Filosofía

Reflexiones filosóficas a propósito del Covid-19

[fa icon="calendar"] 21/04/20 11:59 / por Roberto Alfonso Rivadeneyra

 

Cátedra Carlos Llano UP-IPADE

En el marco de la pandemia del coronavirus más de 36 millones de alumnos se quedarán sin escuela. De ellos, poco más de 25 millones son de educación básica, los 11 millones restantes se reparten entre la educación media superior, superior y de educación para el trabajo. La mayoría de los colegios, ante el anuncio del secretario Moctezuma implementaron guías de trabajo para realizar en casa presentando semanalmente evidencias del avance del alumno. Algunas escuelas fueron más veloces que otras, pero hoy prácticamente todas están trabajando así. Nadie está descansando. Esta pandemia nos tiene enclaustrados en casa, pero no gratuitamente. No son vacaciones, no son asuetos, no son días libres. Al contrario, son días con mucho trabajo. Papás y mamás haciendo home office mientras auxilian al hijo a hacer una versión light del home schooling. Simultáneamente, debido a las condiciones de la cuarentana, muchas empleadas domésticas no están asistiendo a laborar por lo que los papás y mamás tienen que, además, cocinar, asear el hogar y mantener el orden.

Uno de los sectores poblacionales que probablemente sufra más los estragos de la pandemia son la famosa generación millenial. ¿Por qué ellos y en qué sentido? Los millenial son la generación del free lance, del trabajo por encargo. Son la generación a la que no le gusta someterse a una autoridad que regule y vigile sus horarios de entrada y salida dentro de una oficina. Algunos de ellos ni siquiera se ven laborando para una empresa más de dos años porque no encuentran el sentido. ¿Para qué voy a querer estar en una empresa más de dos años?, me han respondido alumnos cuando toco este tema. Incluso hablan con desprecio de la gente asalariada que tiene que levantarse temprano para ir a laborar.

Es muy probable que tras el periodo de aislamiento el millenial reconsidere las ventajas de un trabajo asalariado. Asimismo, es posible percibir apertura y flexibilidad para el home office y el home teaching. Empresas, escuelas y universidades se están dando cuenta de que tal vez la renta de ciertos espacios está siendo innecesaria. No se diga del positivo impacto ambiental que la cuarentena está teniendo. Es muy probable que gobiernos y el sector privado colaboren en estrategias para que, una vez terminado el peligro, mantener los privilegios ecológicos que se están derivando de ello. Asimismo, aquí es donde será posible integrar a los millenial, quienes se caracterizan por su alta inteligencia ecológica.

Pandemias como la que estamos experimentando no surgen sin un propósito. En la naturaleza nada sucede porque sí, no hay casualidades. Es necesario y urgente buscar ese propósito. Un amigo reflexionaba en sus redes sociales sobre esto mismo y mencionaba que si el calentamiento global es la enfermedad, el Covid-19 es la manera que la Tierra tiene para combatir dicha enfermedad. Es sólo una teoría, pero como lo mencioné anteriormente, parece que hay mucha lógica detrás de dicho pensamiento. Inevitablemente debemos pensar el por qué estamos viviendo esto y para qué, de qué nos servirá, cuál será la lección a aprender y nunca olvidar.

Es muy cierto, también, que antes del surgimiento de este virus la humanidad vivíamos en un soliloquio burbujeante de superficialidad. Bajo falaces creencias de liderazgo, emprendimiento y otros mitos de desarrollo y capital humano, el hombre y la mujer del siglo XXI se caracterizaban, en su mayoría, por la feroz lucha de escalar posiciones laborales a costa de lo que fuese necesario. Lo imperante era destacar y ser líder. La ausencia de una ética condujo a la humanidad a la reflexión por el otro. Este encierro nos hace preguntarnos quién es el otro. Obliga a la conciencia a despertar del monstruoso sueño de la razón. Hoy más que nunca la solidaridad y empatía, el sentido de comunidad es lo que nos permitirá sobrevivir a la pandemia. Una comunidad curiosa, porque estamos todos viviendo en comunidad, pero sin estar el uno con el otro. Es una comunidad virtual, pero también real, una comunidad a partir de una misma idea: cuidarnos los unos a los otros. El que sale a la calle no está haciendo comunidad, el que busca reunirse con sus amigos en estos tiempos no está haciendo comunidad, sino que está exponiendo a la comunidad al contagio. Hoy el egoísmo debe quedar atrás, hoy el interés por el otro es el interés por mí. No somos nadie sin el otro.

Aristóteles escribió en Ética Nicomaquea (VIII, 1, 1155a 26-27) que allí donde hay amistad la justicia es innecesaria. Tiene toda la razón. Si fuéramos capaces de ver a cada uno de los 7 mil millones de habitantes que compartimos el planeta como amigos la justicia sería innecesaria, pues viviríamos todos como una red perfectamente hilvanada donde cada nudo refuerza al de al lado y así en todo el tejido. La amistad crea comunidad. Las escuelas son el primer lugar donde aprendemos el valor y la virtud de la amistad. Los amigos son hermanos que escogemos y quienes nos enseñan a ser mejores personas en todo. Sin escuelas no hay amigos y sin amigos el ser humano jamás podrá ser feliz. Así lo sentencia también Aristóteles en su libro IX de la Ética Nicomaquea. Hoy vamos a valorar ese contacto humano que siempre hemos tenido al alcance de un abrazo y que muchas veces por desidia, prejuicios y otras bobadas no hacíamos. Incluso, muchos alumnos anhelarán volver a clases sólo porque allí están sus amigos (aunque puedan encontrarlos en línea).

Queda mucho por reflexionar y más por aprender de esta pandemia. Lo cierto es que los meses que permanezcamos encerrados y a la espera de salir con seguridad a hacer vida callejera tan básica como ir al súper, al mercado, a pesar al perro al parque o tomar una cerveza con los amigos, con toda esperanza nos humanizarán. Son pocos quienes están tomando a la ligera lo que está sucediendo en el mundo y es grato verificar que hay muchos ocupados por hacer del mundo un mejor lugar para habitar. Muchas estructuras colapsarán, otras se reinventarán y muy pocas permanecerán inmunes. Sospecho que la desolación que se percibe al asomarse por la calle simula en su justa dimensión la vivida en las guerras, donde todos encuentran más seguro y conveniente el resguardo del hogar que el convivio social. Pero esta guerra no es de un país contra otro, es de la Tierra contra los vicios que la han enfermado. Sé, incluso, de personas que han dejado de fumar porque ser fumador aumenta el riesgo de contagio. Ojalá Covid-19 nos lleve a replantear nuestras prioridades existenciales.

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Topics: Justicia, Aristóteles, Reflexión filosófica

Roberto Alfonso Rivadeneyra

Escrito por Roberto Alfonso Rivadeneyra

Doctor en Historia del pensamiento por la Universidad Panamericana (UP), maestro en Filosofía por la UNAM y licenciado en Filosofía por la UP. Actualmente es profesor investigador del Departamento de Humanidades de la UP. También colabora con sesiones para ICAMI y, en Monterrey, para el CPH. especialista en filosofía griega, ética, antropología, filosofía de la música y filosofía de la cultura. Miembro de la Asociación Filosófica de México (AFM), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía Antigua (ALFA) y de la International Plato Society (IPS).

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