Filosofía

Las virtudes filosóficas de Carlos Llano

[fa icon="calendar"] 5/05/16 19:44 / por Diego Espinoza Bustamante

Carlos Llano habla de las virtudes filosóficasEs complejo detectar cuándo un filósofo ha abandonado el departamento de filosofía para formar parte del departamento de historia, pues en la actualidad los departamentos de filosofía cuentan con un gran número de académicos que centran su quehacer intelectual en la reconstrucción del pensamiento de un autor o una tradición.

Así, tenemos grandes expertos en el pensamiento de Platón, Aristóteles, Descartes, Kant; o bien, expertos en una tradición filosófica: los estoicos, por ejemplo. Es posible que el experto en la escuela estoica reflexione sobre la ética, la metafísica y la cosmología estoica, trazando los puntos de encuentro entre los elementos de esta triada para comprender o interpretar mejor la teoría estoica sobre la conflagración del mundo. Pero, ¿interpretar la teoría sobre la conflagración del mundo es hacer filosofía? ¿Esa actividad no pertenece, más bien, al campo de la historia de la filosofía o, inclusive, de la filología?

La contrapartida de la filologización de la filosofía es tener la valentía –la osadía, tal vez– de pensar por cuenta propia. Si bien es cierto que hay que tener la valentía de pensar por cuenta propia para evitar la repetición parasitaria de otros o el simple señalamiento de que tal o cual tesis filosófica ya se encontraba en tal o cual autor, el pensamiento filosófico libre no está del todo libre de peligros: la prevención contra la erudición filosófica fatua corre el riesgo de desembocar en conciencia nula de la historia de la filosofía.

Así pues, no es extraño que surjan los fanatismos en pro del pensamiento filosófico libre, el cual no es más que una ignorancia arrogante, pues muchas problemáticas y tesis filosóficas ya se encontraban, de hecho, en autores del pasado.

 

Pretensiones de Carlos Llano: verdad y relevancia

Sea como fuere, la figura de Carlos Llano escapa a estos dos extremos, colocándose en el justo medio virtuoso. Por un lado, Llano no fue ajeno a la historia de la filosofía y a las técnicas que ésta exige: Platón, Aristóteles, Santo Tomás, Kant y su conocimiento pulido del latín son herramientas salientes en su quehacer filosófico.

Pero, por otro lado, Llano no se limitó a cultivar una labor de arqueólogo o museógrafo a la hora de toparse con un texto filosófico, sino que, conociendo los textos y los argumentos, Llano intentaba pensar y renovar a partir de ellos, entendiendo a cabalidad que cuando los filósofos estudian a otros filósofos la inquietud filosófica que les motiva no es saber qué dijeron otros, sino conocer la verdad.

Como bien dicen por ahí, Llano “no sirve a los textos, se sirve de ellos”. En este sentido, concluir que Llano jamás abandonó el departamento de filosofía para formar parte del departamento de historia o de filología es una tarea sencilla de realizar, así como lo es detectar que Llano no corría el riesgo de caer en una ignorancia arrogante de la historia de la filosofía.

Se puede reprochar a Llano que su conocimiento de algunos filósofos era limitado; reproche que, creo, torna en halago a su labor como filósofo, pues, hasta donde tengo noticia, jamás intentó cultivar la especialización de filosofías o de autores.

Si bien es cierto que a inicios de su formación filosófica Llano abrevó de una fuerte carga de filosofía neo-escolástica, en sus obras filosóficas más fuertes deslumbran destellos de cierta familiaridad con autores como Kant, Hegel, Sartre o Heidegger: dialoga con ellos y pone a dialogar, por ejemplo, a Santo Tomás con Kant, a Hegel con Heidegger.

En este orden de ideas, no parece descabellado que el conocimiento que Llano pudo haber tenido de ciertos autores haya sido limitado para las exigencias profesionales de hoy en día; tal vez, así lo quiso. Las exigencias de la especialización obligan a mirar con lupa a un autor y, por ende, no es de extrañar que el resultado de esa manera un tanto peculiar de proceder en filosofía degenere en conocimiento nulo de lo que está más allá de la propia área de especialidad; vicio del cual Llano parece salir victorioso.

 

¿Cuáles eran las virtudes filosóficas de Carlos Llano?

Grosso modo, entonces, las virtudes filosóficas que se pueden rastrear en la figura de Carlos Llano como filósofo son sus pretensiones de verdad y relevancia filosófica. Si entiendo bien, la actividad del Llano filósofo consistió en una lectura argumentada de textos filosóficos y de la historia de la filosofía, con ocasión de comprender mejor el mundo en el que se desenvolvía o solucionar algún problema filosófico que le acosaba. En contraposición con otras formas de proceder, el propósito de Llano al leer un texto era realizar un análisis crítico del mismo para decir qué juzgaba como verdadero y qué como falso; de ahí su pretensión de verdad. Ahora bien, evaluando las tesis que creía verdaderas, Llano se encarrilaba a la solución de problemas filosóficos propios o a la comprensión del mundo en el que vivía; de ahí su pretensión de relevancia.







 

Topics: Enseñanza de la filosofía, Carlos Llano

Diego Espinoza Bustamante

Escrito por Diego Espinoza Bustamante

Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana. Actualmente trabaja como adjunto de rectoría de la Universidad Panamericana y como Asistente de Investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Sus intereses filosóficos tienen que ver con metafísica de la mente, metafilosofía, filosofía cristiana y teorías de la verdad. También le interesa la historia de la filosofía medieval, de la filosofía analítica y del pragmatismo americano, así como el cultivo de autores; por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Guillermo de Occam, John Dewey, Ludwig Wittgenstein y W. V. O. Quine.

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