Uno de los problemas del hombre contemporáneo es su falta de criterio para distinguir entre las necesidades naturales y las necesidades superfluas. Sin embargo, Carlos Llano afirma que, “hay una pequeña piedra de toque que nos hace ver si algo es natural o es superfluo: las necesidades naturales se calman, llega un momento en que ya no puedo comer o descansar más.
En cambio, las necesidades superfluas, como la multiplicidad de pares de zapatos, jeans, modelos de mp3 o iPod, tienen como constitutivo de suyo el no saciarse nunca”. Así pues, tal parece que la nota distintiva de las necesidades necesarias y superfluas es que cuando se poseen las últimas, no se llega a un estado de satisfacción, de saciedad. Dicho sea de paso, este criterio aplica tanto para el hombre de antaño que se regocijaba en el mero hecho de poseer cosas –¡el avaro!– como para el hombre consumista, quien desea para consumir.