Filosofía

Historia o Filosofía

[fa icon="calendar"] 23/05/17 6:00 / por Diego Espinoza Bustamante

filosofia_historia.jpg¿Cómo detectar que un filósofo ha abandonado el departamento de filosofía para formar parte del departamento de historia? ¿Interpretar la teoría sobre la conflagración del mundo, por ejemplo, es hacer filosofía? ¿Esa actividad no pertenece, más bien, al campo de la historia de la filosofía? Un mecanismo que nos ayuda a distinguir a un filósofo de un historiador de la filosofía creo que se encuentra en ‘Historia explicativa y lectura argumentada’ de Carlos Pereda (1994). 

Lo que a continuación se ofrece es una lectura argumentada del ensayo de Pereda, con ocasión de distinguir a un filósofo de un historiador de la filosofía. Este ensayo se divide en dos secciones: en la primera me concentraré en exponer la descripción que hace Pereda sobre historia explicativa y lectura argumentada. En la segunda sección conectaré los puntos que me parecen relevantes de la descripción de Pereda, con la finalidad de alegar que la diferencia específica que distingue al filósofo del historiador de la filosofía es la pretensión de atinencia y de verdad, las cuales deberían de empapar el discurso del primero.

Al inicio de ‘Historia explicativa y lectura argumentada’, Pereda señala que el término “historia de la filosofía” significa dos cosas: por un lado, significa historia; y, por otro, filosofía. Si atendemos al primer significado, entonces obtenemos una historia explicativa de la filosofía (Pereda 1994: 95); si atendemos al segundo significado, obtenemos una lectura argumentada de la filosofía. La historia explicativa consiste en explicar un argumento filosófico, un autor o una tradición desde su contexto, con mero afán arqueológico, a propósito de recogerlo, observarlo y explicarlo. En la historia explicativa enfrentamos tesis filosóficas, testimonios o documentos, y las preguntas a plantear son las de un historiador. Uno de los instrumentos de la historia explicativa es la lectura explicativa; es una lectura oblicua. La lectura explicativa guarda la dinámica de medio-fin, donde el texto interpelado es el medio para comprender mejor el pasado. Así, el argumento del texto t del autor A al cual nos enfrentamos es sólo la ocasión para reconstruir una trama de tesis encontradas en los textos x, z y w de A en función de un contexto dado. La lectura explicativa consiste en leer entrelíneas, a propósito de construir una historia explicativa consistente.

 

Pereda acuña el término de “historia argumentada” en contraposición al de “historia explicativa”. La historia argumentada es leer los argumentos de un pensador ausente para retomarlos y solucionar problemas propios, y no sólo conservarlos y observarlos como restos arqueológicos (Pereda 1994: 96). Pereda señala que “en una historia argumentada, a diferencia de una historia explicativa, no enfrentamos dispositivos de ideas, testimonios personales o documentos sociales, sino intervenciones argumentales” (Pereda 1994: 96-7). La herramienta de la historia argumentada es la lectura argumentada; es una lectura directa. En contraste con la lectura explicativa, la lectura argumentada consiste en razonar desde lo que dice frontalmente el texto interpelado (Pereda 1994: 97), de manera que cuando el lector se enfrenta a las afirmaciones de A al leer t, razona y argumenta desde lo que dice t, dejando de lado las conexiones que guarda t con x, z y w. Un caso de lectura argumentada es –¡espero! – esta entrada al blog: en estos momentos leo lo que dice Pereda en Razón e incertidumbre y solamente me atengo a lo dicho en Razón e incertidumbre, omitiendo lo que dice Pereda en Sobre la confianza.La lectura argumentada consta de tres dimensiones. La primera dimensión tiene que ver con la comprensión y reconstrucción, donde reconstruimos el texto interpelado para captar su(s) sentido(s). Los ingredientes esenciales de la segunda dimensión son la verdad y la crítica, donde intentamos encontrar las bases para las aseveraciones categóricas del texto. Por último, la tercera dimensión se liga al valor, pues se busca la relevancia o atinencia del texto, ya sea de manera general o parcial (Pereda 1994: 97). El resultado de estas tres dimensiones es lo que Pereda llama “la máxima de los datos, fetiches y materiales”: “el lector, mediante preguntas reconstructivas, buscará obtener datos; luego, con sus preguntas críticas, querrá eliminar de entre esos datos los fetiches para, de la mano de sus preguntas evaluativas, rescatar materiales que alimenten su propio pensamiento” (Pereda 1994: 98). La máxima de los datos, fetiches y materiales brinda una tipología de lectura argumentada, la cual goza de cuatro momentos: los primeros tres momentos son las tres dimensiones expuestas anteriormente, mientras que el cuarto momento es un equilibrio de los tres momentos anteriores. Cada momento ofrece un tipo de lectura argumentada. Así, la primera dimensión genera el tipo lectura argumentada en tanto paráfrasis; la segunda genera el tipo lectura argumentada en tanto panfleto; la tercera da el tipo lectura argumentada como producción; y, la cuarta dimensión ofrece el tipo lectura argumentada en tanto debate en sentido estricto. Ninguno de los primeros tres momentos puede abolir alguno de los cuatro momentos. De hecho, si uno de los cuatro momentos queda excluido, entonces la lectura argumentada deja de ser lectura argumentada. El mecanismo para prevenirnos de una actitud así es el cuarto momento, pues guarda una fidelidad crítica al texto interpelado, sin descuidar su posible relevancia para las problemáticas que el lector pretende solucionar. El cuarto momento es, en efecto, un equilibrio de los tres momentos (Pereda 1994: 98-9).

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Diego Espinoza Bustamante

Escrito por Diego Espinoza Bustamante

Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana. Actualmente trabaja como adjunto de rectoría de la Universidad Panamericana y como Asistente de Investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Sus intereses filosóficos tienen que ver con metafísica de la mente, metafilosofía, filosofía cristiana y teorías de la verdad. También le interesa la historia de la filosofía medieval, de la filosofía analítica y del pragmatismo americano, así como el cultivo de autores; por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Guillermo de Occam, John Dewey, Ludwig Wittgenstein y W. V. O. Quine.

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