Filosofía

Los 5 sentidos configuradores del carácter

[fa icon="calendar"] 1/06/20 10:58 / por Laura Cremades Granja

Configurados del carácter del ser humano

Sentido común, sentido de responsabilidad, sentido de urgencia, sentido trascendente de la vida y sentido del humor.

Una clave valiosa para lograr esta modificación de los sentimientos a favor de la persona es la posibilidad de que la voluntad induzca o sugieraa la sensibilidad y logre manejar los sentimientos de inicio, educarlos; sin embargo, si bien es una herramienta, al final, en el acto, lo importante no es esto sino acercarse al objeto de bien que nos hace mejores. “En efecto, independientemente del mayor o menor mérito, es más perfecta y, por tanto, más virtuosa la acción cuando al amor de la voluntad va unido el querer del apetito sensible, especialmente cuando éste ha sido suscitado por la misma voluntad. La razón se gana la docilidad de sus súbditos mediante un inteligente control de los apetitos, especialmente disponiéndolos mediante una habitación virtuosa a secundar el recto querer de la voluntad.

Pero en último término, cuando esa docilidad no se gana, son la razón y la voluntad quienes han de prevalecer. […] Las tendencias sensibles son incapaces de mover a la voluntad, aunque puedan de algún modo arrastrarla, incluso con una suerte de violencia concupiscente, en su propia dirección, pero no de un modo definitivo, efector o eficaz. […], las fuerzas vectoras del carácter concurren y se centran en la voluntad, y sólo secundaria y periféricamente en el entendimiento y la sensibilidad. Es la voluntad la que, por su propia decisión autónoma, o bien se deja mover por el entendimiento o bien se deja mover por los sentimientos, o por ambos cuando hay entre ellos concordia o armonía[1].

Lo propio de quien tiene carácter es la generosidad, y el que tiene un carácter deficiente, pobre o pequeño, vive inmerso en el egoísmo. Ahora bien, aclara Carlos Llano que “sería mejor no preocuparse a ese grado de ser generoso y, en cambio, fomentar la generosidad de los demás”[2]. Se trata de saberse interdependiente con los demás, saber que la vida como personas es siempre en comunidad y en amistad, por lo que el desprendimiento consiste en salir de sí mismo para hacerle la vida mejor a otros y para ayudarles a formarse y a desarrollarse para alcanzar buena parte del potencial que tienen y así, juntos, ser más virtuosos (sin pretender la conquista de virtudes per se, sino el ir juntos, el salir de sí mismo).

Otra forma de ver el carácter es considerarlo como desprendimiento: “las dotes externas o cualidades naturales no estructuran un carácter, sino sólo las cualidades voluntariamente adquiridas, que llamamos virtudes;… la esencia o el núcleo del carácter no se halla en la posesión de atributos, sino más bien en la actitud que adoptamos frente a ellos.[…] La actitud clásica recomendada ante los dones propios que nos son posibles no es la de su adquisición, mantenimiento y desarrollo sino la de desprendimiento”[3].

Desprendimiento parte de dos premisas:

“a) no considerar tales dones como propios en su origen (pues no nos serían posibles sin nuestra naturaleza, que es para nosotros un don que no nos hemos dado a nosotros); y

b) considerar que tales dones, aunque hubieran sido adquiridos por nosotros, se encuentran destinados no al servicio propio sino al de los demás.[…] La mejor manera de adquirir, mantener y desarrollar esas cualidades es una actitud de desapego, exención y desprendimiento –otra vez: señorío y dominio-ante ellos, en los dos sentidos que acaban de precisarse.

El desprendimiento de las cualidades adquiridas y poseídas nos facilita su utilización, pues gracias al desprendimiento las consideramos como algo que debemos entregar a los demás, poniéndolas a su servicio, lejos de retenerlas o incluso encarnarlas como exclusivamente propias. Acontece con ellas que es precisamente su entrega el mejor modo de poseerlas. Y al revés, su retención produce su pérdida[4]. Por esto es tan importante tener en cuenta la necesidad de vivir el desprendimiento.

“El profundo sentido que tiene para nosotros la dignidad de toda persona nos lleva al desprendimiento de la propia”[5]. Desprendimiento que contiene peculiares grados de dificultad… Si el hombre, lejos de ser señor de sí mismo, se supeditase a otra cosa distinta de sí, en esa medida su carácter se haría deletéreo (es decir, dejaría de ser carácter, huella, impronta, señal de sí mismo)… Los bienes de más fácil desprendimiento son aquellos cuyo desprendimiento es menos importante para la adquisición del dominio de sí y del carácter; y, al contrario, el rango de bienes cuyo desprendimiento contiene un mayor nivel de dificultad es aquel precisamente cuyo desprendimiento es más decisivo en la formación del carácter. Se ha establecido así, tradicionalmente, la siguiente escala de bienes: temporales, naturales, sensuales y morales.

