mundo, la añeja lucha entre la resistencia al cambio, mantener el status quo, el establishment o adoptar lo nuevo, lo disruptivo.

El desarrollo de la economía mexicana se ha basado en la eficiencia operativa, no en innovación. ¿Qué será del futuro de la economía mexicana si no cambia? ¿Qué perspectivas se avizorarían si se logra una fuerte inversión en fondos de capital emprendedor para que financien a emprendedores que innovan y retan el status quo? La inserción en la nueva economía digital, el futuro de la manufactura denominada 4.0, el internet de las cosas, blockchain, market places, la inteligencia artificial como nuevo sistema operativo, nuevos materiales, robótica avanzada, edición genética, son algunas de las oportunidades que no podemos dejar ir. En sencillas palabras, podríamos pasar de <<hecho en México>> a <<creado en México>>.

Más allá de crear los empleos que el país va a necesitar y de generar riqueza basada en la meritocracia, la respuesta implica definir el papel que México desempeñara en el nuevo milenio. ¿Desarrollaremos la innovación necesaria para impulsar de forma relevante las tendencias mundiales o seguiremos un camino de imitadores creativos? La respuesta no es evidente, pero al no desarrollar la infraestructura para encontrar, invertir, crecer y reciclar el capital a la pujante iniciativa de los emprendedores, tal vez condenemos a generaciones enteras a la mediocridad y a ser un espectador más del fascinante mundo que se avecina.

Si queremos alcanzar el futuro anhelado necesitamos de los emprendedores de hoy. Hace pocos años de hablaba de la necesidad de crear un ecosistema emprendedor, hoy es una realidad vibrante. Impulsando el ecosistema están estos emprendedores detrás de los emprendedores, que desarrollan innovadoras iniciativas con el objetivo ulterior de apoyar a potenciales emprendedores y hacer realidad sus prometedoras ideas.

Hemos avanzado notablemente en la dirección correcta, cierto, pero no existe en el mundo ningún ecosistema emprendedor sano sin una industria de capital emprendedor sólida. Estos fondos de inversión proveen el combustible para que los emprendedores despeguen. El financiamiento que aportan permite a los emprendedores la posibilidad de soñar.

Publicado originalmente en la revista ISTMO No. 354, marzo 2018

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[1] Artículo basado en los siguientes capítulos del libro Iniciativa Empresarial: Hacerlos bien y hacer el bien, obra coordinada por José Antonio Dávila (2017) Editorial LID. Capítulo XII: <<El efecto multiplicador de los emprendedores>>. Pilar M. Aguilar y José Antonio Dávila. Capítulo XIII: <<Emprendedores para los emprendedores>>. Hernán Fernández, Álvaro Rodríguez y José Antonio Dávila. Capítulo XIV: <<Emprendedores sociales aspiran a cambiar la brújula del mundo>> Armando Laborde, Rodrigo Villar, Erik Wallsten y José Antonio Dávila.

[2] Schumpeter, J.A. (1975). Capitalism, socialism and democracy. Nueva York: Harper Perennial, Cap. VII.


[3] Echeverría, Mons, J. (2008). <<El humanismo cristiano en la dirección de empresas>>. (Conferencia inaugural). Simposio del IESE en el 50 aniversario, Barcelona, España.

[4] Llano, C. (1997). <<Riesgo y resistencia en el trabajo de la empresa>>. Istmo, año 39, número 231.

[5] Gornall, W. & Strebulaev, I.A. (2015). The Economic Impact of Venture Capital: Evidence from Public Companies. California: Standford University, doi: 10..2139/ssrn.2681841

Topics: Empresas privadas, Emprendedor, Empresarios

José Antonio Dávila Castilla

Escrito por José Antonio Dávila Castilla

Profesor del área de Política de empresa en el IPADE Business School Doctor of Management, Weatherhead School of Management at Case Western Reserve University. Máster en Dirección de Empresas para Ejecutivos con Experiencia (MEDEX), Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Programa de Dirección (D-1), Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE). Estudios de Matemáticas, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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