Filosofía

El antiplatonismo de Carlos Llano

[fa icon="calendar"] 21/03/17 17:01 / por Héctor Zagal

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El artículo “La idea práctica en la acción práctica” es una especie de declaración de principios. Ahí se revela el leit motiv del autor en su teoría de la acción:

La consideración de la idea práctica o causa ejemplar, tal como fue tratada por Aristóteles y desarrollada por Tomás de Aquino, sería de gran provecho para la acción práctica humana sí no fuera por un persistente idealismo platónico sedimentado en aquélla. Con el fin de recuperar el valor práctico de los estudios aristotélicos sobre la idea, procuraremos hacer algunas precisiones en estos puntos: I) un indebido formalismo en el tratamiento filosófico de la idea ejemplar; II) un uso inadecuado de la analogía al estudiarla.[1]

Aristóteles reconoce que el pensamiento puro no mueve. Las Ideas platónicas, no causan nada. No explican los acontecimientos del mundo natural. La relación de “participación” entre la Idea de caballo y Bucéfalo no se puede traducir en términos de una relación causal, real y objetiva a menos que esté de por medio la causa eficiente. Las Ideas carecen de valor causal si no son naturales, es decir, si no organizan la materia de una sustancia. En este punto, Llano coincide plenamente con el Estagirita.

Las Ideas platónicas –piensa Aristóteles- no son útiles para el movimiento, ni para la ciencia, ni sirven como ejemplares, ni como sustancia, ni explican el devenir[2]. La Idea de hombre es estéril[3].

La Idea de Sócrates no engendra. Solamente Sócrates de carne y hueso fue capaz de engendrar.

Pero la razón fundamental en que Aristóteles se apoya para mostrar la inutilidad de las ideas se da precisamente en el terreno al que deseamos llevar nuestro análisis: el de la acción práctica. Las ideas no tienen ningún sentido causal y práctico, porque resulta imprescindible postular la existencia de un principio directivo (principium dirigens), una causa rectora. No es la idea, sino esa causa rectora, lo que se precisa para que se den la generación y la corrupción en la naturaleza.
Así pues, puede concluir Aristóteles, como es bien sabido, que las cosas naturales no necesitan responder a ideas separadas del mundo del que son causas, igual que la casa y el anillo no responden, incluso en Platón a formas separadas: basta con que se encuentren pensadas en los artífices que construyen las casas o hacen los anillos. Aparece de esta manera el verdadero carácter aristotélico de la idea ejemplar: algo pensado por el artífice con la intención de hacerlo en la práctica. Esta última apreciación resultará decisiva para la concepción de la idea como causa ejemplar: las ideas son, a partir de aquí, para la tradición que sigue a Aristóteles; formas imitadas intencionalmente por una causa que determina por sí misma sus fines ( De veritate, q. 3, a. 1. 4d sum)[4]

Llano arremete contra esta concepción de la idea práctica, pues se trata, en su opinión, de una causa formal extrínseca y, por ello, todavía platonizante. La idea práctica es separada, un paradigma, un ejemplo. Aristóteles –sugiere Llano- ha cedido terreno ante el maestro: la idea ejemplar finalmente, si tiene cierto poder causal.

Por supuesto, Llano advierte la distinción entre Platón y Aristóteles. La causa ejemplar aristotélica requiere de la causa eficiente (“Las causas son causas entre sí”, reza el adagio escolástico). La causa ejemplar es la idea que posee un agente eficiente e inteligente[5]. Esto, sin embargo, no le parece suficiente a Llano: La causa ejemplar tiene que incorporar un cierto dinamismo, ha de ser susceptible a modificarse sobre la marcha. Así, una idea práctica –auténticamente práctica- no está cristalizada, no es un fósil conceptual, sino un esbozo abierto a la retroalimentación. Y Aristóteles no habla de esto, al menos no explícitamente.

La acción parte del singular y en él termina. Entre el proyecto universal y el logro singular existe una brecha que sólo la decisión del hombre de acción puede zanjar:

Algo semejante le sucede a las propuestas intelectuales por razón de su carácter universal. Tal vez sea este carácter universal lo que le da a las ideas intelectuales, en cuanto meras propuestas de acción, su relativa ineficacia (relativa precisamente respecto de la eficacia de la voluntad). Lo que propone el entendimiento en cuanto tal está afectado por el carácter de universalidad. La forma pensada, al no poder ser pensada en todas las condiciones de materialidad con que, a su vez, se encuentra en el efecto, tiene siempre un perfil general y difuso para el hombre; de ahí que “la forma en cuanto está solo en el entendimiento no se encuentra determinada con precisión para que exista o no exista en el efecto, si no la determina la voluntad. De ahí también que el entendimiento especulativo nada dice en orden a la acción (…) Ello es así porque lo que quiere la voluntad es el ser completo, con su ese proprium, y no tiende a generalidades[6].

Esta dicotomía universal/singular no se restaña, piensa Llano, a través de la causa ejemplar aristotélica, sino a través de una idea práctica que sea capaz de ser filtrada por la singularidad o, mejor aún, sólo la ejecución de la persona de acción es capaz de superar la separación entre el mundo de los ejemplares y el mundo de los artefactos y acciones.

Texto extraído de la participación del Dr. Zagal en el libro “Metafísica, acción y voluntad, ensayos en homenaje a Carlos Llano”. Editorial Cruz, año 2005

[1] Universidad Panamericana, México, 1998.

[2] Llano remite a Metafísica I, 9.

[3] Cfr. AQUINO, Santo Tomás de: In Met I, lección. XV. n. 226. Como es habitual, sigo la numeración de la edición de Marietti.

[4] LLANO, Carlos: Sobre la idea práctica, Universidad Panamericana-Publicaciones

[5] Llano: Sobre la idea…, p.15.

[6] LLANO: Examen filosófico…, p.113.

 

Te invitamos a escuchar:

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Héctor Zagal

Escrito por Héctor Zagal

Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra. Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana. Autor de Ética para adolescentes posmodernos y Gula y cultura.

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