A) Temporales… porque no tienen permanencia… Sin el desprendimiento, se vive con temor a perder esos bienes. Igualmente, se vive en el olvido de mi propia valía que ha quedado sustituida por ellos… y, por fin, en el olvido y desprecio de Dios, que me los ha proporcionado, pues los estoy considerando como derecho propio.

B) Bienes naturales: la hermosura, el donaire y la simpatía, la complexión natural, la inteligencia y el acierto… guardan mayor proximidad con la persona de quien son bienes, al punto de constituir una misma identidad con ellos… también tienen un cierto peligro de caducidad… Los resultados de la falta de desprendimiento, desapego y exención ante tales bienes son particularmente nefastos… la vanagloria (pedantería), el narcisismo, la enfermiza búsqueda de alabanzas… el debilitamiento del espíritu. Porque el espíritu, más que inteligencia, más que acierto, es desprendimiento (‘horizonte y distancia’, dijo Machado).

C) Los bienes sensuales son aquellos sentimientos agradables (placeres) que siguen al ejercicio de los sentidos internos (imaginación y memoria) y a los sentidos externos… los placeres sensibles (internos y externos) no han de ser la finalidad de nuestros actos… Hasta los hedonistas estaban de acuerdo con esto…la antropología tradicional (excepto los hedonistas) acertó a considerar el placer sensible como consecuencia, en el mejor caso, de los actos que perseguían fines más altos… los placeres sensuales deben ser, en el mejor caso, consecuencia del buen obrar, pero no finalidad de la obra, que deja entonces de ser buena. Los sentidos internos, cuando se desatan –como imaginación calenturienta, soñadora de gestas propias inexistentes, o memoria que revive los instantes de éxito, si los hubo, y entierra más adentro los fracasos indudablemente reales-, así como los sentidos externos (escuchar cosas inútiles, buscar olores enervantes, saborear manjares excesivos o delicados, ver imágenes procaces, tocar superficies blandas y suaves) no sólo decoloran y desdibujan cualquier posible trazo del carácter, sino obstaculizan la posición de los verdaderos cinco sentidos que son sus configuradores: sentido común, sentido de responsabilidad, sentido de urgencia, sentido trascendente de la vida y sentido del humor (Raimond-Kedilhac).

D) Los bienes morales, a pesar de serlo, se constituyen también en objetos de nuestro desprendimiento… La filosofía clásica reserva el nombre de bienes morales para calificar los buenos hábitos del hombre, esto es, las virtudes… Los bienes…no hacen bueno al hombre si éste no se relaciona bien con ellos. Así la relación con nuestro propio carácter es más importante que el carácter mismo. Estamos hablando de nuestro carácter frente al carácter. También ante la virtud el hombre, para ser virtuoso, ha de guardar una actitud de distancia o desapego. Siendo la virtud una segunda naturaleza que brota de y potencia a nuestra naturaleza original y habiendo recibido esa naturaleza primigenia como un don –del que he de ser responsable- y una tarea –a la que he de estar dedicado- no debo considerar a la virtud como asunto meramente mío, aunque se derive –como toda virtud- de mis actos voluntarios. No es cosa exclusivamente mía, como no lo es mi naturaleza, toda vez que yo no me la he dado a mí mismo. El desprendimiento ante la virtud es el acto propio de una virtud básica que llamamos humildad y que –como tendremos ocasión de ver seguidamente- no goza de predilección en nuestro tiempo”[6].

Escrito bajo la dirección del Dr. Arturo Picos, director de la Cátedra UP-IPADE Carlos Llano.

ebook constancia como eje

 


[1] Llano Cifuentes, Carlos. Formación de la Inteligencia, la Voluntad y el Carácter. Editorial Trillas. 1999 pp. 141 y 142

[2] Ídem, p. 144

[3] Ídem, pp. 143 y 144

[4] Ídem

[5] Ídem, p. 164

[6] Ídem, p. 145 a 148

Topics: Virtudes, Carácter, formacion del caracter

Laura Cremades Granja

Escrito por Laura Cremades Granja

Colabora con diferentes universidades y programas educativos tanto de manera presencial como en línea. Egresada del MEDE del IPADE, Maestría en Educación Familiar por la Universidad Panamericana, Diplomado en Finanzas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, Ingeniera Biomédica por la Universidad Iberoamericana. Tiene experiencia trabajando en finanzas, planeación y capacitación en diferentes empresas del sector privado, social y gubernamental.

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