Filosofía

El dominio de los sentimientos para el logro del bien y la paz

[fa icon="calendar"] 18/05/20 10:37 / por Laura Cremades Granja

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

Adentrarse a una dimensión afectiva de la ética implica incorporar conocimientos y habilidades de todas las dimensiones de la persona, esto posiblemente se debe a lo íntima que es la afectividad y a lo central que se vuelve en la vida y en el actuar, especialmente cuando se ha vivido en una cultura emotivista y subjetiva como es el caso de la civilización actual desde la década de los sesenta, explica Carlos Llano.

Finalmente, “la sabiduría no es conocimiento sino comportamiento[1], es llevar a la práctica lo que conviene a la propia naturaleza humana que nos sostiene. Carlos Llano expone que existen dos tendencias: la de armonizar todas las fuerzas y tendencias o la de orientación, sometimiento o dominio de las tendencias racionales del hombre sobre las tendencias irracionales, puramente animales o instintivas. La filosofía aristotélica es del dominio, de la resistencia ante o de la elevación de las fuerzas irracionales. “Para Tomás de Aquino, una situación habitual de conflicto entre los sentimientos desordenados y la voluntad, supondría un gasto inútil de energías que podría llevar al cansancio y a la tristeza. Pero como el cansancio y la tristeza son a la postre también sentimientos, el hombre puede y debe superarlos –en el sentido precisado- con su inteligencia y su voluntad”[2]. Así logrará la armonía interior y el orden.

El Dr. Llano expone que lo normal en el hombre es la armonía de todo, así que si algo se sale de lugar, se debe luchar por volver a la armonía consigo mismo y la formación del carácter consistiría en la recuperación de la natural armonía perdida. En esto también hay tres posturas diferentes, además de la postura aristotélico-tomista expuesta. Estas otras tres posturas diferentes, que tienen importantes limitaciones, son: 1. Logro de la armonía gracias a una connaturalidad con las leyes cósmicas (antropologías orientales: el nirvana budista o el yoga hindú), 2. Logro de la armonía eliminando las discordancias introducidas en el hombre por la sociedad (antropologías naturalistas y utópicas, de siglos pasados, como las de Rousseau y Marx), 3. Logro de la armonía por medio de técnicas clínicas (psicología contemporánea) para lograr la tranquilidad nativa y original, puesta en desequilibrio por factores exógenos o endógenos que pueden apaciguarse técnicamente[3].

“Para entender el alcance de estas posturas, y para captar en todo su valor y sus limitaciones el carácter entendido como armonía, hemos de aclarar que hay una triple relación entre los sentimientos o apetitos sensibles y la voluntad, que da lugar a un triple estado del alma: 1. Cuando el apetito sensible (sentimiento) tiende vivamente, junto con la voluntad, hacia el mismo objeto, el hombre se encuentra en estado de paz o armonía. 2. Cuando el apetito sensible no se mueve sino con dificultad hacia el bien al que tiende la voluntad, el espíritu se halla en lo que podríamos denominar estado de aridez. 3. Cuando el apetito tiende a un objeto incompatible o contrario con el que corresponde a la tendencia de la voluntad, el hombre se encuentra en estado de conflicto interior o desasosiego, inquietud y angustia.[…] Las antropologías orientales y modernas, frente a la postura aristotélica, prestan particular atención al estado del alma y buscan por encima de todo –a toda costa- huir del conflicto interior y el tránsito al estado de aridez (o al menos de indiferencia), y de éste a la paz o armonía entre las fuerzas sensibles y las fuerzas espirituales. El enemigo a vencer es el estado de conflicto y el objetivo a lograr es el estado de paz o armonía.[…] Aristóteles, en cambio, aunque no desprecie en modo alguno el estado de paz en el hombre, no le presta primordial importancia, ni es para él el objetivo antropológico por excelencia. De otra parte, no huye del conflicto interior como si fuera el peor enemigo al que hubiera de evitar a todo trance. Y esto porque la paz no puede conseguirse mediante procedimientos del todo racionales y porque, además, puede lograrse una falsa concordia, armonía o paz. Esto acaece cuando, para evitar el conflicto interno, la voluntad cambia de dirección y en lugar de perseguir el bien racional (y arduo), se deja llevar por las orientaciones sensibles en busca del bien superficial o aparente (y fácil). Se ha conseguido la armonía interna, claudicando de la consecución del bien objetivo[4].

