Filosofía

La filosofía de Guillermo de Occam

[fa icon="calendar"] 25/07/17 6:00 / por Diego Espinoza Bustamante

La-filosofia-de-Guillermo-de-Ockam.jpgLa obra intelectual de Occam contiene dos grandes temáticas: por un lado, se encuentran sus escritos sobre teología y filosofía, los cuales se enfocan a tratar problemas de teología y filosofía especulativa

Dentro de la filosofía especulativa, Occam se concentró en tratar problemáticas de lógica, metafísica y filosofía de la mente. Por otro lado, se tienen los escritos sobre política, los cuales estudian problemas concernientes a las fuentes inmediatas de la autoridad política y el rol de los gobiernos, tanto eclesiástico como secular. Un aspecto incontrovertible del modo de filosofar de Occam es que frecuentemente apela a uno de los siguientes principios para zanjar alguna cuestión:
  • (1) el mundo está compuesto únicamente de singulares, y cada uno de estos singulares es un singular a cabalidad;
  • (2) si dos creaturas creadas son realmente distintas, y no solamente se distinguen racionalmente, entonces es lógicamente posible que una de ellas exista al margen de la otra al menos por algún ejercicio de la omnipotencia divina, la cual se encuentra únicamente restringida por el principio de no contradicción;
  • (3) el mundo de las creaturas es absolutamente contingente;
  • (4) la famosa navaja de Occam, principio metodológico que sostiene que no hay que multiplicar entidades sin necesidad; y,
  • (5) otro principio metodológico que afirma que no se debe asentir a una proposición a menos que sea evidente en sí misma, propiamente deducida de otras proposiciones evidentes, una enseñanza de la fe, una proposición de deducida de una enseñanza de la fe o una cuestión de experiencia sensorial u obtenida gracias a la experiencia sensorial.

 

Uno en un millón

El problema de los universales en la Edad Media dividió a los filósofos medievales en dos bandos: realistas y nominalistas. Los realistas creían en la existencia extra-mental de naturalezas comunes o esencias, mientras que los nominalistas rechazaban tajantemente una tesis de tales implicaciones ontológicas. Los realistas distinguían tres clases de universales: ante rem, in re y post rem. El primer género de universal son las ideas en la mente de Dios; el segundo son universales formales, es decir, naturalezas comunes o esencias presentes en los individuos; y, el tercer género refiere a conceptos por los cuales referimos a un universal in re. Con respecto a los universales formales, los realistas medievales comenzaron a distinguir entre universales formales de primera intención y de segunda intención. Los universales formales de primera intención serían los universales de cierta naturaleza que son idénticos a cada individuo al que configuran, mientras que los de segunda intención serían aquellos universales distintos de sus propios individuos, considerados en tanto que individuos. En este estado de cosas, los universales formales de segunda intención y los individuos tenían que ser distintos, porque ambos contaban con principios constitutivos opuestos entre sí: por un lado, los universales, en efecto, tienen una tendencia a replicarse, es decir, son comunicables (communicabilitas); y, por otro, los individuos son incomunicables (incommunicabilitas). Si éste es el caso, entonces los universales no podían ser considerados totalmente idénticos a los individuos, pero tampoco totalmente distintos a ellos. El caso más paradigmático fue el beato Escoto, quien, dicho muy prontamente, propugno que aun cuando el mundo estaba constituido por individuos, las naturalezas comunes también gozaban de cierta realidad, encontrándose contraídas en los individuos por la singularidad de cada individuo y distinguiéndose formalmente de ellos, es decir, hay una inseparabilidad existencial entre individuo y naturaleza común, mas no una identidad en la ratiode cada uno de ellos. Según Escoto, en efecto, la naturaleza común y el individuo eran realmente idénticos, pero “ratio-nalmente” no idénticos.

 

Uno por un millón

Hay dos tesis que se encuentran detrás de la teoría escotista de los universales: (a) universal e individuo son realmente idénticos; y, (b) hay distinciones formales en el mundo que nos permiten descubrir rationes que hacen a ciertas cosas ser lo que son, pero no a la manera en la que lo hacen el género o la diferencia específica. En contra de (a) Occam alegó que si los universales eran realmente idénticos a sus respectivos individuos, entonces un único universal debía de contar con atributos simultáneamente contrarios, tal y como sucede en distintos individuos: Fulano y Zutano son realmente idénticos a la “naturaleza humana”, pero Fulano es alto y Zutano es chaparro; luego entonces, la naturaleza humana es alta y chaparra al mismo tiempo. En contra de (b), Occam alegó que en el mobiliario del mundo no había espacio para una distinción más allá de la distinción real, pues cualquier otro tipo de distinción necesariamente implicaba identidad, y la identidad nos volvería meter al atolladero de la transitividad de la predicación, en donde tendríamos que sostener afirmaciones absurdas tal y como la descrita en el párrafo anterior. Para Occam, en efecto, todo lo que hay son singulares, numéricamente únicos, sin necesidad de añadirle más “cositas”. En torno a esta polémica sobre el estatuto ontológico de los universales, es lugar común etiquetar a Occam de “nominalista”. Esto es un error terminológico si por “nominalismo” se entiende la posición defendida en el siglo XII por Roscelino de Compiègne, posición según la cual un universal no es más que una flatus vocis. Si quisiéramos colocarle une etiqueta a fray Guillermo, entonces la más adecuada sería la de “conceptualista”, pues para Occam un universal es, en primer lugar, un signo mental, es decir, un concepto, y, en segunda lugar, palabras habladas o escritas. La peculiaridad de un universal es su capacidad para significar a más de un individuo y para suponer por más de un individuo en el contexto de una proposición. La significación de un universal se explica por su capacidad para significar y suponer por una pluralidad de cosas. Esta capacidad de un universal es posible gracias a que en el mundo sí hay individuos semejantes entre sí (los burros y los hombres nos asemejamos porque somos especies del mismo género) e, incluso, máximamente semejantes entre sí; por ejemplo, Fulano y Zutano son máximamente semejantes porque son individuos de la especie humana. Como sea, esta máxima semejanza, cree Occam, no implica el compromiso ontológico de añadir naturalezas comunes contraídas en los individuos; simplemente nos basta que Fulano y Zutano tengan cualidades afines o máximamente afines que nos permitan agruparlos dentro de un mismo género o de una misma especie.

*Este trabajo es una adaptación de T. B. Noone (2002: 696-711), A. D. Conti (2014: 647-60) y J. Biard (2014: 661-73).

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Diego Espinoza Bustamante

Escrito por Diego Espinoza Bustamante

Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana. Actualmente trabaja como adjunto de rectoría de la Universidad Panamericana y como Asistente de Investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Sus intereses filosóficos tienen que ver con metafísica de la mente, metafilosofía, filosofía cristiana y teorías de la verdad. También le interesa la historia de la filosofía medieval, de la filosofía analítica y del pragmatismo americano, así como el cultivo de autores; por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Guillermo de Occam, John Dewey, Ludwig Wittgenstein y W. V. O. Quine.

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