Filosofía

Carácter para evitar el sentimentalismo, el racionalismo o el voluntarismo

[fa icon="calendar"] 3/04/20 9:17 / por Laura Cremades Granja

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

Carlos Llano propone el carácter como lo que se debe formar para que la persona armonice la inteligencia, la voluntad y la afectividad con la ética, con lo que es el bien para la persona según la naturaleza de su ser. Define el carácter de la siguiente manera: “El carácter podría definirse como una forma de ser y actuar derivada fundamental y esencialmente del uso de la inteligencia y de la voluntad, por encima de los impulsos sensibles. Carácter es, pues, la condición humana que se deja conducir por la inteligencia y por la voluntad. La formación del carácter, así considerada, presupone obviamente la de la inteligencia (que gozará de la aptitud habitual de aprehender la verdad y el bien, presentándolo a la voluntad) y de la voluntad (dócil para seguir las instancias acertadas de la inteligencia y fuerte para ejecutarlas)[1].

Es fácil confundir el significado de la palabra carácter, porque se confunde con alguien tranquilo y que deja que abusen de él o como lo explica el Dr. Llano: “del individuo que se deja llevar por la sensación de los sentidos y por las tendencias sensibles que de ellos se derivan (las potencias inferiores de nuestro esquema) decimos que adolece de falta de carácter. […] Dicho de otra manera, cuando hablamos de un hombre de mal carácter, nos referimos a aquel que se deja llevar por apetitos o tendencias sensibles que no facilitan la convivencia, es decir, precisamente, que le falta carácter. Ello ocurre incluso con las personas que se dejan llevar por sus impulsos sensibles, sin intervención alguna de la inteligencia y de la voluntad, aun siendo estos impulsos socialmente agradables: lo apropiado sería entonces decir que es un hombre con un natural modo de ser atractivo, pero nada más”[2].

Nuevamente, Carlos Llano expone las posturas en materia de gobierno de los sentimientos, las emociones y las pasiones. “En las relaciones básicas entre el entendimiento, la voluntad y las sensaciones o tendencias sensibles aparecen tres modos fundamentales de ser que conviene aclarar ahora:

“a) El racionalismo es el modo humano de ser en que la razón predomina sobre los demás aspectos del hombre. Resolver los problemas de la existencia sería tanto como lograr encajarlos dentro de un espacio racional que los relacione y los explique. Más aún, es una manera de conducirse en la vida según la cual todo puede ser sometido al imperio de la razón… Lo que no puede introducirse en la computadora es inatendible. Una postura racional, llevada a este extremo, deseca el jugo de la vida y margina aspectos sustanciales de ella. Pascal dice con razón que hay razones del corazón que la razón ignora. Quien considera que hay dimensiones existenciales fundamentales que no son susceptibles de abordarse por medio de la razón fría y objetiva se aleja de la postura racionalista, poseyendo un carácter de diversa clase”[3].

“b) El voluntarismo apuesta todas las cartas de la existencia a la fuerza de la voluntad. La razón fundamental por la que se mueve es la de querer. Lo importante de cualquier asunto es quererlo, quererlo con pasión y fuerza. El voluntarismo descuida las razones que se dan para actuar de una determinada manera si tales razones no han sido asumidas por la voluntad; esta asunción se hace no tanto por el peso de las razones aducidas –si así fuera, ya no sería voluntarista- cuanto por el peso o la inclinación de la voluntad sobre ellas. El voluntarismo es una postura humana preferentemente tautológica: sus disposiciones son las de querer algo por la mera razón de que se quiere. Diríamos que el ‘querer porque quiero’ es la regla máxima de la conducta voluntarista. Esta conducta, por encima de lo que pudiera parecer, dista mucho de ser caprichosa. Aunque comparta la irracionalidad del voluntarismo, el capricho es la forma sentimental de conducirse. Pero el voluntarismo implica una racionalidad de índole muy peculiar: considera que la razón fundamental de cada acto es el haber decidido quererlo. Hay razones, sí, en las que la decisión se ha apoyado para decidir, pero estas razones pierden su relevancia cuando se ha decidido. A partir de ese momento la razón de la decisión es la decisión misma, y su cumplimiento, la única finalidad de la conducta… (El capricho) es voluble; la base del cambio del voluntarismo es la irrevocabilidad: una vez que se ha decidido, la peor equivocación sería volverse atrás. La tozudez y la terquedad son las notas propias del voluntarista, quien, por su parte, las considera como los máximos atributos del ser humano. Bismarck se muestra voluntarista cuando asegura que una mala política es mejor que una política indecisa”[4]. El peligro es que “el voluntarismo desconoce cualquier papel positivo de la afectividad”[5], con lo que toma a la persona de manera incompleta, anulando su afectividad y la utilidad y sentido que ésta tiene.

“c) El sentimentalismo. El racionalismo y el voluntarismo son dos formas genéricas diversas –y antagónicas- del carácter del hombre, pues cumplen con la definición que le hemos asignado: el dominio, en la conducta, de las facultades superiores del hombre. El sentimentalismo, en cambio, es precisamente la falta de carácter porque el aspecto sensible del hombre, que es la parte inferior suya, aunque necesaria, prevalece sobre las facultades superiores, que distinguen al hombre del animal (la inteligencia y la voluntad). Esto no significa que el hombre no deba tener sentimientos (buenos o malos) o que éstos no tengan un papel –aunque secundario- en la formación del carácter; sólo quiere decir que los sentimientos no han de ser la principal dimensión motora de la conducta humana. Porque, como veremos, el sentimiento llega a distinguir entre lo agradable y lo desagradable, sensible y psicológicamente, pero no entre lo verdadero y lo falso (diferencia que capta la inteligencia) o lo bueno y lo malo (que atiende la voluntad)[6].

El autor expone que él toma una postura que integra inteligencia, voluntad y afectividad, en lo que él llama el carácter: en sus palabras, “el desarrollo del carácter, en una primera instancia, persigue la armonía y sintética relación entre los tres principales aspectos de la realidad del hombre: la inteligencia, la voluntad y el sentimiento. De la armoniosa conjugación de estos tres elementos antropológicos, no siempre bien articulados, surge lo que llamamos carácter y otros denominan personalidad. […] El racionalismo, el voluntarismo y el sentimentalismo son deformaciones unilaterales del carácter, que un carácter armónico debe superar”[7]. Conviene "vernos" en un espejo y evaluar cómo nos conducimos, seguramente conviene que hagamos ajustes porque el sistema voluntad-inteligencia-sentimiento puede desequilibrarse fácilmente y con frecuencia. Tal vez en la integración de los tres se encuentre la solución a muchos de nuestros problemas actuales.

Artículo escrito bajo la dirección de Arturo Picos, director de la Cátedra UP-IPADE Carlos Llano.

ebook constancia como eje

 


[1] Ídem, p. 114

[2] Ídem, pp. 113 y 114

[3] Ídem, p. 114

[4] Ídem, p. 115

[5] Ídem, p. 116

[6] Ídem, p. 115

[7] Ídem, p. 116

Topics: Ética, Formación, Carácter

Laura Cremades Granja

Escrito por Laura Cremades Granja

Colabora con diferentes universidades y programas educativos tanto de manera presencial como en línea. Egresada del MEDE del IPADE, Maestría en Educación Familiar por la Universidad Panamericana, Diplomado en Finanzas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, Ingeniera Biomédica por la Universidad Iberoamericana. Tiene experiencia trabajando en finanzas, planeación y capacitación en diferentes empresas del sector privado, social y gubernamental.

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