Esto tiene consecuencias perjudiciales para la persona. “Citando a Kart Goldstein, Frankl, Víktor (Psicoterapia y humanismo, Fondo de Cultura Económica, Colección Breviarios num. 333, México, 1978, p. 103) afirma que ‘sólo un cerebro que está funcionando de un modo patológico se halla caracterizado por el intento de evitar incondicionalmente las tensiones. […] Según Aristóteles, al ser humano, para serlo plenamente, le corresponde tender al bien, y optar y decidir por él. Este bien se encuentra fuera de sí mismo –en el sentido de que aún no se halla en posesión de él- y, al alcanzarlo, aquieta su apetito espiritual: es ésta la verdadera paz del alma[5]. Realidad paradójica, porque logro la paz con o sin acuerdo de los apetitos sensibles y la paz es más valedera y más alta cuando se logra en contra de los afectos sensibles. La paz exige de mí una continua lucha. Sin lucha no podré tener paz[6].

Este concepto de lucha que parece no entenderse cuando sólo se quiere estar en concordancia de la voluntad con los sentimientos es fundamental. “El dominio de los afectos sensibles, como ya se dijo, cuando es requerido para el logro del bien, no implica cancelación o apaciguamiento, sino estricta y rigurosa supremacía y preponderancia (para el logro del bien es necesario el dominio de los sentimientos). Por esta causa, la antinomia entre el bien volitivamente apetecible y el bien apetecido sensiblemente no debe recibir el calificativo de conflicto interior, desasosiego, inquietud o angustia, sino de lucha. El carácter del hombre se fragua no en la armonía, sino en el combate. […] Las pasiones no desaparecen por mandato de la voluntad, que son muchos los hombres que siguen el rumbo de las pasiones (y logran así una falsa paz), pero que sólo los sabios resisten a las pasiones, adquiriendo una paz verdadera”[7]. E insiste en aclarar que esto no o consiste en que los sentimientos desaparezcan, sino en que no prevalezcan. “Las pasiones son importantísimas, pero si siguen su propio rumbo destruyen al individuo. Sin pasión no habría aventura, empresa, poesía”.[8] Estar pendientes de lo que se siente es muy importante para poder comportarnos conforme al pensar claro sobre lo verdadero o falso y al estar con un querer firme de lograr el bien. Y formar el carácter así logra modelar los sentimientos de forma que no atenten contra la persona y sus compromisos y responsabilidades: el logro del bien, principalmente, en los múltiples aspectos de la vida. La persona con carácter lucha precisamente para que eso no pase.

El título original de este artículo es “Para el logro del bien y la paz que resulta de lograrlo es necesario el dominio de los sentimientos”.

Escrito bajo la dirección del Dr. Arturo Picos, director de la Cátedra UP-IPADE Carlos Llano.

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[1] Llano Cifuentes, Carlos. Formación de la Inteligencia, la Voluntad y el Carácter. Editorial Trillas. 1999. p. 137.

[2] Íd

[3] Íd

[4] Ídem, pp. 138 y 139

[5] Ídem, pp. 139 y 140

[6] Ídem

[7] Ídem

[8] Ídem, p. 141

Topics: Toma de decisiones, Sentimientos, Dominio de sentimientos

Laura Cremades Granja

Escrito por Laura Cremades Granja

Colabora con diferentes universidades y programas educativos tanto de manera presencial como en línea. Egresada del MEDE del IPADE, Maestría en Educación Familiar por la Universidad Panamericana, Diplomado en Finanzas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, Ingeniera Biomédica por la Universidad Iberoamericana. Tiene experiencia trabajando en finanzas, planeación y capacitación en diferentes empresas del sector privado, social y gubernamental.

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